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Una historia diferente - Poemas de Isis Carolina Farias



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Una historia diferente
Poema publicado el 23 de Diciembre de 2008

LA PRIMERA HISTORIA

“— Sabia que esa mujer no era mía, pero de igual manera la amaba. Sabía muy bien que sus pensamientos jamás me iban a pertenecer, de que tenía la esperanza de que solo un momento un latido de su corazón fuese para mí, que una sola mirada me perteneciera. Pero, era mucho pedir. Mi vida es un total desastre y, es que yo soy un experto en hacer nudos en mi propia vida.

Sé que estoy loco, pero de seguro no hay más nadie como yo, que ame a esta locura. Sé que estoy loco y, lo admito me encanta, la disfruto, la amo y me gusta vivirla a plenitud. Talvez suene a masoquismo y yo, soy esclavo y masoquista de mí corazón, ese mismo que tengo dentro del pecho, que late cada vez que la tengo junto a mí.

Quisiera vivir en esta vida millones de situaciones, millones y únicos momentos donde pueda mirarle fijo a los ojos y, contemplarle mientras algo inexplicable recorre todo mí ser. Quisiera pensar que nada en esta vida es imposible, y que los sueños se hacen realidad, mi mayor sueño es único. Pero no solo se puede vivir de sueños.

Daniela es mi joya más preciada, la adoro y, la deseo con toda mí alma y con todo mí ser. Es que si voy a la verdad yo no me pertenezco le pertenezco a ella, tengo la gran dicha de verla sonreír, la dicha de notar sus cambios de imagen cada vez que quiere verse más bella. Tengo la dicha de ser su amigo y amarla en silencio, la amo de una manera tan grande. Daniela es lo único que me importa, también me importa mí futuro, pero estoy enamorado. Estoy enamorado de Daniela y ella no lo sabe, no he tenido el valor de decírselo, pero. Si él demostrárselo sin pronunciar alguna palabra.

¿Me creerían si una vez les digo que ella fue mía?. Fue únicamente para mí y que yo fui para ella. Si es mucho soñar, ella a sido mía de muchas maneras y, eso me hace especial. No miento cuando digo que me desarma enteramente cuando respiro su perfume. Es algo que me desprende de la realidad. Hay una historia muy triste, le paso a mi mejor amiga y yo lo viví con ella, sé que hay amores que jamás llegan a ser verdaderos que solo son un pasa tiempo. Ella, lo conoció una vez en Paris y, dice que fue amor a primera vista. Creo que fue algo mutuo. El flechazo del cupido.

El tiempo en que mi mejor amiga estuvo en Paris conmigo, siempre salía con ese chico a caminar por la Plaza la Concordia y volvía muy temprano. Pero, dos días antes de partir de allí y volver a nuestro país, me quede sentado en el sofá. Con ella clavada en la mente y marcando una y otra vez a su celular, pero colgaba al escuchar caer la contestadota. Tenía el presentimiento que en esa noche no la vería cruzar la puerta. Así que me serví una copa di güisqui y, me fui asomar al bacón para contemplar las luces de la romántica ciudad. Dándome cuenta en cada sorbo que le daba a mi copa de que ella no llegaría, sabia que en esa noche al amanecer despertaría en los bazos de otro hombre. 

El maldito dolor me estaba matando, me estaba acabando por entro. Yo la amaba, la quería y la adoraba como cual diosa pura casi desde la primera vez que supe que tendría nuevos vecinos. Tendría la oportunidad de conocerla, cuando conocí a Daniela estaba estudiando en el mismo liceo, estudiábamos juntos. Cuando fuimos creciendo que ya no éramos tan niños entramos a estudiar a la universidad. En la misma universidad, en los mismo salones, la misma carrera... había tanto en común, pero Daniela nunca sintió lo mismo que yo. Ella nunca me amo como una mujer ama a un hombre al cual se desea.

Y, yo. El pobre soñador de gran espíritu. Se había enamorado de su amiga de toda la vida. Y, que la amaba y la deseaba de la forma en que un hombre ama a una mujer. Estaba enamorado y ella solo podía brindarme un abrazo y un beso como un amigo. Yo, era para ella el hermano que nunca tubo. El hermano de su misma edad que sus padres nunca le dieron. Pues, era la única hija de la familia Arteaga. Y, yo. Su amigo, su hermano la había traicionado.

