Natural meliflua
Poema publicado el 01 de Marzo de 2024
Eres tan natural, Meliflua,
cuando tu rostro acercas al amado…
Escucho tu sonrisa.
Sí, la escucho.
Y veo cómo las lunas rizadas de tu pelo
van bajando hasta el escote.
Eres tan natural, Meliflua,
cuando tu rostro acercas al amado…
Él permite que los azules del cielo
se deslicen tras su espalda.
Y tú sientes más próspero el destino:
ese que se va escribiendo
con palabras aparentes y silencios.
Raya la luz de tus ojos, que cual sombras
en el bosque tiemblan, su cabello.
Él se aparta sin moverse,
con una inclinación de sus adentros.
Yo leo entre líneas,
leo entre las líneas explícitas
de este momento que he inmortalizado.
Eres tan natural, Meliflua,
cuando tu rostro acercas al amado…
Pero sus labios se arrugan y callan.
Escucho en la parquedad de sus palabras
un pensamiento de desprecio.
Yo también me contengo:
es mi rabia por la pena
que mañana acaso te acompañe.
No vayas a imaginar lo que el amor
no te permite comprender ahora.
No imagines.
No imagines.
Pero algún día me contarás, Meliflua…
Ay de nuestro destino,
ese que vamos escribiendo
con palabras equívocas y desatinadas.
No supliques, Meliflua, no supliques,
pues de tal incomprendido verbo
es de donde brotarán tus lides.
Ruega sólo a Dios
si has de rogar un día.
De entre las palabras y los silencios
está el ser; estás tú, Meliflua;
estoy yo; está él.
Eres tan natural, Meliflua,
cuando tu rostro acercas al amado…
El nácar de tu mano acaricia
el macilento quieto de su mano.
Él empuña una daga transparente
que tan sólo yo puedo advertir.
Guardo tu expresión radiante,
pues he inmortalizado ese momento.
Eres tan natural, Meliflua…
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Poema publicado el 01 de Marzo de 2024
Eres tan natural, Meliflua,
cuando tu rostro acercas al amado…
Escucho tu sonrisa.
Sí, la escucho.
Y veo cómo las lunas rizadas de tu pelo
van bajando hasta el escote.
Eres tan natural, Meliflua,
cuando tu rostro acercas al amado…
Él permite que los azules del cielo
se deslicen tras su espalda.
Y tú sientes más próspero el destino:
ese que se va escribiendo
con palabras aparentes y silencios.
Raya la luz de tus ojos, que cual sombras
en el bosque tiemblan, su cabello.
Él se aparta sin moverse,
con una inclinación de sus adentros.
Yo leo entre líneas,
leo entre las líneas explícitas
de este momento que he inmortalizado.
Eres tan natural, Meliflua,
cuando tu rostro acercas al amado…
Pero sus labios se arrugan y callan.
Escucho en la parquedad de sus palabras
un pensamiento de desprecio.
Yo también me contengo:
es mi rabia por la pena
que mañana acaso te acompañe.
No vayas a imaginar lo que el amor
no te permite comprender ahora.
No imagines.
No imagines.
Pero algún día me contarás, Meliflua…
Ay de nuestro destino,
ese que vamos escribiendo
con palabras equívocas y desatinadas.
No supliques, Meliflua, no supliques,
pues de tal incomprendido verbo
es de donde brotarán tus lides.
Ruega sólo a Dios
si has de rogar un día.
De entre las palabras y los silencios
está el ser; estás tú, Meliflua;
estoy yo; está él.
Eres tan natural, Meliflua,
cuando tu rostro acercas al amado…
El nácar de tu mano acaricia
el macilento quieto de su mano.
Él empuña una daga transparente
que tan sólo yo puedo advertir.
Guardo tu expresión radiante,
pues he inmortalizado ese momento.
Eres tan natural, Meliflua…
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