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Y escondias tu rostro - Poemas de Lourdes Dina Rensoli Laliga



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Y escondias tu rostro
Poema publicado el 12 de Noviembre de 2008

              Buchenwald-Auschwitz

              “No nos quedan más comienzos”
                        Georges Steiner                             















Lengua sacra que canta
conformando los cielos y la tierra:
las canciones de Dios--y las historias
que no sé si contaste, o si vivimos
en casi seis mil años.































Dime, Elías, ¿qué eran
esos campos de muerte, quién los hizo?
¿es verdad que mataban a los niños
en cámaras de gas?
¿nadie quería salvarlos?
¿nadie los defendía?






























¿Qué han hecho de mi escudo de seis puntas?
¿Por qué llevo esta cruz sobre mi pecho?
¿La has colgado tú, madre,
o habrá sido el profeta galileo,
el hijo de mi pueblo,
mi verdadero pueblo?






























Las alambradas fulgen
bajo un sol invernal, lejano y pobre,
y su falsa inocencia neutraliza el mensaje:
"Die Arbeit macht frei".
Nos gritan, continuamos
hacia los barracones que nunca están vacíos,
clavados en el árbol bifronte,
cuyas ramas engendran la memoria
para mostrar que el tiempo no ha pasado
o que sus dimensiones son polvo de los astros.
Descender a la cámara, sepulcro
del honor de occidente.
"Wollen Sie es erleben?" Aceptamos.
Se escuchan los cerrojos, allá fuera,
donde el aire es aún libre, aunque la hierba
no volverá a nacer ni los insectos
traerán más semillas,
y las luces se extinguen.
El flujo del pensar se ha detenido,
lo han roto, lo han matado,
sólo siento que aquí dejé algún cuerpo,
que para retornar fue indispensable
crearme uno distinto, de la nada
que medio siglo atrás ávidamente
devoró mis cenizas.
Concluído un milenio de trescientos segundos,
ascender a la sala carece de sentido.
¿Qué nombres humanizan las siluetas borrosas
de quienes se negaron a bajar a la cámara?







¿También nosotros
tenemos que volver a la caverna
para contar al mundo
que fue cierto, que es cierto, que estos veinte
siglos de historia se han gasificado
y sus vestigios flotan por las cámaras
cuya existencia niegan? (y aún insisten
--¿ingenuidad? ¿cinismo?--
en que toda verdad está imbuída
de una luz invencible).


























El humo de la muerte va invadiendo el recinto,
va apagando
los gritos de terror, va destrozando
los puños que impotentes golpean aún las puertas.
En un rincón algunos conservamos
una huella de voz:
"Envíanos el Ruach", y no morimos,
podemos repetir:
"Escucha, pueblo,
el es Unico y vive",
y respiramos.

























Nos vemos de repente, sin transición ni causa,
frente al portón, guardado por el rollo diminuto
que uno a uno besamos.
"Díganos, Reb, por qué sobrevivimos,
qué hacemos ante el roce de Su Mano
que nos ha separado de cuantos perecieron?
¿o estamos también muertos?"





























Terror del despertar, sudor helado
y a la luz de la lámpara, dudar si lo vivido
fue advertencia o recuerdo.
Pero, ¿tiene importancia?
































Escúchame, Señor, llevo una carga
que no puedo entender. En mi memoria
sólo encuentro las huellas borrosas de mi culpa,
ponle fin a estos ciclos incesantes
de vagar solitario:
devuélveme a mi pueblo.






























La campana libera por un rato,
el patio del colegio se desborda de risas
y giramos en coro, tomados de las manos:
Elías a mi diestra, a mi siniestra,
Estrella y Abraham. Y nos queremos,
aunque mis padres digan tantas cosas,
aunque intenten sentarnos separados
y los acusen de algo que sucedió hace siglos,
tan macabro
que no puedo entenderlo.
No han podido ser ellos, porque todos
tenemos cinco años.
























Mi sueño se desliza en una lengua
hermosa y gutural, cuyo misterio
se asoma solamente al pronunciarla.
¿Qué conjuro sacrílego la convirtió en blasfemia?
¿qué aliento emponzoñado
la usó para luchar contra los ángeles?
¿cómo fue redimida? (¿o no lo ha sido?)
Necesito saberlo para seguir amándola
y repetir en paz, cada mañana:
"Vater Unser im Himmel..."


























Canta conmigo, Elías,
bailad conmigo, Estrella y Abraham,
cuenta Isaac, una historia, que no sea
la de ésos que gritaban "Heil, Hitler!". Me da miedo
y por las noches grito, cuando sueño
con los niños quemados.






























"¿Has preparado, Elías, el trabajo
que ayer te mandé a hacer? Ven a explicarlo"
Elías, pequeño y serio,
con aire de precoz sabiduría
avanza hacia el estrado, y deja en el pupitre
esa extraña gorrita
que suscita las burlas de la clase.
"Hitler odiaba mucho,
odiaba a los judíos, y quería
adueñarse del mundo
matar a los que no eran de su agrado
con un gas venenoso.
Después de algunos años, los soldados
de los países libres
vencieron al ejército alemán.
Pero hay gente que dice que aún vive,
escondido en el Polo, o no sé dónde".

Su vocecita agrega, temblorosa:
"¿Sabe usted, profesora, si es verdad?"

Esa tarde el abuelo me pregunta
por qué tanta inquietud, y le repito
la historia y la pregunta:
"¿Pudo escaparse Hitler? ¿Fue a la cárcel?
¿Sabes si eso es verdad?










Veinte años después, recorro finalmente
El ghetto abandonado,
la angustia de las calles, el miedo, las ausencias,
la sequedad del alma que ni siquiera busca
y la canción lejana:

Vienes de nuevo, amable melancolía,
a poblar mi crepúsculo con tus visiones
de dos niños unidos por el destierro,
tomados de la mano, común hilo
que el disco lunar hiela.

El presagio brotando del vacío,
la sonrisa expectante, agazapada
tras la niebla que envuelve las seis puntas
de una estrella fugaz.




















No está todo perdido
pues conozco el sonido de tus pasos
y siento tu presencia dondequiera que andes.
Pocas cosas me quedan:
la traición y el absurdo,
la muchedumbre hostil, la más amarga
soledad concebible
pues no me importa el trino de los pájaros
ni el gotear de la fuente ni los tenues
colores de la aurora, y sin embargo
no está todo perdido
pues conozco el sonido de tus pasos.
..............................
Esta paz de la tarde y tu presencia
¿no colman lo imposible?
..............................
Sobras de plenitud que logran sólo
desmesurar mi hambre,
doloroso existir entre jirones
de vida verdadera
y constante oración por el Encuentro.
................................
Tan sólo de mirarte estoy llorando
porque toco los bordes
del manto del Eterno.
................................
¿Existe esa barrera que algunos llaman muerte?
¿lograría morir, si lo intentara,
mientras ardas en mí?
.................................
He ceñido mi manto con el broche
de tu melancolía,
he cubierto mi cuerpo con el velo
de tu melancolía,
he adornado mi pecho con la rosa
de tu melancolía.
.................................
No te rindas, Amor, a los objetos:
yo te daré mi sangre para que sigas vivo,
para que el ser y el mundo permanezcan.
Yo seré tu enfermera, tu guardiana, tu ángel,
yo velaré por ti, como ahora velo.
...................................
Me uno a ti en el silencio,
enraizado en el árbol de diez ramas,
aunque escondas tu rostro.




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