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El autocar, sencillamente impresionante. - Poemas de Teófilo Gago Gago



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El autocar, sencillamente impresionante.
Poema publicado el 15 de Junio de 2012

Los semáforos, son vegetación metálica muy necesaria
en las entrañas de las ciudades,
y ponen en fila india, o de racionamiento,
calmando momentáneamente
apetitos y conductas al volante, endiabladas.

El caso es que
antes de cruzar un arco de ladrillo, símbolo de Valladolid,
un semáforo vestido de rojo, nos ordena detenernos
circunstancialmente detrás de un autocar,
sencillamente impresionante.

Momento que mi mano derecha, se posa con una suavidad angelical
sobre el muslo izquierdo de la madre de mis dos hijos,
mientras comento a mi compañera de viaje:
-Esa especie de nave espacial, que nos precede,
debe contar con camas confortables y sábanas limpias.

A lo que la hembra que me acompaña,
a todas luces escopetada, responde:
-Tú siempre pensando en lo mismo, compórtate,
pon la mano en el volante y tengamos el viaje en paz.

Abortado un nuevo abordaje sexual,
a través del silencio que nos une,
no me queda más remedio que leer,
la retahíla de frases que adornan la luna trasera
del autocar, sencillamente impresionante.

Luz individual, D.V.D. Nevera. Sonido en estéreo.
Aire climatizado. Hilo musical. Frenos de seguridad.
Butacas reclinables. Refuerzos Antivuelco.
Salida de emergencia. Aseos. Prensa, Mini bar.

Un cambio de color del semáforo,
nos mete de lleno en la inercia de la marcha,
y no teniendo a la vista nada atractivo para gozar,
vuelvo a la carga sexual con el siguiente argumento:
-En la luna trasera de ese autocar,
le digo a mi desganada esposa,
han omitido señalar lo más importante.

¿Y qué es para ti lo más importante?, me contesta

-Se les ha olvidado poner, "Conductor de confianza",
imagínate, prosigo con mi argumento,
ese autocar, con un conductor de confianza,
y unas camas confortables, con sábanas limpias,
sería el reclamo perfecto
para viajar encamados, de ciudad en ciudad.

Esa tarde, todos mis envites pasionales,
antes, durante y después del viaje, resultaron fallidos.

Con la vista puesta en el horizonte
y las dos manos firmes al volante,
tomamos tierra en el pueblo, y para no variar,
la madre de mis dos hijos y yo, esa noche,
seguimos a rajatabla y sin rechistar
el consejo de la ratita del cuento:
Cenamos, callamos, dormimos y roncamos.



del poemario:
"Para viajar así, es mejor no salir de casa"


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