Ochenta y cuatro
Poema publicado el 25 de Noviembre de 2008
“A mis abuelos Valentín y Magdalena, muertos a esa edad”
1.
Jamás lo entendí.
Sigo sin entenderlo.
No sé cuánto hay que esperar,
qué hay que esperar.
Comprendo
por qué me muevo más lento,
por qué pienso más lento,
por qué reacciono más lento.
Entiendo
que la vida sigue su curso
y yo he alcanzado
la frontera que linda
con lo ignoto.
No tengo miedo a saber
lo que se esconde detrás.
Nunca tuve miedo,
quizá algo de curiosidad,
un cierto estremecimiento.
Sólo una inmensa inquietud
ante el momento exacto de partir.
Nada más.
2.
Estoy siempre sentado,
llenándome de sol,
esperando pacientemente
que alguien venga a tomar
mi vieja mano
y me conduzca de regreso.
Pero nadie viene
al encuentro de un anciano.
Nadie escucha a un ser cansado
que oye con dificultad,
que habla con dificultad.
Jamás lo entendí.
Sigo sin entenderlo.
Comprendo
que este roto cuerpo
hecho de lágrimas
y de risas y sueños
se encorve buscando la tierra
de la que surgió.
Sólo siento que debo esperar.
¿Cuánto más?
3.
Amanece otra vez.
Apenas duermo, apenas descanso.
Quizá esta madrugada sea
mi última madrugada.
Pregunto,
pero no hay respuesta
o si existe
-última esperanza-
no la alcanzo a oír.
Sigo sin comprender.
No sé hasta cuándo puedo resistir,
hasta dónde debo llegar.
Me cuesta respirar,
me cuesta ver con claridad,
me cuesta pensar cabalmente.
Apenas una vieja persona
que se arrastra
sorteando mil obstáculos.
Sólo siento miedo
a resbalar y a quebrarme.
Nada más.
4.
A duras penas avanzo,
a duras penas he llegado
adonde los hombres agonizan.
Deseo
que Alguien o Nadie venga
a buscar mi alma cansada.
Al Todo o a la Nada,
pero que sea pronto.
Sigo sin entenderlo.
No sé cuándo ni cómo,
pues llevo esperando impaciente
muchos años,
demasiado tiempo,
ese instante final.
Ese soplo que sé que es asfixia,
quietud,
sueño profundo,
antesala previa de lo desconocido.
Confieso
que se me hace eterna la espera.
¿Cuánto más?
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Poema publicado el 25 de Noviembre de 2008
“A mis abuelos Valentín y Magdalena, muertos a esa edad”
1.
Jamás lo entendí.
Sigo sin entenderlo.
No sé cuánto hay que esperar,
qué hay que esperar.
Comprendo
por qué me muevo más lento,
por qué pienso más lento,
por qué reacciono más lento.
Entiendo
que la vida sigue su curso
y yo he alcanzado
la frontera que linda
con lo ignoto.
No tengo miedo a saber
lo que se esconde detrás.
Nunca tuve miedo,
quizá algo de curiosidad,
un cierto estremecimiento.
Sólo una inmensa inquietud
ante el momento exacto de partir.
Nada más.
2.
Estoy siempre sentado,
llenándome de sol,
esperando pacientemente
que alguien venga a tomar
mi vieja mano
y me conduzca de regreso.
Pero nadie viene
al encuentro de un anciano.
Nadie escucha a un ser cansado
que oye con dificultad,
que habla con dificultad.
Jamás lo entendí.
Sigo sin entenderlo.
Comprendo
que este roto cuerpo
hecho de lágrimas
y de risas y sueños
se encorve buscando la tierra
de la que surgió.
Sólo siento que debo esperar.
¿Cuánto más?
3.
Amanece otra vez.
Apenas duermo, apenas descanso.
Quizá esta madrugada sea
mi última madrugada.
Pregunto,
pero no hay respuesta
o si existe
-última esperanza-
no la alcanzo a oír.
Sigo sin comprender.
No sé hasta cuándo puedo resistir,
hasta dónde debo llegar.
Me cuesta respirar,
me cuesta ver con claridad,
me cuesta pensar cabalmente.
Apenas una vieja persona
que se arrastra
sorteando mil obstáculos.
Sólo siento miedo
a resbalar y a quebrarme.
Nada más.
4.
A duras penas avanzo,
a duras penas he llegado
adonde los hombres agonizan.
Deseo
que Alguien o Nadie venga
a buscar mi alma cansada.
Al Todo o a la Nada,
pero que sea pronto.
Sigo sin entenderlo.
No sé cuándo ni cómo,
pues llevo esperando impaciente
muchos años,
demasiado tiempo,
ese instante final.
Ese soplo que sé que es asfixia,
quietud,
sueño profundo,
antesala previa de lo desconocido.
Confieso
que se me hace eterna la espera.
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