Plegaria
Poema publicado el 17 de Junio de 2011
¡Oh, Dios!
Te vengo a implorar perdón por haberla amado tanto;
Vengo humillado por el amargo desengaño,
Con infinita devoción le entregue mi vida y mis actos;
Mis palabras de amor fueron como rezos sagrados,
Le adoré, como solo se le adora a un sato,
Le encomendé mi vida mis obras y mis cantos.
Su lecho fue mi templo y su ternura mi sagrario;
Sus palabras fueron misa donde halle más de mil encantos.
Mi iglesia fue su cuerpo y mi fe creció tanto
Que al sentirme en su cuerpo me olvidé de tus mandatos.
En fin, ¡Oh Dios!
Fue mi religión amarla y amarla fue mi pecado,
Su recuerdo ya es castigo y mi cruz su desengaño,
Traicionó mi querer pues la encontré en otros brazos,
Cual cirios prendidos sus ojos brillaron,
Sus llamas candentes fundieron en llanto;
¡Oh, Dios! ¡Como le olvido, como le hago!
¡Como me quito de este pecado!
¡Qué penitencia me has sentenciado!
Piedad a este ciervo que se ha condenado,
Por ciego y soberbio de Ti se ha alejado.
Hoy paz solo pido, para mi corazón agobiado,
Devuélveme al camino de tu razón y mandatos.
¡Oh, Dios! Tan grande es mi calvario,
Que solo Tú puedes mitigarlo
Pero no se haga lo que digo
Si no lo que Tú me has designado.
Autor: Miguel Arcángel Gutiérrez (D.A.R.)
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Poema publicado el 17 de Junio de 2011
¡Oh, Dios!
Te vengo a implorar perdón por haberla amado tanto;
Vengo humillado por el amargo desengaño,
Con infinita devoción le entregue mi vida y mis actos;
Mis palabras de amor fueron como rezos sagrados,
Le adoré, como solo se le adora a un sato,
Le encomendé mi vida mis obras y mis cantos.
Su lecho fue mi templo y su ternura mi sagrario;
Sus palabras fueron misa donde halle más de mil encantos.
Mi iglesia fue su cuerpo y mi fe creció tanto
Que al sentirme en su cuerpo me olvidé de tus mandatos.
En fin, ¡Oh Dios!
Fue mi religión amarla y amarla fue mi pecado,
Su recuerdo ya es castigo y mi cruz su desengaño,
Traicionó mi querer pues la encontré en otros brazos,
Cual cirios prendidos sus ojos brillaron,
Sus llamas candentes fundieron en llanto;
¡Oh, Dios! ¡Como le olvido, como le hago!
¡Como me quito de este pecado!
¡Qué penitencia me has sentenciado!
Piedad a este ciervo que se ha condenado,
Por ciego y soberbio de Ti se ha alejado.
Hoy paz solo pido, para mi corazón agobiado,
Devuélveme al camino de tu razón y mandatos.
¡Oh, Dios! Tan grande es mi calvario,
Que solo Tú puedes mitigarlo
Pero no se haga lo que digo
Si no lo que Tú me has designado.
Autor: Miguel Arcángel Gutiérrez (D.A.R.)
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