Para los rebeldes. - Poemas de Miguel Ricardo Gomez Rozo

Para los rebeldes.
Poema publicado el 20 de Septiembre de 2009

OH Dios, grande y santo
consagrado en tus obras;
cuantas almas se rebelan
en tu contra, buscando
en eso su consuelo.

Tal vez no soy quien
para juzgar, aquellos hombres
que te blasfeman en su hablar,
o aquellos que te niegan en su actuar.

Pero si puedo darte gracias,
por que sus palabras
ya no ahogan mi fe,
en esa laguna oscura
en la cual no puedo ver,
que el dolor no esta en el ser creado,
si no en el vivir sin fe.

Tal vez no soy quien,
para señalar, a los que aúllan
y crujen los dientes en contra tuya,
pero si soy alguien para aplaudir,
a los santos que murieron por ti,
destrozados, sin proferir palabra mala
si no bendición entre sus llagas,
adoración y alabanza.
No soy el más iluminado
para responder, la pregunta
del poeta Byron que dijo:
“La humanidad, forzada en su camino,
Toda envuelta en un mismo torbellino,
¿debe morir, por uno que peco?
Pero puedo decir que muchas almas
creadas, se han preguntado lo mismo,
sin juzgar aquel que las creo.

No, no puedo contestarlo todo,
pues a las pasiones
que están sujetos ellos,
también lo he estado yo.
Pero puedo decirles que he vencido;
ya no maldigo mi camino,
tampoco mi principio
y mucho menos el fin,
en el que espero verte a ti,
y tener todas las respuestas;
pues aunque ahora veo en parte
después lo veré todo.

¡OH rebeldes, déjenme
disfrutar el amor,
el que se convierte en poesía,
y también se hace canción!
OH rebeldes, que prefieren
no haber nacido,
no refrenen mi camino
con su propio parecer;
pues agradezco a Dios
haber nacido, pues si no hubiera
sido, como le podría agradecer.

¿Acaso culparemos a Mozart
por su obra primorosa?
su conciencia lo hubiera condenado,
si con sus dones no hubiera actuado,
para escribir música hermosa.
¿Acaso condenaremos a Dios,
por hacer la más grande de las obras?

Porque nos quejamos,
y nos unimos a las voces
que reniegan, y no aquellas
que nos enseñan, el valor
de haber vivido, como aquella
voz que dijo:
“Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
Que aunque no hubiera cielo te amara
Y aunque no hubiera infierno te temiera.
No tienes que me dar porque te quiera;
Pues aunque cuanto espero no esperara,
Lo mismo que te quiero te quisiera.”
O aquel mártir que dijo:
“Aunque tu me mataras,
aun esperaría en ti”.

Por que no gritamos junto a ellas,
y amamos nuestro principio
no querido, nuestro camino
sufrido, y nuestro fin, que como ellas,
es glorioso y sin fin.
Por que no cantar en el día oscuro,
en vez de poner tropiezo,
al que por la luz, camina convencido.

Es este pues mi canto
para ti Señor Dios mío,
yo no te maldigo, por que se
que la razón, no me alcanzaría
ni las pruebas de toda una vida,
para decir algo contra ti;
convierte esta poesía, en aves blancas limpias
que lleven esperanza al alma herida,
por haberse separado de Ti.

Ricardo Gomez.


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