Dime, niña.
Poema publicado el 03 de Septiembre de 2012
Bajo tus pupilas lánguidas
transcurre un riachuelo
por donde mudas lágrimas
transitan sin consuelo.
Se precipitan rápidas
a estrellarse en tu pecho,
dejando huellas nítidas
imborrables en el tiempo.
Dime, niña, ¿por qué en tus ojos sigue lloviendo
ese torrente de lágrimas vivas?
Una esperanza y un deseo
sobre tu pecho anidas
con el que abrigas
la idea de ahuyentar al miedo,
un miedo que se filtra
y se mete hasta los huesos.
A lo lejos te imaginas
verlo hacia ti corriendo,
mientras de rodillas
rezas por creerlo.
Dime, niña, ¿por qué en tus ojos sigue lloviendo
ese torrente de lágrimas vivas?
Tus manos frías se encuentran.
Tu cara palidece.
Tu boca se reseca
y tu corazón se estremece
al sentir que estás cerca
de quien hoy ya no tienes
más que solo su ausencia.
Dime, niña, ¿por qué en tus ojos sigue lloviendo
ese torrente de lágrimas vivas?
De pie, a solas y sin luz,
una oración le rezas
a quien bajo la cruz
yace desde hace cuatro primaveras.
Compuesto por rojas rosas
y blancas margaritas,
un ramo depositas
en la superficie gris de su losa
desgastada y marchita.
Dime, niña, ¿por qué en tus ojos sigue lloviendo
ese torrente de lágrimas vivas?
Te incorporas despacio,
como procurando evitar,
al que allí se encuentra, su descanso
no molestar.
Miras una vez más
a tu alrededor
por si pudieras avistar
un pequeño rayo de sol
capaz de poder alumbrar
la fe que en tu interior
se empieza a disipar.
Dime, niña, ¿por qué en tus ojos sigue lloviendo
ese torrente de lágrimas vivas?
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Poema publicado el 03 de Septiembre de 2012
Bajo tus pupilas lánguidas
transcurre un riachuelo
por donde mudas lágrimas
transitan sin consuelo.
Se precipitan rápidas
a estrellarse en tu pecho,
dejando huellas nítidas
imborrables en el tiempo.
Dime, niña, ¿por qué en tus ojos sigue lloviendo
ese torrente de lágrimas vivas?
Una esperanza y un deseo
sobre tu pecho anidas
con el que abrigas
la idea de ahuyentar al miedo,
un miedo que se filtra
y se mete hasta los huesos.
A lo lejos te imaginas
verlo hacia ti corriendo,
mientras de rodillas
rezas por creerlo.
Dime, niña, ¿por qué en tus ojos sigue lloviendo
ese torrente de lágrimas vivas?
Tus manos frías se encuentran.
Tu cara palidece.
Tu boca se reseca
y tu corazón se estremece
al sentir que estás cerca
de quien hoy ya no tienes
más que solo su ausencia.
Dime, niña, ¿por qué en tus ojos sigue lloviendo
ese torrente de lágrimas vivas?
De pie, a solas y sin luz,
una oración le rezas
a quien bajo la cruz
yace desde hace cuatro primaveras.
Compuesto por rojas rosas
y blancas margaritas,
un ramo depositas
en la superficie gris de su losa
desgastada y marchita.
Dime, niña, ¿por qué en tus ojos sigue lloviendo
ese torrente de lágrimas vivas?
Te incorporas despacio,
como procurando evitar,
al que allí se encuentra, su descanso
no molestar.
Miras una vez más
a tu alrededor
por si pudieras avistar
un pequeño rayo de sol
capaz de poder alumbrar
la fe que en tu interior
se empieza a disipar.
Dime, niña, ¿por qué en tus ojos sigue lloviendo
ese torrente de lágrimas vivas?
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