Del temblor y de la escala
Poema publicado el 19 de Septiembre de 2023
La ciudad es el tiempo de las calles,
esta luz anclada a la mañana
que desciende como un labio y aún no sabe
si el alba es la defensa de los campos
o una tibia emanación
que acelera su belleza.
La muerte está en la piedra,
en esa catedral cuya estatura
es alimento en lejanía para el cielo,
horizonte moldeado
por el viento fugaz de primavera,
brisa que resume
los afanes azulados cuando miras,
cuando entras hasta el alma
y reflejas solo la extensión del tiempo.
Y destruye su don
la brisa robada a cada pájaro
que late y busca e ilumina
con su sola estela
la firme morada de los tiempos.
Estancia oculta para el ser que ama
y frágil fluye en aluvión
de inexplicable geometría,
haz de hojas en el sepultado
perímetro que arde. Cuánto
amanecer sonámbulo de días
agitados tras la lluvia. El agua nace
y siempre sabe
crear el rostro en su simiente.
En los crótalos del alba
me espera la belleza, nombrada
deriva de los cuerpos y pequeña
habitación de luz. No vistas
de cristal el aire si no sabes
mirar al fondo de la llama, encontrar
cada signo en su débil música inocente.
Aquí las huellas
regresan de la noche y ya se tiñen
de un oscuro fuego hacia otro canto,
bálsamo y certeza de quien huye
del vértigo y del árbol y del hombre,
entregado gesto
en la ciega batalla con las cosas,
raíz de voces en el centro del amor,
fruto del mundo en su sagrado enigma.
(del libro "La música en los labios", escrito en 2014, inédito)
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Poema publicado el 19 de Septiembre de 2023
La ciudad es el tiempo de las calles,
esta luz anclada a la mañana
que desciende como un labio y aún no sabe
si el alba es la defensa de los campos
o una tibia emanación
que acelera su belleza.
La muerte está en la piedra,
en esa catedral cuya estatura
es alimento en lejanía para el cielo,
horizonte moldeado
por el viento fugaz de primavera,
brisa que resume
los afanes azulados cuando miras,
cuando entras hasta el alma
y reflejas solo la extensión del tiempo.
Y destruye su don
la brisa robada a cada pájaro
que late y busca e ilumina
con su sola estela
la firme morada de los tiempos.
Estancia oculta para el ser que ama
y frágil fluye en aluvión
de inexplicable geometría,
haz de hojas en el sepultado
perímetro que arde. Cuánto
amanecer sonámbulo de días
agitados tras la lluvia. El agua nace
y siempre sabe
crear el rostro en su simiente.
En los crótalos del alba
me espera la belleza, nombrada
deriva de los cuerpos y pequeña
habitación de luz. No vistas
de cristal el aire si no sabes
mirar al fondo de la llama, encontrar
cada signo en su débil música inocente.
Aquí las huellas
regresan de la noche y ya se tiñen
de un oscuro fuego hacia otro canto,
bálsamo y certeza de quien huye
del vértigo y del árbol y del hombre,
entregado gesto
en la ciega batalla con las cosas,
raíz de voces en el centro del amor,
fruto del mundo en su sagrado enigma.
(del libro "La música en los labios", escrito en 2014, inédito)
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