Esa noche sabía que estaba en los brazos de Santiago, sabía que era él quien recorría la dulce piel de Daniela, yo no quería pensar en eso. Trataba de evitarlo pero, no podía. Me hacia falta voluntad, no lograba despejar mí mente mientras permanecía a oscuras admirado por las luces de la ciudad, pensaba en lo afortunado que era Santiago por que la estaba amando. La sola idea de que había amanecido con él y, la sola idea de que ella lo deseara me hacia sentir deseos de matarla o matarme.

Pero sabia que no podía acabar con la vida de ella. Si respeto como a nadie la vida de un simple animal ¿Por qué iba a quitarle la vida a la mujer que amo?, Yo no podía hacer eso y, tampoco tendría el valor de arrodillarme y ponerme enfrente de la cruz. Frente a Dios, ponerme una pistola en la boca y jalar el gatillo. Sé, que yo no tendría el valor. ¿Saben por que? Por que soy un cobarde de los más cobardes. Además, soy una de las personas que siempre ha pensado que la vida es una sola y que hay que aprovecharla. Ese también era el lema favorito de mi amada Daniela, “La vida hay que vivirla con sus buenos y malos ratos”, yo no puedo acabar con mí vida y, menos con la de ella.
En aquella noche disfrute mí pena, me tome el sangrado de mí corazón y llore hasta morir mí pena, es masoquismo decirlo, pero creo que disfrute mí dolor. Y, Daniela, ella disfruta uno de los placeres que tiene la vida. Disfruto hacer el amor con el hombre que ella sentía amar, el cual deseaba hacer suyo.

Ella era del y él era de ella. Al día siguiente yo podía notar su alegría al verla sonreír con tanto resplandor. Yo, no le decía nada y tampoco me atrevía a preguntarle nada por que me daba miedo de que ella me confirmara con su propia voz, con su propia figura que había hecho el amor con Santiago. De vuelta a nuestro país, mí puesto de avión estaba a su lado, y podía notar lo ilusionada que estaba. En su forma de hablar, en la coquetería al caminar y en sus gestos. La tenía a mí lado y, mostrándome una sonrisa extrovertida me pregunto.

—¿Por qué no me preguntas, él por que sonrió tanto? ¿Por qué no me preguntas en donde e pasado tantas noches? — me volví a mirarla y le respondí
—¡Creo que no hace falta preguntarlo, sería una pegunta muy estúpida! No lo crees? —
—Creo que tienes razón, pero no puedo evitar mí felicidad. Amé con todas mis fuerzas a Santiago, nunca me imagine que amanecer entre sus brazos sería algo de no creer. Lo amo—

Yo, solo podía escucharla y dibujaba en mi rostro una sonrisa falsa. Mientras que mi alma se me partía en mil pedazos. La escuchaba tan alegre, era duro admitirlo. Ella lo amaba. Pero, nunca nada llega a ser completo y siempre detrás de una sonrisa impetuosa había un hondo dolor  y mojadas mejillas, rostro pálido.

Santiago es un hombre que conoció en el seminario que hacíamos en Francia, tres años mayor que ella. Pero, detrás de su alegría había algo que ella no me confesaba. Algo que golpeaba sus sentimientos y no me lo decía por miedo, por pena o por vanidad y, yo era el culpable. El individuo que le causaría su mayor dolor que marco su vida y la mía de por vida.


UNA CRUDA REALIDAD


Ella no tenía el valor de decírmelo y, yo no tenía el valor de confesárselo. Habían transcurrido varios meses en donde Santiago la llamaba por teléfono hasta que un días cualquiera, una noche de lluvia, truenos y relámpagos Daniela recibió una llamada telefónica como siempre su gran amor, le había dado una noticia la cual yo fui el primero en enterarme. Santiago le había llamado para decirle que vendría a visitarla que lo fuera a recibir en el aeropuerto que estaría allí ansioso para verla, para estrecharla entre sus brazos y, poder respirar de su cuello su olor.

Como siempre, en mi amargura desahogándola sobre mi cama, con la mirada puesta fija sobre el techo raso de mi habitación estaba pensando que la vida era muy injusta conmigo, que amándola como la amaba ella no lo notara. Además, era mi secreto. Habían días en que yo quería ser valiente he iba a buscarla, pero cuando la tenía enfrente la miraba sonreír o la escuchaba hablar  de  sus novios, me volvía el gran cobarde que yo siempre he sido, así que el valor e me escapaba.

