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Hubo un tiempo en que mis únicas pasiones eran la pobreza - Poemas de Antonio Gamoneda



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Hubo un tiempo en que mis únicas pasiones eran la pobreza
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008


y la lluvia.

              

              Ahora siento la pureza de los límites y      mi pasión no existiría
si dijese su nombre.

              

* * *

              Alguien ha entrado en la memoria      blanca, en la inmovilidad
del corazón.

              Veo una luz debajo de la niebla y la dulzura      del error me hace
cerrar los ojos.

              Es la ebriedad de la melancolía; como      acercar el rostro a una
rosa enferma, indecisa entre el perfume y la muerte.

              

* * *

              

              Hablan los manantiales en la noche, hablan      en los imanes
del silencio.

              

Siento la suavidad de las palabras      olvidadas.

              

* * *

              

              La obscenidad entró en mis huesos y, más      tarde, aquel aceite
sigiloso, el que prepara el corazón.

              

Ahora vendrán los días de las grandes      milongas.

              

* * *

              

              Sábana negra en la misericordia:
              
Tu lengua en un idioma ensangrentado.


Sábana aún en la sustancia enferma,

              

la que llora en tu boca y en la mía
              
y, atravesando dulcemente llagas,

ata mis huesos a tus huesos humanos.
              

No mueras más en mí, sal de mi lengua.

Dame la mano para entrar en la nieve.

              

* * *

              

              Amé      todas las pérdidas.

              

Aún retumba el ruiseñor en el jardín      invisible.

              


* * *

              


              Recuerdo el frío del amanecer, los círculos      de los insectos sobre las
tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las               
ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste               
de la sosa cáustica.

Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y los               
vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz.
Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.               

No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo               
una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo               
dolor no me concierne.

Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.               
Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.

Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu               
pensamiento es sólo recuerdo de la ira.

Ves la rosas temibles.               
Ah caminante, ah confusión de párpados.
Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.               

Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropas               
húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.               
Ah la pureza de los cuchillos abandonados.

Amé todas las pérdidas.               

Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.




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