1 votos
1 visitas/día
5041 dias online

Quechula - Poemas de Roberto Reyes Cortés



Poemas » roberto reyes cortes » quechula




Categoría: Poemas de Amor
Quechula
Poema publicado el 10 de Mayo de 2010

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
Diciembre del 2009.
ROBERTO REYES CORTES.
rreyescortes@hotmail.com
5º.reyes.
QUECHULA.
                         
A escondidas de los ojos
en la cañada del monte,
cual fantasma solitario
se yergue un antiguo cedro.

Es todo lo que miramos
del que fue bosque encantado,
de una provincia extraviada
en los rumbos del Sureste.

Repasando los recuerdos
de los días transcurridos,
nos relata hoy la historia
de lo que mirara a sus plantas,
lo que ahora nos comenta,
asegura a quien le escucha
que ocurrió como lo cuenta. 
 
Pesados tractores, trascabos y camiones
van rompiendo a grandes tajos
las escarpadas rocas que bordean los ríos 
saldando la quietud y paz del tiempo
que ahí se respiraba.

Comienza el trágico éxodo
de la gente que se escapa.

Los obreros aprestan el fulminante
vigilando que la pila se encuentre conectada,
aseguran con cuidado en los agujeros taladrados
explosivos suficientes de la nitro ya cargada.

Son competentes mineros,
detonando la última tronada,
que volverá fino polvo,
las montañas de piedra triturada.

Los ingenieros de cascos de acero
  pintados de amarillo
aprestan bolígrafos y bitácoras
para registrar el evento
de cartuchos de dinamita 
explotando como yescas de cerillo,
que dejaran para siempre inerte,
quebrado, el cadáver yerto,
del río enterrado en tumba
de arena y de cemento, muerto.

Una intensa alerta roja,
Se infiltra por los valles por las praderas,
brincando desde el fondo de los bosques
y del sorprendido río a la ajustada rivera.

Ante ella brillan ojos de miles de animales
que llenos de espanto corren por los riscos,
por las cuevas, por las agrestes montañas huyen.

Impresionante es el estruendo
de la tierra destrozada,
gritos lacerantes de terror
traspasan todos los confines,
las copas de los arboles medrosos
se esconden en las nubes,
revolturas de lodo y agua
arrastran los muertos alevines
y como la peor tragedia
humana soslayada,
crueles dramas se reviven.

Del serpenteante camino,
arriba de la tierra calcinada,
los indios bajan en silencio el cerro
iluminados con hachones de quemada lumbre,
macilentos, perdidos, hundidos en la nada,
se confunden con el fúnebre paisaje
de su choza abandonada.

Torrentes profundos hundidos
en el misterio del tiempo,
riadas inmensas del agua torturada
lanzadas al vacio, forman la sangre
sangrada  de las venas rotas de los ríos,
que despeñan en continuos borbotones
de última cascada.

Por más que busco ya no miro
aquellos rojos cedros del bajío,
las formidables caobas
gigantescas clavadas en las lomas,
los floridos cercos enramados
entre guirnaldas y palomas,
y murmullo de jóvenes mujeres
que ríen bañándose en el  río.

Donde estará el hato del ganado
que pastaba en la pradera,
donde el maizal, el frijol, el plátano,
el cafetal, la sementera,
donde se encuentra la maestra,
mis amigos, donde mis hermanos,
aquella novia idolatrada
que llenara de amor mi vida entera,
se han ido sin volver no están en esta,
ni en otra primavera.

Como Antártida  perdida
bajo aguas de centurias,
Quechula puerto  ancestral
de Castellana conquista
y La Concordia desaparecen,
dejando a humildes poblados en penurias,
ahogadas en caudales del llanto de las lluvias.

En invierno cuando las aguas bajan
y el clima frío es más intenso,
se divisa lejana la cúpula
de una torre solitaria, sin campanas.

Su desangelada iglesia,
su santuario sin rezos,
sin las canciones
habituales de cada novenario
y su osario sin velas,
sin fieles, sin recuerdos.

Una extensa mancha de agua negra
cubre las antes bellas superficies,
las que fueran Quechula y La Concordia,
son pobres páramos rocosos,
nidos comunes de serpientes,
de salamancas y de pumas poderosos.

El agua convertida en vatios,
kilovatios, luz y fuerza de la empresa.

Hoy solo escuchan tristes los sabinos
salmos dedicados a la luna,
  que suenan cual  lastimeros
lamentos de aquellos historiales
  del río corriendo caudaloso,
raudo, libre entre colores
rojo-verde de olorosos cafetales.

En las cabañas de palma
sembradas en los cerros,
los indios viven sus desvelos,
iluminando la negrura de la noche
con las rojas brasas quemadas
de las ramas del piñuelo,
en hogueras encendidas
por relámpagos del cielo.


=====================================
.============================================


¿ Te gustó este poema? Compártelo:
Compartiendo el poema con tus amigos en facebook ayudas a la difusión de estas bellas creaciones poéticas y ayudas a dar a conocer a los poetas.




 Compartir
Redes sociales
Facebook Twitter Google Bookmark MySpace Fresqui Meneame