Lo valiente se me iba de las manos y, solo me conformaba en recibir de ella  lo que siempre me brindo. La llegue a conocer más que a nadie y, sabía muy bien que en esta noche mientras yo la tenía en la mente, ella no pensaba en mí. Sabia que en su mente tenía a Santiago. Pronto amaneció y, a la primera persona que fue a buscar para que le fuera acompañar a ponerse linda para que Santiago la viese diferente después de 10 años sin verse a los ojos.

Yo no quería ir. Así que le dije que no, eso me causaría más dolor. Mirar que todo lo hace por él, ese cambio de cabello, de maquillaje y, de ropa no era para mí. Era para otra persona, para otro hombre y, no para mí. Pero la miro insistir y preguntarme ¿Por qué? Yo, no podía decirle nada, que me estaba muriendo por ella y que eso era una puñalada directa a mi corazón, pero sé que no podía hacerlo por que me consideraba su hermano. Su amigo quien tenia que acompañarla, no podía decirle que no, así que le dije que sí. No tenía más remedio y pase toda la tarde con ella.

Al atardecer, se había desatado una lluvia increíble. Cuando ella salió de la habitación a la sala, la mire de pies a cabeza... ¡Por Dios!, Era tan linda, tan hermosa con aquel vestido blanco muy ceñido a su cuerpo, su figura tan sensual, tan Danielita con su cabello rizado de color amarillo como el sol y ojos como la miel. Era ella la chica de 12 años que yo conocí ¿En qué momento te convertiste en una mujer? A sus 24 años era aun tan soñadora, al verla así. Solo pude decirle que Santiago era muy afortunado. Que era tan hermosa que podía quitarle belleza a una rosa.

Parecía un estúpido, yo llevaba a la mujer de mí existir al aeropuerto para verla abrazar a otro hombre, era yo, un idiota que no podía agarrara mirarla a sus bellos ojos y, decirle.

—¡Daniela, te amo. No se como empezó, soy un idiota no debí pero me ha pasado y, no me arrepiento. ¡Te amo, te quiero, eres mi adoración, la virgen que venero, la virgen que quiero grabar sobre mi piel! —.

¡Pero no! Soy tan idiota que me detengo frente a la puerta del aeropuerto y ella dándome dinero, como jugando con su felicidad dice.

—¡Quédese con el vuelto, por favor! — tomo el dinero y, le respondo.
—¡Gracias, joven dama! — sonrió mientras la dejo de ver, ella se disponía a bajar del carro, cuando la tome del brazo y le digo.
—¡Espera!. Espero que sea como siempre lo has soñado— Daniela siempre con su dulzura se sonríe, mientras que me responde.
—¡Sé que será como siempre lo he soñado! — y, vi como se marchaba.

Me encontraba dentro del carro, mirando la lluvia caer y, a ella entrar en el aeropuerto, dejo de ver la entrada. Tenía tantas ganas de llorar, pero me contenía. No quería llorar más por ella. Sabía que mis otras lagrimas no habían cambiado nada. ¡Si llorar las cambiara! Muchos serían felices. Llorar le devolvería la vida al ser que murió, al que debía pedirle perdón o disculpas por errores cometidos y, vez que injustamente o el mismo destino no te lo permite. ¿Lloraste un mar? Y, eso no valió de nada para recompensar el tiempo perdido. ¿Ves que llorar no soluciona nada?; Llorar por ella no cambiaran sus sentimientos hacia mí.

Me quede allí frente a esa puerta, para terminar de morir al verla salir de brazos del y, los minutos comenzaron a fastidiarme, las horas comenzaron a ser demasiado insoportables y entre fastidio al no soportar mi propia estupidez pasaron tres horas, si hasta en el cielo habían aparecido las estrellas y, no la vi salir. Me parecía que el ya habría de haber llegado, me imaginaba que desde dos horas a tras debieron de haber salido del aeropuerto. Pero no salían, así que me preocupe y me hice una pregunta.

