Lo más terrible no es morir sino perder las ganas de vivir
Poema publicado el 06 de Marzo de 2010
Sólo pienso en el piadoso, el imparcial, en el noble Tánatos. Él me abrazará a pesar de nada, de nada, no reparará jamás en quién soy. Estará allí para mí, aguarda mi llegada, seguramente. Lo olvidaré todo; me dejaré ahí, mi tristeza jamás habrá sido, jamás habrá sido.
No habrá más cuerpo embebido del río Cocito, del Aqueronte, ni siquiera del Estigia, cuando Tánatos libere mi alma, presa del cuerpo carcelario que la mantiene rehén. Iré desapareciendo en las sagradas aguas del Lete. Si es que desde un principio Eros ha pasado de mí y la Venus dichosa ha negado el glorioso doncel, derraré los ojos, tomaré la mano del temido Erebo fuertemente, y la seguiré ciegamente.
Átropos querida, ¡bendita!, no desgastes tu mano, yo haré el trabajo por ti. La perfecta, la pura, ¡bondadosa! Láquesis ya lo ha escrito así. La Cloto hilandera, ¡inocente!, no tiene la culpa del hilo obscuro y de su curso. Aplicadas Diosas ¡justas!, no hay victimas que lamentar.
Llegó el momento de que el Tártaro reclame lo suyo, o el Hades inevitable.
Yasás a los mortales.
A los vivos, aprobación de la Diosa Tiqué.
Mi alma ha muerto, pero por alguna extraña razón mi cuerpo sigue vivo.
Ojala nunca tengas que sufrir lo que yo he sufrido.
Rosario Isabel Jiménez Hernández
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Poema publicado el 06 de Marzo de 2010
Sólo pienso en el piadoso, el imparcial, en el noble Tánatos. Él me abrazará a pesar de nada, de nada, no reparará jamás en quién soy. Estará allí para mí, aguarda mi llegada, seguramente. Lo olvidaré todo; me dejaré ahí, mi tristeza jamás habrá sido, jamás habrá sido.
No habrá más cuerpo embebido del río Cocito, del Aqueronte, ni siquiera del Estigia, cuando Tánatos libere mi alma, presa del cuerpo carcelario que la mantiene rehén. Iré desapareciendo en las sagradas aguas del Lete. Si es que desde un principio Eros ha pasado de mí y la Venus dichosa ha negado el glorioso doncel, derraré los ojos, tomaré la mano del temido Erebo fuertemente, y la seguiré ciegamente.
Átropos querida, ¡bendita!, no desgastes tu mano, yo haré el trabajo por ti. La perfecta, la pura, ¡bondadosa! Láquesis ya lo ha escrito así. La Cloto hilandera, ¡inocente!, no tiene la culpa del hilo obscuro y de su curso. Aplicadas Diosas ¡justas!, no hay victimas que lamentar.
Llegó el momento de que el Tártaro reclame lo suyo, o el Hades inevitable.
Yasás a los mortales.
A los vivos, aprobación de la Diosa Tiqué.
Mi alma ha muerto, pero por alguna extraña razón mi cuerpo sigue vivo.
Ojala nunca tengas que sufrir lo que yo he sufrido.
Rosario Isabel Jiménez Hernández
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