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Juguete comico: telayas 2 - Poemas de José Ramón Muñiz Álvarez



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Categoría: Poemas de Amor
Juguete comico: telayas 2
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2010

José Ramón Muñiz Álvarez
“LOS AMORES DE LA MOCEDAD” O “DESPUÉS DE LAS TELAYAS”
(JUGUETE CÓMICO-LÍRICO EN UN
Acto único)

CONTINUACIÓN

Han dejado de cantar y FERMÍN se dispone a liar un cigarro de picadura.

CARLOS: No hay puerto más marinero
que el puerto de nuestra villa,
cuya piedra es maravilla
del oficioso cantero.
PEDRO-. En todo el mar traicionero,
no hallarás mayor firmeza,
pues, frente al mar, con dureza,
es victorioso castillo,
y, si bien es tan sencillo,
hace gala a su rudeza.
FERMÍN: Cuando el sol de la mañana
saluda, al amanecer,
ve sus muros con placer
y alegría soberana.
PEDRO: La más pequeña chalana,
la más humilde barquilla
tiene segura la quilla
del golpe del mar furioso
si es que el embite alevoso
pretende hacerla mancilla.
CARLOS: El mar, con fuertes pasiones,
ha, en otros puertos podido,
mas aquí, nunca ha abatido
las tristes embarcaciones.
FERMÍN: Y, fieras, como leones,
las olas ya lo han intentado.
Pero jamás han logrado
destrozar alguna barca,
cosa que ha pasado en Luarca
y que hasta en Tapia ha pasado.
PEDRO: Y es que es joven vuestra edad,
que es la vuestra edad más tierna.
Yo vi la mayor galerna
que admiró la cristiandad.
Malos tiempos, la verdad,
si hacéis caso a lo que digo:
faltó alimento y abrigo
a la gente pescadora.
No se vio luz a la aurora.
Pongo a Dios como testigo.
FERMÍN: Y no me digáis que el cura
me tratará de blasfemo,
que yo vi partirse un remo
en medio de la locura,
entre la penumbra oscura
de la espuma y la tormenta.
CARLOS: Diréis que este viejo inventa,
que es perillán mentiroso
el marinero orgulloso
que se inventa lo que cuenta.
Son caprichosos los mares,
pero nadie se sorprende:
acaso si el mar se enciende
pueden temblar los altares.
FERMÍN: Yo vi cosas singulares
cuando, al pescar el bonito,
se levantaba, en granito
la furia del oleaje
derramando su coraje,
todo su genio maldito.
Terrible asesino el mar…
la vida en la costa es dura,
y me llena de amargura
y bien me da qué pensar:
no quiero ver enviudar
a mis hijas, que es bastante
a una madre delirante
ver colmada de dolor,
cuando a mi padre el furor
arrancó del mar constante.


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