  —¿Seria que Santiago no llego? — la cual era mi esperanza y me jure de que si Santiago no llegaba yo tendría el valor de confesarle el secreto que me atormentaba. Me baje del carro, me arregle la corbata y entre por la puerta. Llegue a aquel pasillo, eran más de las 11 de la noche, le recuerdo como si hubiese pasado ayer. Cuando en realidad a mis 28 años lo recuerde como una fotografía con vida o como una película con sus originales colores, recuerdo que llegue a ese pasillo helado, el frío me salía por la boca. Yo, que soy un hombre de tez blanca con aquel penetrante frío me veía como un papel. Cuando la vi, estaba arrinconada en un rincón sentada en el suelo, tenía el maquillaje todo chorreado por el rostro y, por su boca y nariz salía aquel frío respiro. Al verla así sentí un gran dolor.

Santiago el muy maldito no había llegado. Corrí hacia ella quitándome el saco, se lo puse encima mientras yo podía sentir como todo su cuerpo temblaba, su piel blanca estaba tan fría. Daniela lloraba y me decía ahogada en lagrimas.

—¡No llego! ¡No vino, no estuvo aquí! ¿Por qué me hizo esto? ¡Por que! —

Solo podía mirarla y secar sus lagrimas que brotaban incesantemente. Trataba de tranquilizarla diciéndole que talvez no había llegado por que su avión se habría retrazado, que pensara en eso. Y ella me decía.

—¡No!. ¡Yo, sé que no va a venir! Lo sé muy bien... ¿Sabes? No fue como me lo había imaginado tantas veces, bella y sensual para que se sorprendiera, después de unos cuantos minutos se escucharía un avión llegar y, que allí él vendría para encontrarse conmigo. Luego, entre tanta gente. Caminaba y caminaba observando rostros, me daba cuenta que nadie se parece a el, cundo lanzaba la mirada y lo veía... era él,  es él, tan apuesto, con un ramo de rosas entre sus blancas y fuertes manos, lo miro de sonreír, mientras que siento que la felicidad va a reventarme el pecho de tanto amor, siento que mi corazón va a explotar, camino apresuradamente hacía el y, lo abrazo fuertemente. Sintiendo su calor y él sintiendo el mío, decirle a viva voz que lo extrañe tanto, tanto. Que ahora que puedo tenerlo, tocarlo, puedo sentirlo más junto a mí. Decirle que no aceptaría una vez más una lejanía así. Nunca querría separarme del, de su amor, de su ser.  Llegaríamos al departamento, brindaríamos su llegada con copas de champaña, luego y después de volver a vernos a los  ojos, luego de decirnos tantas cosas que por teléfono es muy diferente. Abrazarnos muy lentamente y, con ese abrazo besarnos, acariciar nuestros labios, sintiendo nuestras pieles tocarse, nuestras manos acariciarse y, así poco a poco despojarnos de nuestras ropas. Para sentirnos después de tantos años... así lo soñaba yo. Y sé que es mí culpa— 

Miraba sus ojos llenos de lagrimas y, me mataba por dentro no poder parar su sufrimiento.

—¡No llores! ¡Odio verte llorar, déjame llevarte a tu casa! Vamos— Daniela, no quería levantarse. Así que la cargue y me la lleve hasta el carro, mientras ella gritaba histérica que la soltara. Pero, ella sabía que yo no lo aria. Que jamás lo aria, llegamos a su departamento, se tiro en su sofá mientras gritaba que quería morirse.

Solo la miraba llorar y, me daba una rabia. Como hubiese deseado que ese día jamás hubiese pasado. Yo no sabía que sería el último día en que la vería. Ella me decía entre lagrimas.

—¡Sé que el, no me lo perdona!. ¿Sabes? Después que estuvimos juntos me había preguntado él ¿por  qué yo le había mentido? —
—¿En que le mentiste? — vi como se levantaba del sofá muy angustiaba mientras no dejaba de hablarme. 
—¡Le dije que yo era virgen!. ¡Pero no fue así, no era virgen cuando estuve con Santiago!. Tu, más que nadie sabe que yo, no me había acostado con nadie. Pero, no fue así. ¡No se como! ¡No sé con quien! ¡Creo que me violaron! ¡Me violaron y nunca lo supe, nunca me di cuenta hasta ese día! — 

Podía sentir su dolor y, más despreciable me sentía. Por que la escuchaba decir que había perdido la voluntad de escoger, le había negado la oportunidad de experimentar lo que es hacer el amor por primera vez. Había vuelto a llover y la deje de mirar, dándole la espalda le dije.

