4 votos
4 visitas/día
76 dias online

El león y el ratón - Poemas de Elena Busse



Poemas » elena busse » el leon y el raton




El león y el ratón
Poema publicado el 24 de Noviembre de 2023

Esta historia puede ser vieja,
Pero lleva una moraleja,
Que a través del tiempo ha viajado
Al día de hoy desde el pasado.

Justo en medio de la sabana,
al pie de un baobab grandioso,
en una madriguera enana,
habitaba un ratón curioso.

Aunque era un bicho diminuto
que vivía en este gran mundo,
no se asustaba en absoluto
ni se inquietaba ni un segundo.

Una vez paseaba fuera
y su sorpresa no fue poca
cuando junto a su ratonera,
de golpe, vio una enorme roca.

«Me pregunto qué es ese monte;
de qué lugar habrá salido…
¡Incluso cubre el horizonte!»,
pensó quedándose aturdido.

Como tenía el sol de cara,
solo atisbaba la silueta
de aquella elevación tan rara,
mas quería verla completa.

El ratón, con curiosidad,
se aproximó en un santiamén
ante aquella oportunidad
de estudiar el peñasco bien.

Entonces notó en un momento
algo que no había esperado:
se percibía un movimiento,
pero era lento y sosegado.

—¡Sí! ¡El monte se está moviendo!
—dijo con asombro, fijándose
en un gran animal tremendo
que, al dormir, estaba estirándose.

Desde detrás de un árbol viejo
apareció un ave prudente
que quería darle un consejo
para ese peligro latente.

El búho manchado africano
susurró con susto en su voz:
—¿No sabe este ratón enano
que es el felino más feroz?

¡Lo mismo la bestia está hambrienta!
—el búho le advirtió al final
y así el roedor se dio cuenta
de quién era el gran animal…

—¡Un león, pero no cualquiera!
—exclamó pasmado el ratón—.
¿Qué hace junto a mi madriguera
el propio rey, el Rey León?
                     
Viendo la melena peluda
alrededor de su cabeza,       
el pequeño, sin mostrar duda,
quedó admirado por su alteza.

«¡Qué momento tan singular!
¡No había visto seres tales!
Tengo muchas ganas de hablar
con el rey de los animales…»,

se decía, siendo atraído
por la valentía y el poder
del león osado y atrevido,
de tan digno y grandioso ser.

Se le aproximó con cuidado
a este gigante colosal
porque estaba muy interesado
en mostrarse ante él al final.

—¿Lo despierto? ¿Por dónde empiezo?
—el ratón pensaba en voz alta,
pero cuando el rey dio un bostezo,
entonces ya no hacía falta…

Sus ojos se habían cruzado
y el león le dijo enseguida:
—Yo con un único bocado
podría acabar con tu vida.

—Solo quería ser tu amigo
—musitó el roedor, honesto.
—¡Para! ¡No bromees conmigo!
—el felino rugió molesto.

—Tengo un gran respeto por ti
y aunque yo soy insignificante,
verte es un honor para mí
—le explicó su simpatizante.

El león, sin contestar nada,
simplemente se fue alejando,
pero el ratón con la mirada
en él se seguía fijando.

Sin duda alguna, el Rey León
no ansiaba tener amistad
con ningún menudo ratón,
si bien lo dejó en libertad.

El ave no pudo entender
por qué le perdonó la vida,
no obstante, se volvió a esconder
aunque estuviera confundida.

Esperando el anochecer,
el felino hizo otro reposo,
ya que planeaba emprender
un asunto dificultoso.

Finalmente, se durmió en paz
mientras la hierba lo cubría
como una especie de disfraz
en ese caluroso día.

La sabana se hacía oscura
cuando el león ya estaba listo
para su nocturna aventura
sin esperar nada imprevisto.

Cayó la noche alrededor
y oteando por todos lados
con sus ojos de cazador,
deprisa cruzaba los prados.

Este valeroso felino
cazaba con todo vigor,
mas la mala suerte intervino
poniéndolo en riesgo mayor.

No solo se quedó sin presas,
algo más estaba pasando:
lo atraparon las cuerdas gruesas
de una trampa escondida cuando…,

al sentir un sólido impacto,
de golpe, se elevó asustado
y se hizo un ovillo compacto
en lo alto de un árbol, colgado.

Una red resistente y dura
apresaba a la perfección
a esta grandísima captura,
al mismo rey, al Rey León.

Lo oprimía tan fuertemente
que no era capaz de girarse
y aun siendo de verdad potente,
no sabía cómo escaparse.

—¡He de liberarme cuanto antes!
—rugió el león preocupado,
pero sus colmillos cortantes
ni una cuerda habían dañado.

Solamente a tomar aliento
la fiera se detuvo un poco
para hacer otro duro intento,
si bien no pudo huir tampoco.

Esa red tan densa y apretada
la inmovilizó totalmente
y se vio horror en su mirada
desplazándose por su mente.

—¿Y ahora cómo me libero?
—el león rugió con tormento.
Así se quedó prisionero                            
fallando intento tras intento.

—He tenido una vida buena
y ahora es mi fin, me imagino.
—En su voz se sentía pena
por pensar en tal cruel destino.

No se veía ningún modo
de que el cautivo se salvara;
tras intentar probarlo todo,
su muerte parecía clara.

Su último rugido alargado
traspasó toda la región
y el temblor había alcanzado
incluso al pequeño ratón.

Cuando oyó este atronador ruido,
corriendo llegó de una vez
y al ver lo que había ocurrido,
actuó con mucha rapidez.

Se puso a roer y a rascar
las cuerdas gruesas de la red
y no dejó de trabajar
aun cuando le entró mucha sed.

Seguía y seguía royendo
aun cuando estaba muy cansado.
Seguía y seguía mordiendo
sin pensar que era demasiado.

El roedor no se paró
y así su empeño no fue en vano,
pues por fin la red se rompió
y el león le tendió la mano.

—¡Pequeño, gracias por tu ayuda!
Conocerte es un gran honor
—el rey habló sin ninguna duda       
pese a que fuera superior.

—Me encantaría ser tu amigo
—añadió con fuerza y pasión—.
Con mi gratitud te lo digo;
lo hago de todo corazón.

El ratón se puso contento
por esta petición tan buena
y sonriéndole tomó asiento
encima de su gran melena.

El búho en el amanecer
los vio bajo la luz serena.
—¡No me dejan de sorprender!
—exclamó ante esta rara escena.

Juntos, el ratón y el león,
cruzaron toda la sabana
con una impensable emoción
en busca de un nuevo mañana.

Desde ese instante les unía
un nexo fuerte e inseparable
y el digno rey siempre atendía
a su pequeño amigo amable,

que se sentía muy especial
por fin con su ilusión cumplida:
él mismo y su alteza real
eran amigos de por vida.

Aquí viene la moraleja
Y una notita a ti te deja.
Ojalá esta humilde lección
Un día te ayude un montón:

«Aunque seas grande y valiente,
Quizá requieras de repente
Una mano de alguien chiquito
Que te ofrezca un bien infinito».


¿ Te gustó este poema? Compártelo:
Compartiendo el poema con tus amigos en facebook ayudas a la difusión de estas bellas creaciones poéticas y ayudas a dar a conocer a los poetas.




 Compartir
Redes sociales
Facebook Twitter Google Bookmark MySpace Fresqui Meneame