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La liebre y la tortuga - Poemas de Elena Busse



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La liebre y la tortuga
Poema publicado el 24 de Noviembre de 2023

Esta historia puede ser vieja,
Pero lleva una moraleja,
Que a través del tiempo ha viajado
Al día de hoy desde el pasado.

En un bosque verde y remoto
vivía una liebre orgullosa,
que era veloz como una moto
y por eso se hizo famosa.

La liebre siempre aceleraba
de una forma tan increíble
que nunca nadie la ganaba
y se la veía invencible.

Corría por todos lados,
por todas las direcciones,
por bosques, valles y prados,
y hasta por otras regiones.

Cruzando una tierra bonita,
vio animales desconocidos,
que pasaban su tardecita
y se veían complacidos.

—¡Liebre de largos cabellos,
bienvenida a nuestro hogar!
—saludaron todos ellos
cuando la vieron llegar.

Ella saltó con elegancia
y al echar un vistazo apenas,
les dijo desde la distancia:
—¡Hola a todo el mundo! ¡Muy buenas!

Aunque se paró bruscamente
cuando una duda inesperada
le brotó de golpe en su mente
y se aproximó emocionada.

Les retó a hacer una carrera
porque quería confirmar
que adondequiera que corriera
no la podrían superar:

—Pues, es que no soy de aquí…
Y ahora yo me pregunto
quién puede ganarme a mí.
¡Resolvamos este asunto!

Pero nadie se iba a lanzar
en tan loca competición.
—¿Conmigo no os vais a enfrentar?
—les preguntó con decepción.

—¡No! Te vimos hace un momento
acelerando sin cansarte…
—Con tu fabuloso talento,
ninguno va a poder ganarte…,

sea el erizo, el sapo o el oso.
—Así que vamos a pasar
y seguir con nuestro reposo,
pero gracias por preguntar.

Los animales se excusaron,
sintiéndose así avergonzados,
si bien el reto lo evitaron
y se quedaron aliviados.

—¿Y dónde estará la meta?
—de pronto se oyó una voz.
La liebre se puso inquieta,
pensando en alguien veloz.

Y vio a una tortuga patosa,
de caparazón abultado,       
con una mirada preciosa
y sonrisa de lado a lado.

—¿De verdad te vas a atrever?
—la liebre se rio a carcajadas—
¡Ni siquiera puedes correr
con tus cortas patas pesadas!

La tortuga alzó su pulgar
de manera clara y concreta
y la liebre empezó a pensar
en qué lugar poner la meta…:

«Pues, no conozco a mi rival…
¿Cuál sería un gran desafío?
¡Ah! ¡Tengo una idea genial
para meterla en un buen lío!»

Por eso fijó el objetivo
de cruzar el bosque completo,
pero incluso siendo excesivo,
la tortuga aceptó este reto.

—Aunque me mueva lentamente,
podré lograr el objetivo
—la tortuga habló firmemente,
añadiendo—: ¡Está bien! Me inscribo.

—¡Vaya! ¡Menuda corredora!
—la liebre se rio nuevamente.
Sin embargo, concretó la hora
para verse al día siguiente.

Al llegar la hora convenida,
mirando a su rival con gorra,
la liebre exclamó sorprendida:        
—¡Es imposible que ella corra!

Las contrincantes calentaron,
el oso subió la bandera
y los demás se aproximaron
para ver la extraña carrera.

—Y… preparadas, listas, ¡ya!
—el sapo anunció la salida.
«¡La tortuga no ganará!»,
tuiteó la liebre engreída.

Las dos salieron a la vez,
aunque la liebre en un instante,
fácilmente y con rapidez,
se le colocó por delante.

«¡Pero mira qué tontería!»,
reflexionó el búho real,
pues la tortuga no tenía
para correr nada especial.

Era obvio para todo el mundo
que, por la ventaja evidente,
la lucha ni por un segundo
podría ponerse caliente.

La liebre, como una tormenta,
iba a toda velocidad.
—¡Tortuga, no seas tan lenta!
—gritó con superioridad.

En cambio, su rival discreta
seguía poquito a poquito,
solo fijándose en la meta,
sin hacerle caso a aquel grito.

Iba con ganas y firmeza,
ansiando alcanzar el final,
con una idea en su cabeza:
su desafío personal.

—¡Da igual lo de mi lentitud!
¡No me rendiré en ningún caso!       
—Con su positiva actitud,
se daba ánimos paso a paso.

Mientras tanto, su contrincante
se encontraba a mucha distancia,
pero ya no era tan constante
ni daba a la meta importancia.

Se despistaba por las flores,
más tarde, por las mariposas;
miraba los alrededores,
gozando de tan lindas cosas.

Subió unos selfis a la red
con su sonrisa superbella
y a la vez sintió mucha sed
de convertirse en una estrella.

«Un amor y un tierno besito
le mando a cada seguidora»,
en su Instagram lo dejó escrito
y se imaginó ganadora.

Así venció su vanidad
y olvidándose del destino,
se durmió con tranquilidad
bajo la sombra de un gran pino.

Y mientras la liebre soñaba
con que era lo más de lo más,
con cada pasito que daba,
la tortuga la dejó atrás.

—Poco a poco me desplazo.
Al final me estoy acercando.
Llegaré en muy corto plazo
—la tortuga iba cantando.

Los animales y aves juntos
esperaban al otro lado,
porque de todos sus asuntos
no había otro más delicado.

Lenta pasaba hora tras hora.
—¡Esto ya no tiene sentido!
¿A qué se debe tal demora?
—el búho preguntó aturdido.

Y en ese preciso momento,
la torpe del caparazón              
les mostró a todos su talento,
que era la determinación.

Por más que estuviera cansada,
andaba y no se detenía
e iba brillando su mirada,
con mucho ánimo todavía.

Entre vítores y ovaciones,
cruzó la línea de meta
y se ganó sus corazones
con esta victoria completa.

Cuando la liebre despertó
de repente, por un pitido,
cogió el móvil y se temió
que tal vez había perdido.

Y con amargura lloró
al leer los nuevos mensajes,
y con frustración lamentó
haber observado paisajes.

«Solo miré una vista hermosa…
y unas flores de gran belleza…
y una graciosa mariposa...»,
fue repasando en su cabeza.

«Y si solo dormí un ratito,
¿cómo esto ha podido ocurrir?
¡Claro! Es por mi culpa, lo admito.
Por eso, así no me puedo ir».

La liebre saltó entre matojos,
recorrió todo el robledal
y en un abrir y cerrar de ojos,
llegó a la línea final.

Y dijo a la lenta andadora:
—Tortuga, te he infravalorado.
¡Tú eres la justa ganadora!
¡Qué logro tan inesperado!

Oyendo unos "enhorabuena",
la liebre se fue sin honores.
Es cierto que sentía pena,
mas reconoció sus errores.

Aquí viene la moraleja
Y una notita a ti te deja.
Ojalá esta humilde lección
Un día te ayude un montón:

«Lograrás tu gran objetivo
Siempre que seas positivo.
Además, debes esforzarte
Y sin excusas aplicarte».


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