—¡Talvez lo hizo por amor! — Daniela sorprendida me miraba y, busco ponerse enfrente de mí con una mirada perdida me miraba fijo a los míos.
—¿Por amor? ¡Por favor! ¿Pero, que me estas diciendo? ¿Cómo puedes decir que fue por amor?, ¿Acaso sabes quien fue el maldito que me violo? ¿Dime lo sabes?. ¡Mírame por un demonio! ¿Quién fue el maldito? —

Mire a Daniela, sus ojos tenían lagrimas y, solo me salió algo estúpido “No maldigas”, y. Ella me reprochaba que si tenía que perdonarlo. Yo, sabía que no debía decírselo y, mucho menos en ese estado. Pero, me sentía mal y la miraba  mientras ella muy angustiada me preguntaba. Le mire a los ojos y le dije.

—Hace un año,  día viernes, fecha 20 de Abril— Daniela dejo de verme con un súbito silencio.
—Sabes hasta el día y la fecha, ¿Supongo que también sabes quien fue o me equivoco? — 

Ambos nos mirábamos a los ojos, y los míos se me volvieron agua, lagrimas que corrían por mis mejillas. Solo vasto un minuto completo cuando aparto su mirada de mí. Sus ojos estaban como el cielo, triste y me fui a sus pies. Pidiéndole perdón una y otra vez. Hundido en mi desespero le decía.

—¡Perdóname! ¡No sé que me paso! ¡Ese día me volví loco! Daniela yo, quiero que sepas que también como tu. Era virgen y la perdí contigo. La verdad ¡Mi verdad es que siempre te he amado! Tan locamente como para poseerte en secreto. ¡Perdóname! Te he amado toda mí vida, desde el día en que te conocí—  terminaba de decir levantándome. Daniela voltio a verme, sus ojos expresaban un dolor infinito. Y, yo solo le pedía perdón de una manera muy desesperada. No me decía nada, cuando  con una fuerte bofetada en el rostro me demostraba el odio que estaba sintiendo por mí.  Luego se alejo de mí y, tomo las llaves de su carro. Yo, la agarre del brazo para impedir que se fuese en ese estado, ella no podía conducir así. Pero, ella me gritaba que la soltara y volviéndome a bofetear con todas sus fuerzas se aparto de mí. 

—¡Te odio! ¡Te odio, me traicionaste, me violaste! ¡Tu, el que yo suponía mí hermano! ¡Fuiste tu. Hace un año! ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste llamarme? ¿Cómo pudiste ser tan falso? Después de haberme violado... te odio— me gritaba a gran voz. Me hería.

Daniela abrió la puerta y, la tome del brazo diciéndole.

—¡No puedes conducir así, estas un poco ebria! —
—¡Suéltame ya te lo dije. No vuelvas a tocarme, seguro fue así que me violaste, seguro me endrogaste ¿O me emborrachaste? Yo, no te importe nada. Ahora no quiero importarte! — me grito después de haberme volteado una vez más la cara de una bofetada. Luego salió caminando muy fuerte y cerrándome la puerta en mis narices. 







 




















UN ACCIDENTE



Sé que no es de ser muy amigo, violar a Daniela y, mucho menos siendo ella mi mejor amiga. Pero, juro que trate de controlarme. Yo, trate de hacerlo. Pero, fue imposible. Era hacer mí sueño realidad o morir con los deseos, ella estaba tan cerca de mí que podía oler el perfume a canela que tenía su piel.

Mí carro estaba a fuera y, ella estaba borracha no podía dejarla conducir en ese estado. Además ¿a dónde iba?. Así que tome mis llaves y salí corriendo del departamento, llegue al estacionamiento y ella iba saliendo. Me monte en mí carro y me abroche el cinturón de seguridad y, salí tras de ella. Daniela estaba conduciendo a una alta velocidad. Mientras el cielo se caía en grandes pedazos de agua. Así que las calles estaban muy resbalosas, hubiera dado lo que fuera por saber que decía al volante. Hubiese dado lo que fuera para devolver un año, para no hacer la perrada que hice.

