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La muerte. - Poemas de Gilberto Espinoza Hernández



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La muerte.
Poema publicado el 14 de Enero de 2011

Solos hay una certeza en la vida; todos vamos a morir. No existe ser inmortal, más tarde o más temprano la muerte arrasa con cada uno. Es un destino que se cumple de manera implacable y puntual. Y sin embargo, cuando la muerte acaba con un ser querido nos sacude la tristeza y el dolor. Nada consuela el conocimiento de que la muerte es inescapable y de que ese es el único destino indiscutible. Quizá esa sea la mayor paradoja: saber que el desenlace es inevitable y no podemos aceptarlo emocionalmente. Razón y emoción se desmenuzan en ella, para la primera; la muerte es un fenómeno natural, previsible, incluso rutinario. Para la segunda; un acto cercenador, inasible, injusto.
¨Asi es la vida¨, solemos decir. Y en efecto, la distancia anímica con la muerte tiende a banalizar ese hecho definitivo. Y más cuando se trata de una persona cercana, la situación es irreparable y se convierte en una perdida absoluta, irreversible, concluyente.
Nada puede compensar la desaparición, es el fin al que estamos condenados desde el momento en que nacemos. No reviste ninguna sorpresa pero al mismo tiempo cimbra el mal construido de nuestras certezas, todo depende de la distancia emocional con quien fallece. Muerte y desaparición son sinónimas. Para quien muere es el final, para los sobrevivientes la forja de un vacío incomprensible. Un hueco vital que encoje la vida y le resta sentido. Por eso pregunto: ¿Por qué este acontecimiento tan normal despierta tanta curiosidad y tanto horror?, ¿Por qué la muerte siempre es una especie de escándalo?, quizá por que quien desaparece es alguien singular, irrepetible, único. Y sabemos o intuimos que con su partida la vida se vuelve mas áspera y solitaria, mas lúgubre y doliente. No hay por ello posibilidad alguna de prepararse para aceptarla sin estremecimiento, para asimilarla sin sufrir. Y es esa supresión de tajo que siempre nos parece anticipada lo que genera una rabia que no puede tener destino fijo, un malestar amorfo y confuso contra ¨las injusticias de la vida¨. No habría necesidad de que algo así sucediera. Porque en efecto, no habría necesidad… la muerte también es un aviso: no hay otra salida. Durante una larga etapa de la vida no pensamos en la muerte. Se trata de algo distante, que les sucede a otros, y la muerte de aquellos a los que queremos nos recuerda que también nos pasa a nosotros y la distancia tiende a acortarse. Un eco nos recuerda que a la muerte hay que tomarla en serio. Lo que tiene que suceder, sucederá. Solo la memoria es capaz de retener algunas estampas mal armadas de lo que fue una vida. Se trata de retazos inarmónicos, de destellos incoherentes, pero es todo lo que queda en una vida única e intransferible. Al final, la muerte de alguien nos convierte de manera súbita e inapelable en sobrevivientes, que solo esperan un turno en esta otra llamada vida.


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