Selva oscura
Poema publicado el 08 de Julio de 2010
Se aquieta mi alma
cuando en mí, tu recuerdo habita
trayéndome el tren que viene desde Lonquimay
aún con restos de nieve
sobre los techos oxidados
de sus coches
Mi escuela número ocho
rodeada de encinos
donde muchas pelotas de trapo
quedaron prendidas
como naranjas yertas
en sus cálidos ramajes dorados
por el sol
Sobre los castillos de madera
cercanos a la estación de ferrocarriles
inventamos las historias infantiles;
y entonces Chundo Varela
me llevaba pan con ají
o bien con mermelada
de la mora recogida
hacia el bajo,
hacia donde arrancábamos
de bandidos y brujas,
que hasta sentíamos
cabalgar tras de nosotros;
y entonces, los vencíamos
azotándolos con cardos y coligües
Selva Oscura:
aldea de recuerdos;
tu cementerio guarda
los huesos de Martita
mi hermana que no caminó tus prados
ni jugó en tus patios de manzanos y grosellas…
Selva Oscura:
la campana de tu iglesia
redobló todas la veces
en que una vida se fue de mi poblado
y en los noviembre le robé
copos a mi vecina
y otras lilas a mi vieja
para ir a cantar el “Venid y vamos todos”
a la misma virgen que hoy protege
el terruño que me acoge
en hondonadas y ramajes
rodeado de locas y desordenadas avecillas
Selva Oscura:
en tu tierra duerme la dueña
de la única botica:
doña Matilde Mejías Mellado
donde mi madre muchas veces
me anotaba en papelitos
los brebajes que tomaba
No hace mucho pasé
por la calle Barros Arana;
ahí estaba mi casa donde yo vivía
correteando entre cerezos, ciruelos y membrillos.
Sólo estaba el sitio; y en el fondo
jugaban unos niños
tal vez los que me robaron dulcemente
los juegos de mi infancia en que el trompo
y el emboque competían con mis coquetas
cambuchas de papel.
Selva Oscura,
tus veredas de tablones
tus cunetas abiertas
y en las carnicerías
la pequeña bandera roja
como la de don Arturo Morales
o la de los Sánchez…
Selva Oscura: aquí estoy,
recordándote, tal vez
poco antes de morir…
Invierno de 2010.-
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Poema publicado el 08 de Julio de 2010
Se aquieta mi alma
cuando en mí, tu recuerdo habita
trayéndome el tren que viene desde Lonquimay
aún con restos de nieve
sobre los techos oxidados
de sus coches
Mi escuela número ocho
rodeada de encinos
donde muchas pelotas de trapo
quedaron prendidas
como naranjas yertas
en sus cálidos ramajes dorados
por el sol
Sobre los castillos de madera
cercanos a la estación de ferrocarriles
inventamos las historias infantiles;
y entonces Chundo Varela
me llevaba pan con ají
o bien con mermelada
de la mora recogida
hacia el bajo,
hacia donde arrancábamos
de bandidos y brujas,
que hasta sentíamos
cabalgar tras de nosotros;
y entonces, los vencíamos
azotándolos con cardos y coligües
Selva Oscura:
aldea de recuerdos;
tu cementerio guarda
los huesos de Martita
mi hermana que no caminó tus prados
ni jugó en tus patios de manzanos y grosellas…
Selva Oscura:
la campana de tu iglesia
redobló todas la veces
en que una vida se fue de mi poblado
y en los noviembre le robé
copos a mi vecina
y otras lilas a mi vieja
para ir a cantar el “Venid y vamos todos”
a la misma virgen que hoy protege
el terruño que me acoge
en hondonadas y ramajes
rodeado de locas y desordenadas avecillas
Selva Oscura:
en tu tierra duerme la dueña
de la única botica:
doña Matilde Mejías Mellado
donde mi madre muchas veces
me anotaba en papelitos
los brebajes que tomaba
No hace mucho pasé
por la calle Barros Arana;
ahí estaba mi casa donde yo vivía
correteando entre cerezos, ciruelos y membrillos.
Sólo estaba el sitio; y en el fondo
jugaban unos niños
tal vez los que me robaron dulcemente
los juegos de mi infancia en que el trompo
y el emboque competían con mis coquetas
cambuchas de papel.
Selva Oscura,
tus veredas de tablones
tus cunetas abiertas
y en las carnicerías
la pequeña bandera roja
como la de don Arturo Morales
o la de los Sánchez…
Selva Oscura: aquí estoy,
recordándote, tal vez
poco antes de morir…
Invierno de 2010.-
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