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Pérdidas - Poemas de Apuleyo Soto Pajares



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Pérdidas
Poema publicado el 26 de Mayo de 2019

En un ataúd de blanco
portaron a Julianín
camino del camposanto
unos niños de su escuela
con el maestro rezando.
Tomasín también murió
a sus diez escasos años
cuando era un angelito
de esos que se van volando.
Leandrito se durmió
sin darse cuenta en el campo
y corrieron las hormigas
sobre su cuerpo serrano.
A Suiza en busca de pan
se marchó mi primo  Arcadio,
aún no sé por qué no ha vuelto,
aún no sé si lo ha encontrado.
Pepe, de cara redonda
como un currusco dorado,
subió a la torre del pueblo
y no llegó a ser muchacho.
Dado le habría la vida
de haberlo parado.
Anuncia, la novia virgen
que me cogía del brazo,
ingresó en las Jesuitinas
y de mí pasó de largo.
Lurdes también se hizo monja
y bajo un hábito pardo,
ocultó el hondo tesoro
que a mi me habría gustado.
Con Senín no supe nunca
cómo quererlo y tratarlo,
quizás no me diera tiempo,
era tímido y extraño.
De Manrique solo tengo
recuerdos vagos y gratos;
se fue cuando más podía
gozar estando a su lado.
Ezequiel se meió a cura
y luego de tonsurado
perdí su pista evangélica...,
ya Dios se me lo ha llevado.
Felisa en la levadura
con los puños al apaño
forjó unas hogazas blandas
para cada mes del año.
Todavía me la veo
con las mostelas a mano
diciéndome:"ayúdame, hijo,
que el horno se está apagando"
Yo la ayudo y ella ríe
y los dos nos encontramos
con las manos en la masa
en unos tiempos lejanos.
¿Qué pasó con la Teodosia
amante del cura párroco
en las losas de la iglesia
justo enfrente del sagrario?
Pues vete a ver, la he perdido
como se pierde un rosario
y en mi rosario de amores
ya no figura, al contrario,
pues entre tantas mujeres
ella se ha desdibujado
con Don Flores acostándose
con ella, cíngulo a mano.
Florentino ¿qué fue de él,
que en el arado romano
se cortó la picha por
no hacer los surcos terráneos
derechos como una vela
según se había apostado
con otro gañán más hábil
en el uso del arado.
En Cuéllar la almurallada,
en Cuéllar se la implantaron.
Y poco más; desde entonces
no se mostró campechano.
Al Eusebio de la Eusebia
¿qué es que le pasó en el carro?
Que por más que se esforzara
nunca le sacó del barro
y el corazón le falló
tras un implacable infarto.
De Juanito ¿qué contar?
Que el pobre falleció ahogado
en el río Duratón
tras cangrejos y tras barbos...
¡Cuántas pérdidas, Dios mío,
sin haberlas esperado!
Sigo echándolas de menos,
me hallo triste y solitario.


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