Ellos
Poema publicado el 31 de Julio de 2017
Se conocieron desde una casualidad de la vida o del destino (si es que creen en el destino). Se vislumbraron honestamente y sin titubeos grises ni mentiras ocultas que a la largan lastiman hasta el último hueso ya astillado del alma. Se dijeron mil palabras en mil minutos y se perdieron eternamente en un sinfín de aventuras del corazón. Recorrieron mil caminos y aun así, faltan mil caminos más por explorar juntos. Descubrieron detalles uno del otro que al momento nadie había hallado o ni siquiera tratado de ver si existían. Ellos son más, ellos son esos de los que los cuentos y fotonovelas hablan, de los que dejan todo por amor, de los que se juegan por amor, de los que ríen por amor, de los que destellan amor. No siempre fue así, sus vidas habían sido un sinfín de problemas, angustias, tormentas de aquellas que se ven en la costa, que rompen sus olas dando grandes saltos y devorando a su paso la arena, que para ellos era su tiempo. Ni él ni ella habían hallado la felicidad, ni él ni ella habían sentido en su pecho esa fuerza que te dice: “de acá no me muevo más”. Ni él ni ella supieron contener sus arrebatos de amor en cada puesta de sol, a escondidas quizás, porque aún era todo tan frágil en ese lugar que la mas mínima corriente lo podría resquebrajar, ni él ni ella dudaron de lo que sentían y fundieron su amor en esas tardes, noches y días, corriendo, él y ella, corriendo. Ni él ni ella temblaron cuando los dos hablaron acerca de su pasado. Ni él ni ella dejaron sus sentimientos de lado sino que lo mostraron y como todo de a poco fue aceptado. Ni él ni ella pueden dejarse, porque son la reencarnación pura del amor, de ese amor que día a día los va uniendo desde el alba hasta las puestas del sol. De ese amor que descubrieron mirándose a los ojos, verse reflejado el uno sobre el otro. Por esto y todo lo que queda por decir, el y ella serán felices la vida eterna. Por qué el amor ha golpeado sus puertas, y ha llegado para quedarse.
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Poema publicado el 31 de Julio de 2017
Se conocieron desde una casualidad de la vida o del destino (si es que creen en el destino). Se vislumbraron honestamente y sin titubeos grises ni mentiras ocultas que a la largan lastiman hasta el último hueso ya astillado del alma. Se dijeron mil palabras en mil minutos y se perdieron eternamente en un sinfín de aventuras del corazón. Recorrieron mil caminos y aun así, faltan mil caminos más por explorar juntos. Descubrieron detalles uno del otro que al momento nadie había hallado o ni siquiera tratado de ver si existían. Ellos son más, ellos son esos de los que los cuentos y fotonovelas hablan, de los que dejan todo por amor, de los que se juegan por amor, de los que ríen por amor, de los que destellan amor. No siempre fue así, sus vidas habían sido un sinfín de problemas, angustias, tormentas de aquellas que se ven en la costa, que rompen sus olas dando grandes saltos y devorando a su paso la arena, que para ellos era su tiempo. Ni él ni ella habían hallado la felicidad, ni él ni ella habían sentido en su pecho esa fuerza que te dice: “de acá no me muevo más”. Ni él ni ella supieron contener sus arrebatos de amor en cada puesta de sol, a escondidas quizás, porque aún era todo tan frágil en ese lugar que la mas mínima corriente lo podría resquebrajar, ni él ni ella dudaron de lo que sentían y fundieron su amor en esas tardes, noches y días, corriendo, él y ella, corriendo. Ni él ni ella temblaron cuando los dos hablaron acerca de su pasado. Ni él ni ella dejaron sus sentimientos de lado sino que lo mostraron y como todo de a poco fue aceptado. Ni él ni ella pueden dejarse, porque son la reencarnación pura del amor, de ese amor que día a día los va uniendo desde el alba hasta las puestas del sol. De ese amor que descubrieron mirándose a los ojos, verse reflejado el uno sobre el otro. Por esto y todo lo que queda por decir, el y ella serán felices la vida eterna. Por qué el amor ha golpeado sus puertas, y ha llegado para quedarse.
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