Hablan las novias...3
Poema publicado el 10 de Octubre de 2015
Escucho grabaciones de nosotros. Intentábamos estrenar las voces ¿recuerdas? Contagiarnos con la melodía del ángel cuyo rostro nos veía desde la capilla en cómplice arrebato. Éramos tan inocentes y crecimos con aquella imagen del arcángel esculpido en madera de roble. Éramos ángel y demonio a la vez pero transfigurados. Luego la iglesia nos alquiló su fe y la confianza a cambio de monedas para los arrapiezos. Tú solías interpretar cantos gregorianos con la dignidad de quien cree ciegamente en el futuro. I believe in angels. Me dijiste. I believe in angels. Y Dios es bueno. Ahora soy un hombre que nunca está seguro. Tengo alas frágiles y doy gracias por ello.
No hay paraísos posibles con este cielo tan bajo. Pero te has ido y el invierno tampoco hará sitio en tu rincón incongelable. Fue más fácil entrar por el ojo de este mundo que aguardar en una esquina el arribo de una visitación cualquiera. Mientras la Dolorosa dejaba caer su lágrima coagulada en la palma de mis manos, tú decías que la cabeza del angelote era más hermosa. Y yo lo creí. Tuve la necesidad suprema de que el tiempo se tatuara en esos ojos franceses. Demasiado negros para ser pintados por algún acuarelista. Juraría que sigo mirándolos a través de la esfera. Puedo jurar y sin embargo me escribes cartas con una frialdad espantable. Como si observaras tu felicidad con mis ojos de búho.
Yo tuve la culpa. Los diálogos son apenas un engendro de la sobrevida. Aunque continúe esperándote al borde de mis sabanas, muy blancas y el pintor no deje ángeles en la convexidad de la capilla. Sucede que escucho grabaciones de nosotros. Es decir. Enfermo de buscar en la ciudad una melodía para protegerme y siento que me abrazas como un ángel desde lo alto, dejándome caer.
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Poema publicado el 10 de Octubre de 2015
Escucho grabaciones de nosotros. Intentábamos estrenar las voces ¿recuerdas? Contagiarnos con la melodía del ángel cuyo rostro nos veía desde la capilla en cómplice arrebato. Éramos tan inocentes y crecimos con aquella imagen del arcángel esculpido en madera de roble. Éramos ángel y demonio a la vez pero transfigurados. Luego la iglesia nos alquiló su fe y la confianza a cambio de monedas para los arrapiezos. Tú solías interpretar cantos gregorianos con la dignidad de quien cree ciegamente en el futuro. I believe in angels. Me dijiste. I believe in angels. Y Dios es bueno. Ahora soy un hombre que nunca está seguro. Tengo alas frágiles y doy gracias por ello.
No hay paraísos posibles con este cielo tan bajo. Pero te has ido y el invierno tampoco hará sitio en tu rincón incongelable. Fue más fácil entrar por el ojo de este mundo que aguardar en una esquina el arribo de una visitación cualquiera. Mientras la Dolorosa dejaba caer su lágrima coagulada en la palma de mis manos, tú decías que la cabeza del angelote era más hermosa. Y yo lo creí. Tuve la necesidad suprema de que el tiempo se tatuara en esos ojos franceses. Demasiado negros para ser pintados por algún acuarelista. Juraría que sigo mirándolos a través de la esfera. Puedo jurar y sin embargo me escribes cartas con una frialdad espantable. Como si observaras tu felicidad con mis ojos de búho.
Yo tuve la culpa. Los diálogos son apenas un engendro de la sobrevida. Aunque continúe esperándote al borde de mis sabanas, muy blancas y el pintor no deje ángeles en la convexidad de la capilla. Sucede que escucho grabaciones de nosotros. Es decir. Enfermo de buscar en la ciudad una melodía para protegerme y siento que me abrazas como un ángel desde lo alto, dejándome caer.
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