Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Cuando yo todavÃa llevaba el pelo cortado sobre la frente
jugaba en el portal delantero, recogiendo flores.
Tú viniste con zancos de madera jugando a los caballos,
caminaste junto a mi asiento, jugando con ciruelas azules
y seguimos viviendo en el pueblo de Chokan:
dos niños, sin aversión ni sospecha.
Con catorce años me casé con vos, mi señor.
Nunca me reÃa porque era tÃmida.
Bajaba la cabeza y miraba a la pared.
Aunque me llamaran mil veces, nunca volvÃa la cabeza.
Con quince años dejé de fruncir el ceño,
deseaba que mi polvo se mezclara con el tuyo
para siempre y para siempre y para siempre.
¿Para qué seguir vigilando?
Te fuiste cuando yo tenÃa dieciseis años,
te fuiste a la lejana Ku-to-yen, junto al rÃo de los remolinos,
y has estado fuera cinco meses.
Los monos hacen un ruido muy triste por ahà arriba.
Cuando te fuiste arrastrabas los pies.
En el portal ahora ha crecido el musgo, musgos
distintos,
¡demasiado profundos para limpiarlos!
Los hojas caen pronto este otoño, por culpa del viento.
Las mariposas emparejadas ya amarillean en el agosto
sobre la hierba del jardÃn del oeste;
me duelen. Me hago vieja.
Si has de venir por los vados del rÃo Kiang,
por favor, házmelo saber de antemano
y yo saldré a recibirte,
iré hasta Cho-fu-sa.
Por Rihaku
Versión de Javier Calvo
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