A los que lloran la madrugada
Poema publicado el 18 de Julio de 2009
A los que lloran la madrugada.
Vestimos al dolor de gardenias,
Y nos preguntamos que es lo que nos aqueja,
Nos embriagamos del aroma de las rosas,
Y nos preguntamos a que vino se le asemeja.
Es la maldición de los que lloran a la madrugada,
Al devenir de una nueva mañana,
Al brote de agua joven que limpia agua mal pasada,
Al brote de lluvia que destroza telaraña.
Los atardeceres recuerdan momentos,
Aquellos momentos que recuerdan contentos,
Aquellas viejas emociones que ahora son anhelos,
Aquellos momentos, que una vez creyeron eternos.
Es la maldición de los que lloran a la madrugada,
Que maldicen la fatiga de la desvelada,
Que no reciben un beso en las mañanas,
Que solo viven de recuerdos y fantasmas.
Fundimos la rosa de cristal,
Y nos preguntamos que pudo salir mal,
Escribimos un poema a las cuatro y media,
A esa hora porque nadie se despierta.
Es la maldición de nosotros,
Los que dejamos corazones ahogados,
Los que en la calle van regando suspiros,
Porque suspiros son besos desaprovechados.
Vestimos a la aventura de tragedia,
Nos damos a la tarea de lo imposible,
Teniendo en cuenta que será verdad media,
Teniendo en cuenta que la mentira es invisible.
Es la maldición de los que lloran a la madrugada,
De los que desperdician lagrimas como se gasta agua,
De los que se atraen por una indefinida monada,
De los que van dirigidos por el dirigido de la manada.
Es el castigo al hobby matutino,
Es por retar al joven cupido,
Es por dejarse llevar por la belleza de lo fino,
Es por ahogar corazones, a las orillas de nuestro propio Nilo.
Poema publicado el 18 de Julio de 2009
A los que lloran la madrugada.
Vestimos al dolor de gardenias,
Y nos preguntamos que es lo que nos aqueja,
Nos embriagamos del aroma de las rosas,
Y nos preguntamos a que vino se le asemeja.
Es la maldición de los que lloran a la madrugada,
Al devenir de una nueva mañana,
Al brote de agua joven que limpia agua mal pasada,
Al brote de lluvia que destroza telaraña.
Los atardeceres recuerdan momentos,
Aquellos momentos que recuerdan contentos,
Aquellas viejas emociones que ahora son anhelos,
Aquellos momentos, que una vez creyeron eternos.
Es la maldición de los que lloran a la madrugada,
Que maldicen la fatiga de la desvelada,
Que no reciben un beso en las mañanas,
Que solo viven de recuerdos y fantasmas.
Fundimos la rosa de cristal,
Y nos preguntamos que pudo salir mal,
Escribimos un poema a las cuatro y media,
A esa hora porque nadie se despierta.
Es la maldición de nosotros,
Los que dejamos corazones ahogados,
Los que en la calle van regando suspiros,
Porque suspiros son besos desaprovechados.
Vestimos a la aventura de tragedia,
Nos damos a la tarea de lo imposible,
Teniendo en cuenta que será verdad media,
Teniendo en cuenta que la mentira es invisible.
Es la maldición de los que lloran a la madrugada,
De los que desperdician lagrimas como se gasta agua,
De los que se atraen por una indefinida monada,
De los que van dirigidos por el dirigido de la manada.
Es el castigo al hobby matutino,
Es por retar al joven cupido,
Es por dejarse llevar por la belleza de lo fino,
Es por ahogar corazones, a las orillas de nuestro propio Nilo.
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