Cuando ya no esté
Poema publicado el 14 de Junio de 2018
Cuando ya no esté, voy a estar de cualquier modo, voy a estar en pedacitos, trocitos que fui dejando adrede, o que se me fueron cayendo a lo largo de la existencia.
Trocitos que fui agarrando, que se me pegaron a mí, de otros, de mi gente, o de otra gente, que simplemente fui regando por la vida
Esos pedazos van cayendo sobre los demás, cuando saludo, cuando me importo por lo que les pasa, cuando acompaño o cuando simplemente saben que estoy.
Mientras eso va pasando, se me pegan sus trocitos, que me van dejando enseñanzas, que luego utilizo y comparto.
Cuando alguien no está, se lo puede recordar por lo bueno, o por lo malo, todos tenemos esa dualidad, está en nosotros pasar por el tamiz del sentido común, que sirve y qué no, y actuar en consecuencia.
Cuando ya no esté, no quiero que mi recuerdo sea dolor, si realmente hice lo debido, será tal vez, algo de tristeza, pero en el fondo quedará el amor. El que puse para vivir, a veces doloroso, pero mucho más, dichoso.
Si tuviera que describir como lucirían esos pedacitos, lo haría diciendo que lucen como aquellos acolchados de retazos que hacían nuestras abuelas.
Retazos tomados de los abuelos, de los padres, hermanos, amigos, vecinos, maestros, retazos de la vida misma que fueron formando el diseño final, una infinidad de trozos diferentes que al embrujo del tiempo, conformaron el edredón más hermoso, mi vida.
Pero esta vida no fue solo mía en realidad, tiene trocitos de otras vidas, tantas que no se pueden describir más que como “la vida”. Entonces, cuando ya no esté, no solo van a quedar mis retazos, sino todos los que traía, los que conseguí por mí mismo y fueron quedando en otros acolchados, que al fin de cada tiempo, será el pasado, que fluye hacia el futuro.
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Poema publicado el 14 de Junio de 2018
Cuando ya no esté, voy a estar de cualquier modo, voy a estar en pedacitos, trocitos que fui dejando adrede, o que se me fueron cayendo a lo largo de la existencia.
Trocitos que fui agarrando, que se me pegaron a mí, de otros, de mi gente, o de otra gente, que simplemente fui regando por la vida
Esos pedazos van cayendo sobre los demás, cuando saludo, cuando me importo por lo que les pasa, cuando acompaño o cuando simplemente saben que estoy.
Mientras eso va pasando, se me pegan sus trocitos, que me van dejando enseñanzas, que luego utilizo y comparto.
Cuando alguien no está, se lo puede recordar por lo bueno, o por lo malo, todos tenemos esa dualidad, está en nosotros pasar por el tamiz del sentido común, que sirve y qué no, y actuar en consecuencia.
Cuando ya no esté, no quiero que mi recuerdo sea dolor, si realmente hice lo debido, será tal vez, algo de tristeza, pero en el fondo quedará el amor. El que puse para vivir, a veces doloroso, pero mucho más, dichoso.
Si tuviera que describir como lucirían esos pedacitos, lo haría diciendo que lucen como aquellos acolchados de retazos que hacían nuestras abuelas.
Retazos tomados de los abuelos, de los padres, hermanos, amigos, vecinos, maestros, retazos de la vida misma que fueron formando el diseño final, una infinidad de trozos diferentes que al embrujo del tiempo, conformaron el edredón más hermoso, mi vida.
Pero esta vida no fue solo mía en realidad, tiene trocitos de otras vidas, tantas que no se pueden describir más que como “la vida”. Entonces, cuando ya no esté, no solo van a quedar mis retazos, sino todos los que traía, los que conseguí por mí mismo y fueron quedando en otros acolchados, que al fin de cada tiempo, será el pasado, que fluye hacia el futuro.
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