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Mis señas de identidad - Poemas de Wenceslao Mohedas Ramos



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Mis señas de identidad
Poema publicado el 25 de Enero de 2011





Yo soy del sur, extremeño;
procedo de los de abajo
y, aunque soy padre de versos,
soy un hijo del trabajo.
Mi tierra es extrema y dura
para el que viste de andrajos
y extremadamente blanda
para buitres, zorros, grajos…
Nací en la tierra de encinas,
entre el Almonte y el Tajo;
de allí, vientos de la vida
me han arrancado de cuajo.
Resido en tierras del norte
donde tengo el pan y el tajo;
soy sembrador de cultura
y siembro ideas a destajo.
En mis llanuras del alma,
apaciento un gran hatajo
de recuerdos y añoranzas
en mis ratos de relajo.
Me gusta regar raíces
de aquel que se fue al carajo
de la emigración un día
por culpa de cuatro grajos.
Toda clase de malezas
de mi conciencia descuajo:
zarzas, cenizos, ortigas,
avenas locas, hierbajos…
Con voluntad de pan tierno,
Mi vida me desmigajo
en versos para mi gente
tal poético agasajo.
Yo nada debo, me deben
horas extras que, a destajo,
apliqué a sembrar mis versos
que ofrezco a precio muy bajo.
Por humildad, me veréis
caminado cabizbajo:
no quiero humillar a nadie
ni ante nadie me rebajo.
Sin dobleces, sin rincones
ahumados, sin altibajos,
con alma limpia y planchada,
voy y vengo; subo y bajo,
Me aparto de los partidos;
mi corazón no es colgajo
para partir…; por entero,
se lo entrego a los de abajo.
Comprenderéis que no tenga
voluntad de escarabajo
para pagar en pelotas
lo que pago con trabajo.
No me busquéis en las fiestas:
odio el ruido y los brebajos
con que se alegran su sangre
tantos tristes espantajos.
Con pluma o con libro en ristre,
me encontraréis en mi tajo,
poniendo el pensar a punto
y el corazón boca abajo
o, tal vez, por un camino
angosto de algún atajo,
buscando lo que no encuentro
y, por eso, me encorajo.
Yo llevo un collar de penas,
colgando tal un badajo,
con la alegría hecha añicos
y la esperanza, un pingajo.
Mi corazón, vuestra casa,
de par en par, desencajo
por sus puertas y ventanas
por si precisáis sombrajo.
No obstante, algunos de envidia
me escupen escupitajos
de indiferencia o desprecio:
¡es su labor…, yo la encajo!


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