A donde están tus ojos
Poema publicado el 19 de Julio de 2010
I
A donde están tus ojos de clériga santa
los que con inocencia me miraron,
ésos que al fiero caníbal mataron
con esa tierna mirada remota;
en ellos veía el esplendor de la aurora,
la luna oscura, color de miel
veía la inocencia de la vida pura
moverse como silueta de tu vergel.
II
Todo encanto de la afable simpatía
me mostraron en su serena pestañada.
Guiaron a los míos a la plácida alegría,
despertaron en mí, a la criatura dormida;
ellos me enseñaron el camino de la luna
me enseñaron los rayos del sol
iluminaron en mí la experiencia sana
y me transmitieron el aroma del girasol.
III
Donde están, los que me hacían compañía
cuando en mis brazos descansabas.
serena y muy tranquila me besabas
ellos me transmitían la luz de la armonía;
a donde están los que miraron mi rostro
con ese afán sincero de paz altiva
congruentes con la mirada compasiva
tendieron en mí, el amor neutro.
IV
A lo lejos deseosos me miraban, compasivos
con esos movimientos de sensuales colores
ofreciéndome, distantes sus temores
de niños huraños y peces cautivos;
plasmaron en mí la esperanza buena
inquietos confundían el alma mía,
quitaron de mí la próxima agonía
que me pasmaba, la luz de su ventana.
V
Donde están esos amantes sorprendidos
que ya no dan el brillo de encanto.
Esos que me miran con profundo espanto
más bien parecen círculos agotados;
aquellos ojos que hoy me miran
parecen ser crueles y asesinos
posan en ti como lobos marinos
y expertos rufianes que aniquilan.
VI
Estos ya no emiten la luz de la inocencia,
ya no tienen el brillo de la luna,
mirarlos, es ver la agonía vana
y sentir la muerte de su fragancia;
ya no observan mi pálida cara
se han vuelto creídos y malvados,
ya no refleja la inocencia en sus costados
y han perdido el color de la aurora.
VII
Ahora me miran con desprecio
derramando en mi lágrimas de dolor,
mortificando el alma y cambiando el color
y esquivan su mirada al vacio;
quién los cambio de silueta vengativa,
ya no reflejan en ellos la luz del día
han perdido el compás de la alegría
vierte en ellos el alma fugitiva.
VIII
Han perdido el afecto sincero
para volverse ermitaños y falsos
dejando la humilde sonrisa pedazos
y al viento en un olvido placentero;
miran al cielo jadeantes y raros,
relumbran en ellos la sonrisa agotada
de una rosa en el alba agitada
y se muestran viles e impuros.
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Poema publicado el 19 de Julio de 2010
I
A donde están tus ojos de clériga santa
los que con inocencia me miraron,
ésos que al fiero caníbal mataron
con esa tierna mirada remota;
en ellos veía el esplendor de la aurora,
la luna oscura, color de miel
veía la inocencia de la vida pura
moverse como silueta de tu vergel.
II
Todo encanto de la afable simpatía
me mostraron en su serena pestañada.
Guiaron a los míos a la plácida alegría,
despertaron en mí, a la criatura dormida;
ellos me enseñaron el camino de la luna
me enseñaron los rayos del sol
iluminaron en mí la experiencia sana
y me transmitieron el aroma del girasol.
III
Donde están, los que me hacían compañía
cuando en mis brazos descansabas.
serena y muy tranquila me besabas
ellos me transmitían la luz de la armonía;
a donde están los que miraron mi rostro
con ese afán sincero de paz altiva
congruentes con la mirada compasiva
tendieron en mí, el amor neutro.
IV
A lo lejos deseosos me miraban, compasivos
con esos movimientos de sensuales colores
ofreciéndome, distantes sus temores
de niños huraños y peces cautivos;
plasmaron en mí la esperanza buena
inquietos confundían el alma mía,
quitaron de mí la próxima agonía
que me pasmaba, la luz de su ventana.
V
Donde están esos amantes sorprendidos
que ya no dan el brillo de encanto.
Esos que me miran con profundo espanto
más bien parecen círculos agotados;
aquellos ojos que hoy me miran
parecen ser crueles y asesinos
posan en ti como lobos marinos
y expertos rufianes que aniquilan.
VI
Estos ya no emiten la luz de la inocencia,
ya no tienen el brillo de la luna,
mirarlos, es ver la agonía vana
y sentir la muerte de su fragancia;
ya no observan mi pálida cara
se han vuelto creídos y malvados,
ya no refleja la inocencia en sus costados
y han perdido el color de la aurora.
VII
Ahora me miran con desprecio
derramando en mi lágrimas de dolor,
mortificando el alma y cambiando el color
y esquivan su mirada al vacio;
quién los cambio de silueta vengativa,
ya no reflejan en ellos la luz del día
han perdido el compás de la alegría
vierte en ellos el alma fugitiva.
VIII
Han perdido el afecto sincero
para volverse ermitaños y falsos
dejando la humilde sonrisa pedazos
y al viento en un olvido placentero;
miran al cielo jadeantes y raros,
relumbran en ellos la sonrisa agotada
de una rosa en el alba agitada
y se muestran viles e impuros.
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