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Sangre de arbol - Poemas de Roberto Reyes Cortés



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Sangre de arbol
Poema publicado el 29 de Abril de 2010

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, Noviembre del 2009-11-20

SANGRE DE ÁRBOL.

Roberto Reyes Cortés.
5º.Reyes.
rreyescortes@hotmail.com



Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, Noviembre del 2009-11-20

SANGRE DE ÁRBOL.

Roberto Reyes Cortés.
5º.Reyes.
rreyescortes@hotmail.com






Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, Noviembre del 2009-11-20

SANGRE DE ÁRBOL.

Roberto Reyes Cortés.
5º.Reyes.
rreyescortes@hotmail.com


En el anterior tiempo del tiempo
se formaron los mundos celestes
del cosmos lejano.

En la hecatombe, estallaron dos
de los cinco soles del universo.

una estrella fracturada viajó por el aire
y convertida en cenizas llegó a la tierra.

El pedazo alucinado del combo
golpeó la corteza con  violencia
y se hundió muy hondo en la frágil
textura de los suelos.

Se dejó arrastrar por la lluvia,
por el agua de las inundaciones,
viajó por  los arroyos que bajan
de los altos cerros escarpados.

Partículas tenues
entintaron las manchas del
jaguar, el blanco de las
garzas, el rojo multiazul
de loros y guacamayas.

Eran los días aquellos de la creación
cuando los dioses no vivían en las piedras,
tampoco en  el viento
venido de mar adentro.



Fue la señal del calendario
en que las brisas de los océanos,
se transformaron en tempestades
destruyendo la vida de valles y montañas.


Tiempo en que los animales de la selva
                                            en torno de la Ceiba mayor,
                                            Madre de todos los árboles,
                                        Decidieron escapar rompiendo las rejas
del desierto de la soledad.

En el espacio,
se escucharon  rugidos espantosos,
Señalando en concierto estridente
  de voces y gemidos, el despertar del enemigo.

El nacimiento del hombre que iniciaba
su camino depredador de la tierra.

Una masa impresionante
  De  polvo de  estrella
Hundió de tajo los cerros y  viajó
  Entre  el subsuelo,
Para encontrar al fin
Oscura caverna sempiterna,
En la que el amasijo de arena,
Barro y fuego,
Crean la piedra brumosa,
Enterrada por centurias.

Ámbar,
Sangre  del monte
Nacida de la herida del encino,
En la  rama del cobayo,
Quebrada por el rayo viviente,
Corriendo en  el cuerpo del guapinol.

Flor
Opaca del éter,
Prendida en el alamar
Del paisaje del universo.

Gota de miel arbórea,
Ahijada en las hojas
Doradas del tiempo.

Gema preciosa,
Derretida en el fuego voraz,
De las montañas.


Milagro de la  creación,
Entre  roca y  árbol
Entre materia y sollozo,
Entre olvido y esperanza.

Extraño mineral viviente,
Que en las noches repta
En las venas
De los seres animados de la selva.

Joya parida,
Por los oráculos encendidos,
De mitos ancestrales
Y sacrificios humanos.

Amuleto mágico,
Que al niño libra
De acechanzas
En artes del chamán.

Cura infalible
Contra  mal de ojo, envidia,
Mal puesto, calenturas;
Bebedizo de amante.

Duermes tu profundo sueño
en troncos podridos,
del corazón
derrumbado de los árboles.

Hace ayeres,
tantos que no cuento,
antes de hoy, del caos,
antes, muy antes.




De  los tronidos de las Hummer artilladas.
De la explosión de obuses,
De roquets y cohetes.

El espacio aún  no sabía
Del lacerante alarido
De millones de victimas
De la violencia humana.

Del camino silente
De multitudes arreadas.
Del gas letal de los campos
De exterminio.

De legiones hambrientas
Perdidas en desiertos sin fin y sin destino.

De la Angoleña y lejana desesperanza.

En el Bosque,
Huitiupán, Simojovel, Totolapa,
Rincones apartados del mundo,
Se revela, nace un ejército.

Es una tropilla  infantil,
Famélica,
Reclutada por el Hambre,
Brotando de la nada;
Son  los mineros del AMBAR.

Asoman espontáneos
En el negro suelo hirsuto
Entre las piedras y el cielo.

Rascan con palos,
Con sus manos desgajadas,
Desnudas, sin uñas.

Con los dedos quebrados,
Aplastados por el golpe continuo
De la ancestral  herramienta.




Asemejan grises ratas humanas
Horadando agujeros de la tierra.

Cuántas veces
esos hoyos  estrechos,
Túneles oscuros
se convierten  en sus naturales
Tumbas.

Sarcófago de obrero olvidado,
Con crueldad explotado,
Púberes y niños flacos,
Cada vez más tiernos,
Más flacos, más niños.


Los mejores, osados,
Son como flexibles
Varejones de membrillo.

Llegan sin dificultad
Al fondo de la mina
Y de nuevo el sol
Pega en sus caras  morenas.

Tierra y sudor
Son su eterno maquillaje
Y una sonrisa infantil
Corre  por el campo.

El minero triunfal
Alza las manos partidas
Por el  cincel y el marro,
La barreta y la cuña.

Entre  aquellas zarpas
Brilla magnifica una gema
Poliédrica,
Cromo de opacidad de origen.

Lagrima solitaria del Tzotzil.
Flamígero testigo de cargo,
Vergüenza del cacique.

Explotación ancestral
De enganchado preso
En las galleras comunales.

En un cerro de Simojovel
Ha nacido el Ámbar,
La gema de América,
Parida en mina perdida
De las montañas del sur.



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