Estaba nervioso y ella estaba destrozada afincando con todas sus fuerzas el pie en el acelerador. Cuando en un solo minuto, Daniela se comió un alto y, justo iba cruzando un carro y Daniela se lo llevo por el medio, frenando de golpe y, yo. Al no frenar a tiempo, mi carro se fue patinando he impacte por la parte de atrás el carro de Daniela, el impacto llevo a mí cabeza estrellarse contra el volante, golpeándome tan fuerte que quede inconsciente casi que inmediatamente. Por  mucho tiempo, hasta el punto de no saber  ¿Qué había sido de mí?.

Había caído inconsciente, no sentía mis fuerzas y, algo me hizo devolver el tiempo y volver a vivirlo. Estaba en una fiesta y, allí estaba ella tan hermosa como siempre solía estar, se había tañido el cabello de color rojo y, con aquella blusa sexy de color negro se veía impactante, llamativa. A Daniela no le gustaba beber y, en ese día me encontré a Laureano, que para ese entonces era un chico de 26 años que les vendía drogas a algunos conocidos de la universidad. Yo, no paraba de mirar a Daniela que bailaba con sus amigas. Mientras que sus labios tenían un brillo especial.

Eso, me enamoraba cada vez más de ella. Daniela se acerco a mí sin dejar de sonreír. Sonrisa que le caracterizaba cada vez que estaba conmigo. Preguntándome.

—       ¿Me puedes regalar tu cerveza? —
—       ¡No me digas! ¿Qué quieres beber? —
—       ¡Si me gustaría probar, pero eso sí!. Me cuidas por que tal vez yo con dos, ya vuele de este mundo! — y dándole la cerveza le respondí.
—       ¡Sabes que yo no permitiría que algo malo te suceda! — sonriendo me da un beso en la mejilla diciéndome.
—       ¡Gracias! ¿Ya te he dicho que eres mi mejor amigo? —
—       ¡Cómo un millón de veces! —

Me pico el ojo con una picardía que destruía mis emociones, tomando la cerveza se fue a bailar con sus amigas. La observaba bailar tan sensual y bellísima, cuando un saludo me volvió a la realidad. Era Laureano que me preguntaba, posando su mirada en Daniela.

—¿te gusta la pelirroja? —
—¡La verdad es que estoy loco por ella, pero. Ella nunca  correspondería a esta locura. No sé si me entiendas! —
—¡Estas mal, muy mal! —  me sonreí, y le respondí.
—¡Es una locura que me invadió desde el primer momento en que la vi!, pero, sé que jamás me vera de la manera en que la veo—
—¡Pues!, Te concederé un deseo con esa chica. Tu, solo tienes que pedírmelo y ya esta—

Mire a Daniela. Quizá ella presintió mi Mirada posada sobre ella y se sonrió conmigo, mire a Laureano y le respondí.

—¡Me gustaría perder mi virginidad con ella!, Saber el sabor de sus besos y hacer mía una noche de ella. Pero, sé que eso es imposible! —
—¿Cómo puedes decir eso? Yo, puedo hacer tu sueño realidad—  pensé que siempre estaba tocado, así que sus palabras me producían risa. Y, le pregunte.
—¿Cómo puedes hacer eso? ¿Es, que acaso te crees Dios? ¿O que? — lo vi sacar una pastilla muy pequeñita, mientras me decía.
—       ¡Con esto! Esto será el pasaporte a tu noche con esa mujer— 

Me quede en blanco al escuchar lo que me decía. Claro, que se podía esperar de una persona que vende drogas. Y perturbo mi mente, solo podía disimular respondiéndole.

—¡Yo, no soy de esos! — y, como cual serpiente al asecho me decía a baja voz.
—¡Te juro que ni cuenta se dará! Voy a dejarte la pastilla aquí, tu sabrás que hacer— y, Laureano se levanto dejándome a la vista aquella pastilla, luego se marcho.

Lleve al departamento a Daniela, que se encontraba muy borracha quien se sentó en el mueble y me pidió que pusiera un poco de música por que resultaba ser el mejor día de su vida. La complací, coloque música y le serví un poco más de bebida. Esta era la primera vez en que la veía enloquecida por la bebida. Yo, no estaba borracho, me encontraba más sobrio que nadie y, la tenía allí tan linda, le puse la música que tanto nos gusta a los dos. Música romántica para despertar cada uno de esos sentidos escondidos. Baje la intensidad de la luz y me senté a su lado, ella me miraba, perdí por un instante la noción del tiempo y le dije que la amaba.

