Poema 22
Poema publicado el 13 de Febrero de 2010
Veintidós
¿Cómo puedo ocultarme entre la hierba
con el manto esquivo de la postrer mudanza?.
¿Cómo puedo decirte de aquella juventud
que aún puedes encontrar en las ventanas
atrasadas de tiempo?.
Heridos tengo los ajados dedos, de tanto
andar zurciéndole las penas a los rezos,
disimulando así los caracoles negros,
que hilvané para este nuevo ajuar,
azuzada por la sombra que pasa en los espejos,
iluminada por esa luna cetrina, que aún puede pernoctar,
entre dilemas.
Sé que la culpa es mía.
Porque esa noche dormí sobre el vientre falaz de una sirena
que cantaba paraísos desnudos, atiborrada de ensartar injurias,
desatada la cintura breve de su lazo de organza,
mancillando ramilletes de azahares y de tules blancos.
Demasiado precoz para enrollar las dudas,
amanecida de obsesión temprana,
me lancé hacia la marea, galopando mi corcel de fuego,
incendiándome toda, con mi piel hechizada, con las pupilas mudas…
¿Quieres que pida perdón y me arrepienta?
¿Que niegue la pasión y la agonía?
¿Qué te confiese, sin pudores, que fui feliz…feliz…feliz…
y no me importa la amenaza del infierno,
si el haberlo perdido ,fue el castigo sin piedad a mi osadía?
Estoy de pie, frente al azogue que me devuelve
una imagen sombría, con su vestido nuevo,
túnica de seda y de oscuros tules, coronilla azabache,
y un inútil rosario entrelazado,
entre los rígidos extremos arrugados,
que una vez, a escondidas , aromados con luz de madreselvas,
revolvieron aquel pelo, mientras su corteza cantaba entre mis huecos,
y deshojaba un pimpollo claro, sin esperar a que se hiciera rosa
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Poema publicado el 13 de Febrero de 2010
Veintidós
¿Cómo puedo ocultarme entre la hierba
con el manto esquivo de la postrer mudanza?.
¿Cómo puedo decirte de aquella juventud
que aún puedes encontrar en las ventanas
atrasadas de tiempo?.
Heridos tengo los ajados dedos, de tanto
andar zurciéndole las penas a los rezos,
disimulando así los caracoles negros,
que hilvané para este nuevo ajuar,
azuzada por la sombra que pasa en los espejos,
iluminada por esa luna cetrina, que aún puede pernoctar,
entre dilemas.
Sé que la culpa es mía.
Porque esa noche dormí sobre el vientre falaz de una sirena
que cantaba paraísos desnudos, atiborrada de ensartar injurias,
desatada la cintura breve de su lazo de organza,
mancillando ramilletes de azahares y de tules blancos.
Demasiado precoz para enrollar las dudas,
amanecida de obsesión temprana,
me lancé hacia la marea, galopando mi corcel de fuego,
incendiándome toda, con mi piel hechizada, con las pupilas mudas…
¿Quieres que pida perdón y me arrepienta?
¿Que niegue la pasión y la agonía?
¿Qué te confiese, sin pudores, que fui feliz…feliz…feliz…
y no me importa la amenaza del infierno,
si el haberlo perdido ,fue el castigo sin piedad a mi osadía?
Estoy de pie, frente al azogue que me devuelve
una imagen sombría, con su vestido nuevo,
túnica de seda y de oscuros tules, coronilla azabache,
y un inútil rosario entrelazado,
entre los rígidos extremos arrugados,
que una vez, a escondidas , aromados con luz de madreselvas,
revolvieron aquel pelo, mientras su corteza cantaba entre mis huecos,
y deshojaba un pimpollo claro, sin esperar a que se hiciera rosa
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