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Para fundar la luz - Poemas de Lidia Esther Lobaiza De Rivera



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Categoría: Poemas de Amor
Para fundar la luz
Poema publicado el 12 de Febrero de 2010

Para fundar la luz

Te alejas de mi vida, como el agua que corre hacia el olvido,
te escapas, en la danza ritual de la hojarasca,
abrumado de inciensos sin recuerdos,
peregrino de dulces estaciones, buceador de mareas sin encuentros,
desfallecido por soles sin eclipses, colmado de fragancias y de estío.

Te marchas, viajero del amor, insatisfecho, en busca de la miel que te hace falta.
No, por favor, no te detengas.
No importa que el dolor marque las horas, las doce campanadas sin retorno.
Ya no voy a llorar, te lo aseguro: soy un estanque seco,
una visión que desparece con el humo, que apaga el adiós en la partida.

Te habrá de acompañar la grata comprensión de mi sonrisa,
que, aunque tú no lo sepas, es la grotesca mueca de una máscara.
No, no vuelvas, no me mires; no estoy llorando, aún; no estoy llorando.
Ya ves, te doy la mano; despídete de mi con alegría,
Parte, corre feliz, vete.

No esperes a que cierre las puertas y ventanas de esta casa,
que hace minutos, creo, levantamos con alas , sobre el cielo.
Cuando no te distinga por la hendidura marrón de la madera,
será el momento exacto, para morder todo el silencio,
para abrazar la blanca soledad de mis almohadas,
y absorber todo el frío de los cuartos.

No, no estoy llorando; es de alivio la sangre que me ahoga;
porque estás libre, como es libre el aire,
porque no quiero sogas que te aten , como un tronco sin calor a mi costado,
porque el único lazo que yo quiero, es el amor, latiendo a nuestro lado.

Y aún espero; sí, te lo prometo, levantarme de nuevo,
caminando sin cansancio y sin derrota,
ansiando, tal vez, una mirada eterna, que me señale el rumbo hacia el lucero,
un brazo fuerte que me ciña el alma.
No te vuelvas, amor, dame la mano; mírame: estoy sonriendo;
yo estoy sonriendo aún, estoy sonriendo.

Adiós, viajero del amor; tal vez un día, al final de los tiempos,
te encuentre perdido en el espacio; detenida tu piel sobre el rocío;
vacía tu copa de vino desatado y te mire , como ahora,
sonriendo con ternura, para fundar la luz entre tus brazos.
Para fundar la luz

Te alejas de mi vida, como el agua que corre hacia el olvido,
te escapas, en la danza ritual de la hojarasca,
abrumado de inciensos sin recuerdos,
peregrino de dulces estaciones, buceador de mareas sin encuentros,
desfallecido por soles sin eclipses, colmado de fragancias y de estío.

Te marchas, viajero del amor, insatisfecho, en busca de la miel que te hace falta.
No, por favor, no te detengas.
No importa que el dolor marque las horas, las doce campanadas sin retorno.
Ya no voy a llorar, te lo aseguro: soy un estanque seco,
una visión que desparece con el humo, que apaga el adiós en la partida.

Te habrá de acompañar la grata comprensión de mi sonrisa,
que, aunque tú no lo sepas, es la grotesca mueca de una máscara.
No, no vuelvas, no me mires; no estoy llorando, aún; no estoy llorando.
Ya ves, te doy la mano; despídete de mi con alegría,
Parte, corre feliz, vete.

No esperes a que cierre las puertas y ventanas de esta casa,
que hace minutos, creo, levantamos con alas , sobre el cielo.
Cuando no te distinga por la hendidura marrón de la madera,
será el momento exacto, para morder todo el silencio,
para abrazar la blanca soledad de mis almohadas,
y absorber todo el frío de los cuartos.

No, no estoy llorando; es de alivio la sangre que me ahoga;
porque estás libre, como es libre el aire,
porque no quiero sogas que te aten , como un tronco sin calor a mi costado,
porque el único lazo que yo quiero, es el amor, latiendo a nuestro lado.

Y aún espero; sí, te lo prometo, levantarme de nuevo,
caminando sin cansancio y sin derrota,
ansiando, tal vez, una mirada eterna, que me señale el rumbo hacia el lucero,
un brazo fuerte que me ciña el alma.
No te vuelvas, amor, dame la mano; mírame: estoy sonriendo;
yo estoy sonriendo aún, estoy sonriendo.

Adiós, viajero del amor; tal vez un día, al final de los tiempos,
te encuentre perdido en el espacio; detenida tu piel sobre el rocío;
vacía tu copa de vino desatado y te mire , como ahora,
sonriendo con ternura, para fundar la luz entre tus brazos.


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