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(invierno, 1839) - Poemas de Félix Hangelini



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(invierno, 1839)
Poema publicado el 07 de Mayo de 2009


“Los relojes de Stuttgart acaban de dar las doce de la noche.”
F. CHOPIN



Amada Polonia los ojos de Armandine
se parecen a los tuyos: tienen grandes valles
y espesos montes sin carreteras
el brillo de la nieve esperando un dios descontrolado
los ojos de Armandine con la furia del hombre
que ya ha vencido
el humo de sus cigarros se mezcla
con la histeria ah Polonia esos ojos
nadie sabe retenerlos ni aun el cielo de la Tramontana
derramándose en mí tendrías que pensar
qué durará de ti tras el invierno
volcado a una distancia irascible a esos paseos
frágiles por Montmartre o las mansiones de la mano
de Armandine bajo la airada visión de sus amantes
tendrías que pensar amada Polonia cuánto de ti
aún sangra esta nariz que soporta velozmente sus charcos
y busca apresurada angostos caminos
de una muerte sin importancia
qué podría saber esta copa de plata
que ha pellizcado el seno cauteloso
de tu tierra qué más da el puñado de tierra cansada
y seca que han de instaurar sobre el cadáver
del niño vacío ah Armandine
no estás llegando mientras te pienso
en el tamborileo de las gotas
llueve incluso
llueve desesperadamente sobre esta nube sin signos sin dios
y sin Polonia llueve sobre el largo camino que me aleja de ti
apenas siento un la bemol
golpeando incesantemente en el oído
como un dedo payés que me horroriza
detén ah Armandine la carga esas piedras que te arrancan
voces tediosas de la conciencia como animales
salvajes ah Armandine tras la Polonia que me asiste
en caminos angostos hasta una cima mental
hasta una puerta que conduce a ningún sitio
al hambre en esta noche de brazos caídos
al centro de la mesa entíbiame los pies
apenas llegues apenas rompas el estar solo
con la enorme oscuridad que también te abarcaría
ah Armandine con tus labios de pólvora
si tus ojos no están no existe Polonia
ni esa bahía que me paro a contemplar
mientras toso fuertemente y una lluvia fría invade mi esperanza
sombra fría cal viajando dentro de mí
como caballo de fuego
como lenguas de cerdos de almavisca y grana
puntuales como la hora sagrada en los relojes de Stuttgart
que se posan en la ermita de la Trinidad
pronto seré uno más sonreiré en la fila armoniosa de los elegidos
y desde allí ah Armandine tus ojos sabrán la anhelante belleza
de un blanco guante que no ha estado en las teclas
de mi piano y este invierno lleno de naranjos fértiles
desde la primavera de Botticelli instalada en los parterres
de la razón en esta celda número cuatro
donde el polvo se va tragando la fuga
no apareces si te pienso

que ninguna verdad se parece a tus ojos
aún habrás de acudir con el veneno estoy
perdido en el tintineo de la gota de agua
que romperá el techo violará mi carne
entrará en el angosto camino en la usada Polonia
para ver al caballo de fuego
orinando mi noche como a una alcancía de eternidades
que se cierran intactas en tus ojos.


tomado de La Devastación. La imaginación de la Bestia, Valladolid: Fundación Jorge Guillén, 2006, p. 22-24


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