Declaración de vida
Poema publicado el 26 de Noviembre de 2010
Declaro que al vivir mi vida desvivida,
frecuentando los cuarzos verdes de mis ojos,
rozando y comiendo pieles prohibidas,
desembarcando en las costas de mares de sal,
de ríos de lodo, de lagos vanidosos,
erigiendo mis tantas depresiones del mal,
compartiendo el pan blanco nunca antes compartido,
fingiendo ante los ojos humanos mis delirios,
sosteniendo canastas de flores marchitas,
tocando con mis labios bocas desconocidas,
ungiéndome unas lágrimas inexistentes,
leyendo libros de piedra y poemas de algodón,
vomitando sobre las creencias filosóficas,
olvidando lo que el olvido quiere que olvide,
soñando con dentaduras de plata de tostón,
invitando a Dios a aquellas fiestas paganas,
gozándome con mi poesía mal formada,
trotando en los campos de orquídeas detestadas,
mirando aquel firmamento oscuro y solitario,
sentado en una rama de otoño mexicano,
desvaneciéndose mi rostro en un espejo,
mis huellas en la arena y mis dos manos en la tierra,
descubriéndome a mí mismo, lo que soy en verdad,
perdido en una década con las palmas expuestas,
engañando a este lustro inagotable con mis letras,
mostrando mis dos mil dientes de ostras y conchas marinas,
anhelando deseos indeseables, destinos
y futuros imprecisables. Las gotas de sangre,
los cantos gregorianos y esos árboles llorando
no me dicen nada, vida mía desvivida.
Y me sonrío como un niño, sonrío perpetuo,
cantando detrás del sol, de la luna, del lamento.
Así es como he vivido esta vida descompuesta,
declarando con esta pluma de cristal
que pese a todo ello, yo seguiré viviendo eterno.
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Poema publicado el 26 de Noviembre de 2010
Declaro que al vivir mi vida desvivida,
frecuentando los cuarzos verdes de mis ojos,
rozando y comiendo pieles prohibidas,
desembarcando en las costas de mares de sal,
de ríos de lodo, de lagos vanidosos,
erigiendo mis tantas depresiones del mal,
compartiendo el pan blanco nunca antes compartido,
fingiendo ante los ojos humanos mis delirios,
sosteniendo canastas de flores marchitas,
tocando con mis labios bocas desconocidas,
ungiéndome unas lágrimas inexistentes,
leyendo libros de piedra y poemas de algodón,
vomitando sobre las creencias filosóficas,
olvidando lo que el olvido quiere que olvide,
soñando con dentaduras de plata de tostón,
invitando a Dios a aquellas fiestas paganas,
gozándome con mi poesía mal formada,
trotando en los campos de orquídeas detestadas,
mirando aquel firmamento oscuro y solitario,
sentado en una rama de otoño mexicano,
desvaneciéndose mi rostro en un espejo,
mis huellas en la arena y mis dos manos en la tierra,
descubriéndome a mí mismo, lo que soy en verdad,
perdido en una década con las palmas expuestas,
engañando a este lustro inagotable con mis letras,
mostrando mis dos mil dientes de ostras y conchas marinas,
anhelando deseos indeseables, destinos
y futuros imprecisables. Las gotas de sangre,
los cantos gregorianos y esos árboles llorando
no me dicen nada, vida mía desvivida.
Y me sonrío como un niño, sonrío perpetuo,
cantando detrás del sol, de la luna, del lamento.
Así es como he vivido esta vida descompuesta,
declarando con esta pluma de cristal
que pese a todo ello, yo seguiré viviendo eterno.
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