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El joven de los pendientes de plata - Poemas de Luis Antonio de Villena



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El joven de los pendientes de plata
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008

Llevaba días viéndole en el bar,
              apoyado en la barra y bebiendo cerveza.
              Jamás respondió a mis miradas
              (que probablemente no viese) y cuando
              pregunté a los parroquianos si sabían de él,
              ninguno -ni los camareros- pudieron darme nuevas.
              Apenas hablaba, y aunque joven de cierto,
              parecía perdida su mente en lejanías,
              como si algo le arrastrase hacia un remoto tiempo.
              Moreno, con botas negras y chaquetón azul,
              llevaba en coleta el pelo, y pendientes de plata.
              Pero eran sus ojos sobre todo, sus profundos
              y grandes ojos garzos, lo que más me impresionaba
              en aquel hermoso y triste solitario de la barra.
              No: La gente siguió sin saber nada. Y entonces
              me decidí (suelo ser muy osado) y me acerqué
              y le pregunté, invitándole a la par a otra
              cerveza. Me miró sonriendo -sin sorpresa-
              y tuvo la actitud del que concede, aunque
              apenas dijera una palabra. Tras ciertos circunloquios
              vanos, contestó que su oficio era el mar.
              Que había viajado mucho, cambiado también
              de empresa, y que en fin, estaba muy cansado.
              Hablaba un español con acento entre holandés
              y brasileño, y mientras decía y bebía (cordial siempre)
              perseveraba su dejo de añorante distancia.
              Le propuse si quería acompañarme a casa,
              y beberse conmigo -oyendo música- la última cerveza.
              Sonrió como quien ya supiera, y me hizo otro gesto
              indicando la puerta. Mis amigos me vieron salir,
              amedrentados, con aquel extranjero de pendientes argénteos.
              Y cuando concluimos la cama y las cervezas,
              y hablamos de aventuras y pasiones, y del amor
              al riesgo, mientras se vestía (cuerpo delgado
              y duro, cálido y cobrizo) torné a preguntarle quién era
              y cómo se llamaba, pues nunca dijo el nombre.
              Con un leve desdén en la boca perfecta,
              me pidió dinero para pasar la noche y replicó
              (abrochándose el cinturón y francamente hilarante):
              Ya ves, tío, yo soy el último pirata del mar
              los Sargazos.
Le contesté riendo: ¿Pero aún
              queda alguno? Nosotros ya creíamos que todos habíais
              muerto.Y entonces, con tristeza, tras tomar el billete,
              y a punto de largarse, me miró suavemente:
              Pequé con delirio en los mares de España. Adiós, chico.
              No me permiten todavía que muera
. Y escuché el ascensor
              el sonido del viento que en la calle silbaba.
              
              
              




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