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Juguete cómico: telayas 3 - Poemas de José Ramón Muñiz Álvarez



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Categoría: Poemas de Amor
Juguete cómico: telayas 3
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2010

José Ramón Muñiz Álvarez
“LOS AMORES DE LA MOCEDAD” O “DESPUÉS DE LAS TELAYAS”
(JUGUETE CÓMICO-LÍRICO EN UN
Acto único)

CONTINUACIÓN

A FERMÍN se le escapa una lágrima.

PEDRO: ¿No tienes tú a la pequeña
en amores enredada?
FERMÍN: ¿Por qué lo dices?
PEDRO: Por nada.
FERMÍN: ¡Menuda carga de leña!
Acaso este loco sueña,
decir que mi hija menor,
sin edad, siente el amor
o que amor siente sin años.
CARLOS: No son sucesos extraños,
que es el amor bienhechor.
Y es que en la ermita la vieron
anteayer unas vecinas.
FERMÍN: Rumor de lenguas mezquinas
que no saben qué dijeron.
CARLOS: Yo sí lo sé: refirieron
que anda la niña a la tarde,
escondiéndose, cobarde,
para ver a un muchachuelo.
FERMÍN: ¡Qué dices! ¡Válgame el cielo!
CARLOS: Y él del amor hace alarde.
De buena familia viene
y es serio y trabajador,
hombre formal, cumplidor
de los que la villa tiene.
No es raro que de amor pene,
porque la niña ha crecido.
FERMÍN: Mas quién es el malnacido,…

Pausa.

CARLOS: Malnacido no, que es bueno.
FERMÍN: No me llenes de veneno,
porque me habrás conocido.
Eulalia es buena, ¿lo sabes?,
llena de pura inocencia,
para que, con mala ciencia,
le causen males tan graves.
Ahora sigue, hasta que acabes
de contar todo el suceso.
CARLOS: No hay que llegar al exceso,
cálmate y déjame hablar,
pues te lo voy a explicar.
FERNMÍN: Estoy de impaciencia preso.
Porque Eulalia es inocente
y está llena de pureza.
CARLOS: Siempre tú con tu rudeza.
Y el chico no es mala gente.
Para que no me violente,
déjame, por fin hablar.
FERMÍN: Habla, te quiero escuchar.
Quiero todos los detalles.
CARLOS: ¿Y no te dicen que calles?
FERMÍN: Pues empieza a relatar.

Pausa.

CARLOS: Esto viene de hace un año,
más o menos, cuando, al alba,
a Eulalia vi con un mozo
el día de la Atalaya.
Y, cogidos de la mano
los vi, que no es cosa rara,
caminando por la arena
oscura por la pizarra.
Por tener donde encontrarse,
se encontraron en la playa,
donde, como siempre suelo,
voy a pescar con la caña.
Allí los miré pensando
qué será lo que allí pasa,
para entender lo que había,
que todo y uno no es nada.
¿No te acuerdas tú que Antona
andaba tan escamada
cuando supo que a la niña
en secreto cortejabas?
FERMÍN: Y estoy casado con ella.
CARLOS: Mira lo bien que lo captas.
FERMÍN: Pero no es lo mismo, Carlos,
que estás hablando de Eulalia.
PEDRO: De Eulalia, sí, que es tu hija.
CARLOS: Y, como el amor les manda,
porque son jóvenes chicos,
se ven en secreto al alba,
si no al alba, por la tarde,
donde queda la Atalaya,
porque los enemamorados
suelen buscar paz callada.
Tuvimos nosotros tiempo:
recuerda la edad pasada,
cuando, buscando el amor,
amando la mar en calma,
con las niñas que queríamos,
mirábamos olas mansas
que siguen siendo testigos
de la juventud pasada.
FERMÍN: Que me guarde el alto cielo…
Dios no lo quiera, por nada.
si lo que dices es cierto,
soy yo capaz de matarla.
CARLOS: ¿Ves que te pones nervioso?
Haz el favor, oye y calla.
también tú sentiste el aire
rozando, leve, tu cara,
de los amores hablando,
de los rumores del alma.
Y es lo que tiene tu hija:
que sueña, que gime y ama.
FERMÍN: No sigas, porque no quiero
escucharos más. Ya basta.
CARLOS: Si no quieres entenderlo,
sobran, pues tantas palabras.
FERMÍN: También yo mismo lo pienso,
de manera que, calladas,
mejor están vuestras lenguas
para que no digan nada.
Y, como llega el ocaso,
que es lo contrario que el alba,
no en la playa los amantes
están, sino en la Atalaya.
Pues veréis cuando la coja.
Tengo yo que escarmentarla,
que hace lo que no la enseñan.
CARLOS Y PEDRO: Para qué dijimos nada.
FERMÍN: Para que yo lo supiera,
para que yo me enterara,
que su padre soy legítimo
si hace falta enderezarla.
Yo bien la enderezaré,
que ello me sale del alma,
después de tanto trabajo
que me tomé yo en criarla,
y no es bien hacer a un padre
lo que la muy desdichada,
que me expone a la vergüenza.
CARLOS Y PEDRO: Basta, Fermín, que te pasas.
FERMÍN: Que no es cierto, no me paso,
que no está bien tanta gaita,
que de pensarlo me enfermo,
y que yo mando en mi casa.
¿Cómo pudo, con sus aires,
tan ingenua, pura y clara,
ser tan rebelde la niña?
No me agrada para nada.
No quiero que luego digan
que su madre, que era honrada,
la que tan bien la enseñó,
le dio costumbres tan malas.

2009 © José Ramón Muñiz Álvarez
“DESPUÉS DE LAS TELAYAS”
ACTO ÚNICO
Todos los derechos reservados por el autor.

Para los curiosos:
José Ramón Muñiz Álvarez nació en la villa de Gijón y sigue residiendo en Candás (concejo de Carreño). Su infancia transcurre de manera idílica en dicho puerto, donde pasa su juventud hasta el término de sus estudios. Licenciado en Filología Hispanica y especialista en asturiano, vive a caballo entre Asturias y Castilla León, comunidad en la que es profesor de Lengua Castellana y Literatura. Su afán por las letras y las artes lo ha llevado al cultivo de la poesía. Es autor de varios libros, de los cuales ya ha dado a conocer "Las campanas de la muerte", aunque en una tirada modesta.
"Las campanas de la muerte" es una obra que consta de tres poemarios:

1-. "Arqueros del alba", dedicado a su abuela materna, Dolores Menéndez López.

2-. "Ballesteros de la tarde", dedicado a la abuela paterna, Pilar Muñiz Muñiz.

3-. "Lanceros del ocaso", dedicado a uno de sus tíos: Gervasio.

El poemario demuestra el extraordinario vínculo del poeta con sus abuelas, en un momento delicado: el del fallecimiento de las mismas. Es indicativo que el libro se escribiese en tres tandas, las dos últimas muy seguidas. Las partes del libro datan de diciembre de 2005 a enero de 2006, primavera verano de 2007 y enero de 2008.
En este tipo de poesía se recurre a las estrofas más tradicionales, con dos únicas excepciones de verso libre. Además de un romance, las demás estrofas son silvas blancas, espinelas y, sobre todo, sonetos.


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