Ayes
Poema publicado el 16 de Octubre de 2010
Ayes
La vida en mí se clavó
como navaja de acero,
que mi carne envenenó
y me destrozó los huesos,
¡Ay!,
Cuando la noche se acerca
y te encuentras en tu miseria,
a solas con tu persona,
que aun en tu pena te alienta
y le da brío a tus alas
y tu fantasía inquieta,
haces con la paz las paces
y en tu rincón te aposentas,
luego, cuando el Sol se acerca
y entre nebulosa calma
de tu letargo despiertas,
ves de las gentes el pisar
y a la realidad te enfrentas,
la realidad de este hombre,
que nadie quiere mirar
por no apenar su conciencia,
¡Ay!,
Cuando la tarde se enfría
y se encienden los luceros,
cuando las gentes se abrigan,
y los pasos corretean
pisando rápido el suelo,
y las sombras se perfilan,
y se difumina el cuerpo,
cuando sentado en la esquina
ves como corren contentos
los niños y a las vecinas,
te empiezas a sentir solo,
vacío, sin alegría,
entonces llenan tu mente
envejecidos recuerdos,
de cuando eras un hombre
y no un perro callejero,
entonces es, cuando lloras,
con un llanto lastimero,
que te lleva a la garganta
miserias de todo el cuerpo,
y que en lágrimas derramas,
hasta perder el aliento,
cuando vives en la calle
te sientes igual a un perro,
¡Ay!,
Por las aceras a rastras
llevo en mí “cargá” la pena,
yo me quiero retirar,
ella en cambio, no me deja,
¡Ay, ay, ay!.
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Poema publicado el 16 de Octubre de 2010
Ayes
La vida en mí se clavó
como navaja de acero,
que mi carne envenenó
y me destrozó los huesos,
¡Ay!,
Cuando la noche se acerca
y te encuentras en tu miseria,
a solas con tu persona,
que aun en tu pena te alienta
y le da brío a tus alas
y tu fantasía inquieta,
haces con la paz las paces
y en tu rincón te aposentas,
luego, cuando el Sol se acerca
y entre nebulosa calma
de tu letargo despiertas,
ves de las gentes el pisar
y a la realidad te enfrentas,
la realidad de este hombre,
que nadie quiere mirar
por no apenar su conciencia,
¡Ay!,
Cuando la tarde se enfría
y se encienden los luceros,
cuando las gentes se abrigan,
y los pasos corretean
pisando rápido el suelo,
y las sombras se perfilan,
y se difumina el cuerpo,
cuando sentado en la esquina
ves como corren contentos
los niños y a las vecinas,
te empiezas a sentir solo,
vacío, sin alegría,
entonces llenan tu mente
envejecidos recuerdos,
de cuando eras un hombre
y no un perro callejero,
entonces es, cuando lloras,
con un llanto lastimero,
que te lleva a la garganta
miserias de todo el cuerpo,
y que en lágrimas derramas,
hasta perder el aliento,
cuando vives en la calle
te sientes igual a un perro,
¡Ay!,
Por las aceras a rastras
llevo en mí “cargá” la pena,
yo me quiero retirar,
ella en cambio, no me deja,
¡Ay, ay, ay!.
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