Tangible inspiración
Poema publicado el 19 de Septiembre de 2023
"con el dios que revienta en sus entrañas"
JOSÉ ÁNGEL VALENTE
Si Amor se enciende, el verso viene solo.
Consigue darle masa al equipaje.
Añade a la retina desnudez
y vence a la ceguera con la misma
posesión de lo no escrito, dibuja
una semilla azul para la página
en blanco:
traspasa la frontera del asombro
y allí comienza oscuro el manantial:
la música compone,
los himnos busca,
aspira a la virtud.
Como el plectro tocado por un dios
que demuestra blindada disciplina.
Vallejo amaba las montañas grandes,
la lluvia antes del cáliz,
el respeto al camarada.
Rilke, el rumor misterioso de los bosques.
Hölderlin, la mudanza de los cielos,
la nocturna
exploración.
Leopardi, la amenaza incierta del volcán
sobre los verdes prados de Campania.
Virgilio, la poderosa lira de la historia,
la épica que lanza
las lágrimas del sol: guerras y mares.
Propercio, la doliente belleza del amor
imposible, el más sentido.
Safo, el carismático fantasma
de las islas de Grecia, sus inmensas
señales de hermosura.
John Keats, la agonía legendaria
del que canta.
Rimbaud, la maldita ebriedad alucinando.
Pessoa, la ferviente alteridad
de la autoría.
Borges, la exacta posición de los planetas.
Aleixandre, el gozo del mundo,
la cosmovisión de la memoria.
Con alto vuelo todos lo escribieron,
dejando sin final al movimiento.
En ellos pienso ahora.
Si aparece la lumbre,
ya tengo menos miedo a la palabra.
La flor es patrimonio de la muerte:
las células de luz se desintegran,
pero nacen de nuevo si recorres
el camino del aire
con el pulmón abierto, como el héroe
que no ignora que el tiempo le destruye,
que no hay raíz sin tierras devastadas
ni poema sin la angustia del vacío.
Y no puede parar, pues nada ha terminado.
(del libro "Y no bebáis del agua del olvido", Polibea, 2021)
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Poema publicado el 19 de Septiembre de 2023
"con el dios que revienta en sus entrañas"
JOSÉ ÁNGEL VALENTE
Si Amor se enciende, el verso viene solo.
Consigue darle masa al equipaje.
Añade a la retina desnudez
y vence a la ceguera con la misma
posesión de lo no escrito, dibuja
una semilla azul para la página
en blanco:
traspasa la frontera del asombro
y allí comienza oscuro el manantial:
la música compone,
los himnos busca,
aspira a la virtud.
Como el plectro tocado por un dios
que demuestra blindada disciplina.
Vallejo amaba las montañas grandes,
la lluvia antes del cáliz,
el respeto al camarada.
Rilke, el rumor misterioso de los bosques.
Hölderlin, la mudanza de los cielos,
la nocturna
exploración.
Leopardi, la amenaza incierta del volcán
sobre los verdes prados de Campania.
Virgilio, la poderosa lira de la historia,
la épica que lanza
las lágrimas del sol: guerras y mares.
Propercio, la doliente belleza del amor
imposible, el más sentido.
Safo, el carismático fantasma
de las islas de Grecia, sus inmensas
señales de hermosura.
John Keats, la agonía legendaria
del que canta.
Rimbaud, la maldita ebriedad alucinando.
Pessoa, la ferviente alteridad
de la autoría.
Borges, la exacta posición de los planetas.
Aleixandre, el gozo del mundo,
la cosmovisión de la memoria.
Con alto vuelo todos lo escribieron,
dejando sin final al movimiento.
En ellos pienso ahora.
Si aparece la lumbre,
ya tengo menos miedo a la palabra.
La flor es patrimonio de la muerte:
las células de luz se desintegran,
pero nacen de nuevo si recorres
el camino del aire
con el pulmón abierto, como el héroe
que no ignora que el tiempo le destruye,
que no hay raíz sin tierras devastadas
ni poema sin la angustia del vacío.
Y no puede parar, pues nada ha terminado.
(del libro "Y no bebáis del agua del olvido", Polibea, 2021)
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