En los aledaños del amor
Poema publicado el 10 de Diciembre de 2010
Una madre amamantando a un niño
crea a su alrededor un espacio indefinible.
Para unos,
ese espacio es la parte más alta
del profundo abismo de lo olvidado;
para otros,
las faldas de esa gran montaña
llamada porvenir.
Quizá esto se deba simplemente
a una cuestión de circunstancias.
Por ejemplo: no es lo mismo
ver amamantar a un niño a primera hora de la mañana
-cuando el alba aún parece otro niño recién nacido-
que hacerlo a última hora de la tarde,
donde apenas quedan expectativas por el devenir.
(Muy distinto es ver amamantar a un hijo
en mitad de la noche:
los grillos, las lechuzas,
el tic-tac de los relojes
se escuchan entonces como lejanas
letanías de nostalgia).
Hay quien piensa que las madres en Octubre
tienen propensión a la melancolía,
y que en Primavera
cambian esa mirada austera y protectora ante el Invierno
por otra luminosa y cargada de futuro.
Pero cuando una madre
amamanta a un niño y se escucha decirle al oído, bajito,
cosas como éstas:
pequeño
bendito
querubín del cielo
sólo se sabe con certidumbre
que se transita por los aledaños silenciosos del amor.
Una madre amamantando a un hijo ante nuestros ojos
crea a su alrededor un espacio tan vasto y tan enorme
que sólo cabe en ese pequeño corazón que late
-como un pájaro dormido-
junto al amparo dulce de su pecho.
--oOo--
¿ Te gustó este poema? Compártelo:
Poema publicado el 10 de Diciembre de 2010
Una madre amamantando a un niño
crea a su alrededor un espacio indefinible.
Para unos,
ese espacio es la parte más alta
del profundo abismo de lo olvidado;
para otros,
las faldas de esa gran montaña
llamada porvenir.
Quizá esto se deba simplemente
a una cuestión de circunstancias.
Por ejemplo: no es lo mismo
ver amamantar a un niño a primera hora de la mañana
-cuando el alba aún parece otro niño recién nacido-
que hacerlo a última hora de la tarde,
donde apenas quedan expectativas por el devenir.
(Muy distinto es ver amamantar a un hijo
en mitad de la noche:
los grillos, las lechuzas,
el tic-tac de los relojes
se escuchan entonces como lejanas
letanías de nostalgia).
Hay quien piensa que las madres en Octubre
tienen propensión a la melancolía,
y que en Primavera
cambian esa mirada austera y protectora ante el Invierno
por otra luminosa y cargada de futuro.
Pero cuando una madre
amamanta a un niño y se escucha decirle al oído, bajito,
cosas como éstas:
pequeño
bendito
querubín del cielo
sólo se sabe con certidumbre
que se transita por los aledaños silenciosos del amor.
Una madre amamantando a un hijo ante nuestros ojos
crea a su alrededor un espacio tan vasto y tan enorme
que sólo cabe en ese pequeño corazón que late
-como un pájaro dormido-
junto al amparo dulce de su pecho.
--oOo--
¿ Te gustó este poema? Compártelo:
Compartiendo el poema con tus amigos en facebook ayudas a la difusión de estas bellas creaciones poéticas y ayudas a dar a conocer a los poetas.