Me tiendo junto a sus largas piernas
Poema publicado el 24 de Agosto de 2011
Me tiendo junto a sus largas piernas
que se alejan como veredas doradas.
Ellas me conducen a su cuerpo, a sus caderas,
mientras se tiñe de azules el horizonte
y hago de su angustia mi memoria.
El viento se agita a veces como lenguas
húmedas sobre sus senos,
se retuerce incontenible, se anuda a los brazos
recorriéndonos igual que un océano palpitante.
Oh, amada que apagas la sed que llevo entre mis labios
con el beso mudo de fuegos concupiscentes.
Queda el perfume que todo lo ocupa,
la palabra abrasada por un sol que se marchita
en el cansancio violáceo de los sentidos.
Entonces, como si estuviese lejos, digo su nombre,
y la llamo a voces, agitando el corazón como un pañuelo.
Porque quiero que me note como yo lo hago,
que conozca el sabor de la ausencia
cuando mi recuerdo ya no la aguarda.
El viento va y viene arrebolando
la tarde que se agolpa en sus mejillas.
Y lanzo torpemente mis anhelos
que trepan como un temblor hacia la fronda ambarina
en donde nacen los sueños.
Sus largas piernas me acogen, me envuelven,
se abren como mustias violetas
mostrando su pétalo oscuro, incandescente.
Al lado nuestro se desvanece la húmeda hoguera
que aún nos devora.
Luego, fundimos la noche en un abrazo interminable
y muero dulcemente en sus caderas.
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Poema publicado el 24 de Agosto de 2011
Me tiendo junto a sus largas piernas
que se alejan como veredas doradas.
Ellas me conducen a su cuerpo, a sus caderas,
mientras se tiñe de azules el horizonte
y hago de su angustia mi memoria.
El viento se agita a veces como lenguas
húmedas sobre sus senos,
se retuerce incontenible, se anuda a los brazos
recorriéndonos igual que un océano palpitante.
Oh, amada que apagas la sed que llevo entre mis labios
con el beso mudo de fuegos concupiscentes.
Queda el perfume que todo lo ocupa,
la palabra abrasada por un sol que se marchita
en el cansancio violáceo de los sentidos.
Entonces, como si estuviese lejos, digo su nombre,
y la llamo a voces, agitando el corazón como un pañuelo.
Porque quiero que me note como yo lo hago,
que conozca el sabor de la ausencia
cuando mi recuerdo ya no la aguarda.
El viento va y viene arrebolando
la tarde que se agolpa en sus mejillas.
Y lanzo torpemente mis anhelos
que trepan como un temblor hacia la fronda ambarina
en donde nacen los sueños.
Sus largas piernas me acogen, me envuelven,
se abren como mustias violetas
mostrando su pétalo oscuro, incandescente.
Al lado nuestro se desvanece la húmeda hoguera
que aún nos devora.
Luego, fundimos la noche en un abrazo interminable
y muero dulcemente en sus caderas.
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