Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Si solamente me tocaras el corazón,
si solamente pusieras tu boca en mi corazón,
tu fina boca, tus dientes,
si pusieras tu lengua como una flecha roja
allà donde mi corazón polvoriento golpea,
si soplaras en mi corazón, cerca del mar, llorando,
sonarÃa con un ruido oscuro,
con sonido de ruedas de tren con sueño,
como aguas vacilantes,
como el otoño en hojas,
como sangre,
con un ruido de llamas húmedas quemando el cielo,
sonando como sueños o ramas o lluvias,
o bocinas de puerto triste,
si tú soplaras en mi corazón cerca del mar,
como un fantasma blanco,
al borde de la espuma,
en mitad del viento,
como un fantasma desencadenado,
a la orilla del mar, llorando.
Como ausencia extendida, como campana súbita,
el mar reparte el sonido del corazón,
lloviendo, atardeciendo, en una costa sola:
la noche cae sin duda,
y su lúgubre azul de estandarte en naufragio
se puebla de planetas de plata enronquecida.
Y suena el corazón como un caracol agrio,
llama, oh mar, oh lamento, oh derretido espanto
esparcido en desgracias y olas desvencijadas:
de lo sonoro el mar acusa
sus sombras recostadas, sus amapolas verdes.
Si existieras de pronto, en una costa lúgubre,
rodeada por el dÃa muerto,
frente a una nueva noche,
llena de olas,
y soplaras en mi corazón de miedo frÃo,
soplaras en la sangre sola de mi corazón,
soplaras en su movimiento de paloma con llamas,
sonarÃan sus negras sÃlabas de sangre,
crecerÃan sus incesantes aguas rojas,
y sonarÃa, sonarÃa a sombras,
sonarÃa como la muerte,
llamarÃa como un tubo lleno de viento o llanto,
o una botella echando espanto a borbotones.
Asà es, y los relámpagos cubrirÃan tus trenzas
y la lluvia entrarÃa por tus ojos abiertos
a preparar el llanto que sordamente encierras,
y las alas negras del mar girarÃan en torno
de ti, con grandes garras, y graznidos, y vuelos.
¿Quieres ser el fantasma que sople, solitario,
cerca del mar su estéril, triste instrumento?
Si solamente llamaras,
su prolongado son, su maléfico pito,
su orden de olas heridas,
alguien vendrÃa acaso,
alguien vendrÃa,
desde las cimas de las islas,
desde el fondo rojo del mar,
alguien vendrÃa, alguien vendrÃa.
Alguien vendrÃa, sopla con furia,
que suene como sirena de barco roto,
como lamento,
como un relincho
en medio de la espuma y la sangre,
como un agua feroz mordiéndose y sonando.
En la estación marina
su caracol de sombra circula como un grito,
los pájaros del mar lo desestiman y huyen,
sus listas de sonido, sus lúgubres barrotes
se levantan a orillas del océano solo.
¿ Te gustó este poema? Compártelo: