Tarde en el río
Poema publicado el 01 de Marzo de 2024
Un puente me lleva hasta el límite final
del más invisible panorama
—solamente el puente ante mis ojos—.
Sin más mancha que apague mi celo
por descubrir cualquier escena,
mi contento se torna languidez.
Mientras del río que me está aguardando
y que me hace sentir cierta nostalgia,
nada puedo decir más que es regalo.
Abanico con el aire de mi aliento
las aguas del río transparente.
Y aviento el descanso del fluido
donde ya ondea mi cuerpo sin escamas.
Rechinan mis dientes….
Un escalofrío me recorre…
El vacío quiere ahogarse en el vacío…
El puente de madera y un chasquido:
chasquido de bosque…
Cabe el río en mis manos, todo él cabe.
Nada tan turbio como la memoria,
nada tan extenso como el río transparente.
Desaparece el agua de mis manos.
En su querer huir quiebra el agua.
No la veo.
Sólo la siento como un cristal que rompe.
El puente de madera cruza el río transparente,
el chorro glacial y soñoliento
que transcurre sin dejarse ver.
El puente cruza el río donde mi cuerpo
sin escamas se recrea.
Mi fatiga contiene los recuerdos.
Va calmando la tarde…Calma la tarde
cuando la carencia del todo reconozco.
Me separan mil tardes del puente,
del puente de madera que cruza el río.
Y todo es incorpóreo, salvo el puente,
salvo mi cuerpo sin escamas.
¿Hay una pizca de nada?
Pero en torno a mí existe un algo:
no creo que me envuelva una quimera.
Estoy, pues me moja el agua trasparente,
el agua que desaparece de mis manos,
que no ha estado nunca en ellas.
Me separan mil tardes del puente,
del puente de madera que el río cruza.
Tanto disto del destino que siquiera
salvará el río transparente la sospecha
de que existe, de que existo. ¿Existo?
Y todo es transitable, abierto, espacioso,
espacioso, espacioso, transitable…
Y todo es imperceptible, irreal, aparente…
Me separan mil tardes del puente,
del puente de madera que el río cruza.
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Poema publicado el 01 de Marzo de 2024
Un puente me lleva hasta el límite final
del más invisible panorama
—solamente el puente ante mis ojos—.
Sin más mancha que apague mi celo
por descubrir cualquier escena,
mi contento se torna languidez.
Mientras del río que me está aguardando
y que me hace sentir cierta nostalgia,
nada puedo decir más que es regalo.
Abanico con el aire de mi aliento
las aguas del río transparente.
Y aviento el descanso del fluido
donde ya ondea mi cuerpo sin escamas.
Rechinan mis dientes….
Un escalofrío me recorre…
El vacío quiere ahogarse en el vacío…
El puente de madera y un chasquido:
chasquido de bosque…
Cabe el río en mis manos, todo él cabe.
Nada tan turbio como la memoria,
nada tan extenso como el río transparente.
Desaparece el agua de mis manos.
En su querer huir quiebra el agua.
No la veo.
Sólo la siento como un cristal que rompe.
El puente de madera cruza el río transparente,
el chorro glacial y soñoliento
que transcurre sin dejarse ver.
El puente cruza el río donde mi cuerpo
sin escamas se recrea.
Mi fatiga contiene los recuerdos.
Va calmando la tarde…Calma la tarde
cuando la carencia del todo reconozco.
Me separan mil tardes del puente,
del puente de madera que cruza el río.
Y todo es incorpóreo, salvo el puente,
salvo mi cuerpo sin escamas.
¿Hay una pizca de nada?
Pero en torno a mí existe un algo:
no creo que me envuelva una quimera.
Estoy, pues me moja el agua trasparente,
el agua que desaparece de mis manos,
que no ha estado nunca en ellas.
Me separan mil tardes del puente,
del puente de madera que el río cruza.
Tanto disto del destino que siquiera
salvará el río transparente la sospecha
de que existe, de que existo. ¿Existo?
Y todo es transitable, abierto, espacioso,
espacioso, espacioso, transitable…
Y todo es imperceptible, irreal, aparente…
Me separan mil tardes del puente,
del puente de madera que el río cruza.
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