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Poetisa - Poemas de David Navarro Martínez



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Poetisa
Poema publicado el 04 de Diciembre de 2010

Algunos insistimos,
ligamos al embrujo de su cuello
las lunas sin carmín, obnubiladas;
los cantos por hipócritas baladas,
la esencia del resuello
que todos emitimos,
las musas emergentes en absenta,
los lances de las manos escribientes,
las dagas empuñadas por la mente
en cínicas afrentas.
Su culpa si es que rimo,
su culpa si se va la primavera,
si agacha la cabeza tras su espalda,
si quiere ser el vuelo de su falda,
la prima de su vera.
Y toca embelesada sus cuadernos
midiendo las estrofas de sus ripios,
poetisa de finales y principios,
de olimpos y de avernos.

Y dicen los tunantes
que son las florituras de su ritmo,
los ecos de la audaz alegoría
y el dulce de su lírica poesía
el quid del algoritmo,
que mueren con sus cantes
primero los apócrifos tratados
del germen corrosivo de los yerros,
de aquéllos que salivan como perros
sin ojo de rimado;
y luego los amantes,
al pie de las prosaicas latitudes,
veían impotentes sus sonetos
cuajados en el gélido esqueleto
de un séquito de aludes.
Y pasa por su cuello la siniestra
pulsando el difusor de adrenalina,
poetisa de abedules y de encinas,
escribe con la diestra.

Habita en su utopía
el beso de unos labios agrietados,
el tacto de un cabello encanecido,
el roce de un sinfín de resoplidos
de aquél que se ha ganado
su cuello y su poesía,
inerme, reticente cual felino
solemne y embutido en el ultraje
de un prístino y hostil aprendizaje
a base de caninos.
Y asoma cierto día
el talle de anafórica simpleza,
y el cisne, que acaricia pacienzuda
el braille de su libro de Neruda,
levanta la cabeza.
Y busca en sus tinieblas al lucero
que ignora sus romances y sus liras,
poetisa que no ve, pero que mira
la efigie del viajero.

Y habitan los desdenes,
sin ser escrupulosos en sus jaques,
en este corazón oxigenado
con agua de tercetos demacrados
y tuertos almanaques.
Palpitan en sus sienes
las notas nauseabundas del silencio
truncadas por los cláxones de plomo.
Y a expensas de su pelo policromo
que a solas reverencio
se tumba en los arcenes,
maquina sus platónicas estrofas
vendiendo la tristeza por canciones;
consulta el diccionario de pasiones,
y ausente, filosofa.
Y surge de sus labios la sonrisa
que aprieta los gaznates de la noche,
poetisa de pensiones y derroches,
de pausas y de prisa.

Y el tinte del ocaso
arropa las postales con su manta,
y el ángel se despide de su trono,
del cielo, de las nubes, del ozono,
y a tientas se levanta.
Se duerme tras sus pasos
la mímica ilusoria de las calles.
Murió convaleciente el mediodía,
los golpes de tacón en la Gran Vía,
el flujo de los valles.
Y ahogan en los vasos
sus fondos de subsidio temporales
notarios, albañiles y taxistas,
parados, despedidos, mileuristas
y artistas conceptuales.
Y yo, convulsionado por su estela,
mis últimas metáforas recito,
poetisa de silencios y de gritos,
de tacto de franela.

DN


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