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Confidencias autobiográficas - Poemas de Wenceslao Mohedas Ramos



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Confidencias autobiográficas
Poema publicado el 05 de Noviembre de 2010

En una noche de otoño,
vine a este mundo en un pueblo
de la Alta Extremadura
que se llama Jaraicejo;
aunque me arrancó la vida
de esta tierra, yo me siento
de los pies a la cabeza
extremeño al cien por ciento.
Por nacer un triste otoño,
del alma se me cayeron,
como pálidas hojillas,
las ilusiones, los sueños…

Soy la encina cenicienta
que arrastró un extraño viento,
pero sus hondas raíces
siguen fieles a su suelo.
Por esas tierras de Dios,
tuve suerte… ¡no me quejo!,
pero perdí la alegría
y la echo mucho de menos;
por eso, no os extrañéis
que vaya siempre tan serio
por los caminos del mundo
de la mano del silencio
y así encontré esta tristeza
en un esquina del tiempo
y me sigue a todas partes
como un importuno perro,
siempre pegada a mi alma
a la espera de algún hueso.

Por mi apariencia exterior,
nunca pregunto al espejo
porque mi clara conciencia
me da muy buenos consejos.
Nunca miro las fachadas
de las personas, prefiero
mirar su mundo interior
por ver lo que llevan dentro;
no me inquieta su apellido
ni me importa su dinero,
sólo una limpia conciencia
y un corazón verdadero.

No me guío por la gente
para elegir mi sendero:
ve más un águila sola
que todo un rebaño entero;
no quiero caminos anchos
de rebaños soñolientos,
prefiero la angosta senda
que me marca el pensamiento.
Me gusta escribir y escribo
para verter lo que siento:
mi sangre sirve de tinta,
mi corazón, de tintero.
Agricultor de la pluma,
sembrador de sentimientos,
la vida me da semillas
que voy sembrando en mis versos

Por las cosas materiales,
siempre sentí un gran desprecio
porque convierten al hombre
en esclavo satisfecho
que sólo busca en la vida
sanchopancescos provechos
para cubrir un vacío
que rellena con objetos.
Le pido poco a la vida:
salud, trabajo y, al menos,
un mendrugo de esperanza
para el corazón hambriento
de paz, de amor, de justicia,
de esos nobles sentimientos
con los que llena su vida
un corazón quijotesco;
me pido tanto a mí mismo
que estoy siempre insatisfecho
y vivo en continua guerra
con mis propios pensamientos…

Pago a buen precio la deuda
de haber nacido extremeño
con las húmedas monedas
de un llanto que va por dentro
y me duele la distancia
y el disfrazado destierro
que me hipoteca la vida,
pagando en pena el impuesto.
Con la verdad por bandera,
mi corazón pregonero
clama a las sordas conciencias
por despertarlas del sueño,
de ese sueño secular
que adormece los cerebros.
Con vocación quijotesca,
yo grito a los cuatro vientos
y os convoco a la defensa
de un sentimiento extremeño…


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