Súplica de un árbol
Poema publicado el 01 de Marzo de 2024
Aves de extensos brazos,
sombras que van danzando entre los claros,
luces que parpadean sobre el aire
y un rugido de animal en lucha me persiguen.
Escucho el agitarse de la fiera encadenada.
¡Auxilio!
¡Ayuda!
Las sombras son cada vez más decididas:
desbocadas como ráfagas de viento.
Las luces palpitan en un blanco hirviente.
Un agudo ronquido que no desaparece
recorre la atmósfera de la mañana.
Pájaros gigantes planeando a baja altura
en un espacio que se va acortando.
¡Socorro!
¡Ayuda!
Este desconocido ser me amenaza
con un movimiento que no acabo de entender.
Aves de extensos brazos, sombras, luces
y un rugido de animal en lucha me persiguen.
Escucho el agitarse de la fiera encadenada.
¡Dejadme ir!
¡Dejadme ir!
No puedo huir, clavado estoy al suelo.
No puedo enfrentarme a los brazos que me agarran.
¡Dejadme ir!
¡Dejadme ir!
¡Socorro!
¡Ayuda!
El ser abominable sacude mi cabello,
que se va derramando como verde lluvia.
Unas fauces atiborradas de dientes
—bruñidos casi en un argento de espada—
han mordido mi cuerpo: mis alas tiemblan.
Mis pies están quietos.
Veo caer la lluvia verde.
¡Dejadme ir!
¡Dejadme ir!
¡Socorro!
¡Ayuda!
¿ Te gustó este poema? Compártelo:
Poema publicado el 01 de Marzo de 2024
Aves de extensos brazos,
sombras que van danzando entre los claros,
luces que parpadean sobre el aire
y un rugido de animal en lucha me persiguen.
Escucho el agitarse de la fiera encadenada.
¡Auxilio!
¡Ayuda!
Las sombras son cada vez más decididas:
desbocadas como ráfagas de viento.
Las luces palpitan en un blanco hirviente.
Un agudo ronquido que no desaparece
recorre la atmósfera de la mañana.
Pájaros gigantes planeando a baja altura
en un espacio que se va acortando.
¡Socorro!
¡Ayuda!
Este desconocido ser me amenaza
con un movimiento que no acabo de entender.
Aves de extensos brazos, sombras, luces
y un rugido de animal en lucha me persiguen.
Escucho el agitarse de la fiera encadenada.
¡Dejadme ir!
¡Dejadme ir!
No puedo huir, clavado estoy al suelo.
No puedo enfrentarme a los brazos que me agarran.
¡Dejadme ir!
¡Dejadme ir!
¡Socorro!
¡Ayuda!
El ser abominable sacude mi cabello,
que se va derramando como verde lluvia.
Unas fauces atiborradas de dientes
—bruñidos casi en un argento de espada—
han mordido mi cuerpo: mis alas tiemblan.
Mis pies están quietos.
Veo caer la lluvia verde.
¡Dejadme ir!
¡Dejadme ir!
¡Socorro!
¡Ayuda!
¿ Te gustó este poema? Compártelo:
Compartiendo el poema con tus amigos en facebook ayudas a la difusión de estas bellas creaciones poéticas y ayudas a dar a conocer a los poetas.
