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La caja de pastora - Poemas de Wenceslao Mohedas Ramos



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Categoría: Poemas de Amor
La caja de pastora
Poema publicado el 06 de Febrero de 2013

Una noche decembrina
de Navidades, sin luna,
tuve  la feliz fortuna
de hallar la moza divina:
¡Una divina Pastora!

Tiene fulgores de aurora
en su ambarina mirada
y una capilar cascada
de morena seductora
en su bella cabellera.

Moza  joven, veinteañera,
casera, casta, sencilla,
con un vivir sin mancilla
de señorita señera
que espera inquieta a Cupido.

Su honor, un jardín prohibido
y en preservarlo se empeña
con firmeza marfileña
para el mozo preferido
que la pretenda de esposa.

Su compañía deleitosa
-novedad de navidades-
me vistió mis soledades
del bello color de rosa
de un rosado atardecer.

Fue el ameno amanecer
de mi amoroso camino
para entrar como inquilino
de un corazón de mujer,
su fuente de sentimiento.

Obediente al mandamiento
“multiplicaos, creced”,
yo le pedí por merced
palabra  de casamiento
para una unión  de por vida.

Vida entera compartida
donde la mutua ternura
almibara la amargura
por tanta ilusión perdida
en un mundo lastimero.

Hoy, soy el cordial cordero
de Pastora en el redil
porque su amor pastoril
me trata con sumo esmero
y ameniza mi existencia.

En conyugal convivencia
y en recíproco respeto,
nuestro vivir es discreto
sin la estresante estridencia
de la banal vanagloria.

Nuestra vital trayectoria
sigue su cauce propicio,
lejos del lujo, del vicio
y de la falaz euforia
que conduce a tanto duelo.

Con mis pies siempre en el suelo,
yo camino de su mano
por un tiempo tan tirano
que rezuma desconsuelo
y empapa el alma de pena.

Entre cantos de sirena,
nos dan por oro oropel;
nos venden por miel la hiel
de esta histérica colmena,
nuestro mundo furibundo.

Yo lanzo mi no rotundo
ante tanta malandanza
y cultivo la esperanza
en nuestro amoroso fundo
que mis cuidados reclama.

El amargor de retama
del dolor de cada día
se me torna en alegría
cuando  Pastora me inflama
la llama que arde en mi pecho.

Su corazón bien pertrecho
de ternura, de nobleza…
para darse con largueza
a un marido satisfecho
del conyugal compromiso.

Nuestro amor es paraíso
en mundanal gatuperio
y nuestro propio criterio
hace siempre caso omiso
de tanto falso profeta.

Por Pastora, soy poeta;
ella es mi musa sumisa
y la brisa de su risa
me saca lírica veta
de mis hondos hontanares.

Ella espanta mis pesares
y me retorna a mi infancia
con esta grata fragancia
de memorias familiares
que velamos tal tesoro.

A mi Pastora yo adoro
por ser de tan buena pasta,
tan fiel, tan noble, tan casta…
que da a mi vida decoro
con un amor sin barnices.

Me sutura cicatrices
de las heridas de antaño
de aquellos que, con engaño,
fueron del lobo aprendices
con sus ataques mordaces.

De los plácidos solaces
con Pastora, tan prolijos
los retoños de dos hijos
brotan de amores feraces
para alegrar nuestra casa.

Con los cuidados sin tasa,
los dos botones carnales
son columnas colosales
que al amor sirven de basa
por el efecto afectivo.

Pastora es mi paliativo
y, en su amoroso ofertorio,
me atempera el purgatorio
de este mundo repulsivo
y tan manco de ideales.

Ya sin valores morales,
la sociedad sordiciega
de cuerpo y alma se entrega
a  los bienes materiales
con la marca del mercado.

Si, en el amoroso prado
de Pastora, pastoreo,
su amor es bello trofeo
y me siento hombre colmado,
calmado con sus caricias.

Una caja de delicias
es Pastora en sus virtudes
que me aquietan inquietudes
y, en un mundo de inmundicias,
es mi tabla salvadora.

Es la caja de Pastora
un venero de valores
de efectos benefactores
por la bondad que atesora
en sus trojes interiores.


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