—¡Jamás me había sentido así! — dijo entre risas, ella no me había escuchado. Pero, no me importaba.

Le toque el rostro mientras ella se quedaba en silencio mirándome directamente a los ojos.

—¿Qué haces? — casi susurrando me pregunto.

Yo, le había dado a tomar la pastilla en la bebida que le había servido. Sabía muy bien que Daniela estaba endrogada y, que no sabia lo que hacia. Talvez, siquiera sabia quien era la persona que se encontraba a su lado. Que sin querer resultaría ser un lobo feroz, la invite a bailar y le tome su mano, le dije una vez más que la amaba, nuevamente ella me miro y yo la bese.

Al principio no me había respondido, pero luego como que se animo. Podía sentir su lengua como acariciaba tiernamente la mía y, nuestras salivas mezclarse. Tenía muy presente que a la chica que besaba no era Daniela. Era una chica perdida en el abismo de la inconsciencia.

Entramos a su habitación sin prender las luces, entre la oscuridad nuestras bocas se devoraban o mi boca le devoraba. Era inevitable que me pasase la idea de detenerme, arrebatado por el desespero o quizás por el amor loco que le tenia le quite la blusa, y descubrí sus pechos como cuan rosa virginal y, toque su piel. Era increíble, pero. Ella me quito la camisa, debatía en mi mente la cordura con la locura. No podía imaginar que ella me besara de esa manera, sin duda después de desnudarnos y quedar piel a piel, bese sus pies, bese sus tobillos y fui subiendo hasta sus rodillas, bajando por sus muslos hasta estar en medio de sus piernas, subí por su vientre hasta llegar a su ombligo y a sus labios. Para mí fue la noche más especial y, ella no lo supo.

Simultáneamente la vi a ella, manejando su auto, lloraba y aceleraba el pie en el acelerador sin ningún control de sí misma. Mientras gritaba.

—¿Por qué me hiciste esto? ¿Por qué lo hiciste? ¡Jamás voy a perdonarte, nunca lo are! ¿Cómo pudiste? ¡Tu, mi amigo! — cuando sin darse cuenta, vio ante sus ojos travesarse un auto y, ella freno. Había olvidado ponerse el cinturón de seguridad y, al frenar drásticamente se fue contra el vidrio delantero y, todo se oscureció.         

 




   









































LA TUMBA DE LA ROSA MARCHITA



       Había abierto mis ojos, no sabía dónde me encontraba. No me estaba en mí, todo el cuerpo me dolía y vi a mi madre a mí lado, me di cuenta que tenía la cabeza vendada y que estaba acostado en la cama, no tenía fuerza para mover un solo músculo. Cuando mire a mi madre y le dije.

       —¡Madre! —
       —¡No hables hijo, estas muy débil! —
       —¡Madre déjame hablar. Quiero saber de Daniela! ¿Cómo esta ella?, ¿No le paso nada verdad? ¡Dímelo! —

       Mi madre no me vio, no pudo contener su mirada en mis ojos, y sus lagrimas comenzaron a brotar diciéndome que había muerto. Yo, solo serré mis ojos sintiendo que el mundo se me derrumbaba en mil pedazos. Sabía muy bien que había sido mi culpa. Creo que yo estaba loco, nunca me lo discutía. ¿Cómo se me ocurrió confesárselo? Y darle la mayor decepción de su vida. Todo había sido mí única culpa, me repudiaba a mí mismo.

       Para mayor dolor de mi alma, me había despertado tres días después de su entierro. No pude verla por última vez, pensar que todo hubiese sido distinto si hubiese escuchado el mensaje que Santiago le había dejado en la contestadora, le decía que atrasaría su vuelo para el día siguiente en la noche y, si yo no hubiese cometido la estupidez de confesarle mi error de aquella noche cuando le robe su inocencia. Me imaginaba a Santiago llegar aquí para encontrarse con la mujer que él amaba, muerta en un accidente. Frustrando sus sueños de proponerle matrimonio y guardándose para siempre aquel anillo.

       Me odio a mí mismo, yo provoque su muerte, le robe todo. Me sentí con el derecho de robarle su inocencia al endrogarla, seducirla y hacerla completamente mía por solo una noche. Aun que ella no se acordara al día siguiente, todo era tan confuso, que ni yo mismo podía explicármelo.

       Santiago venia a proponerle matrimonio, si Daniela hubiese escuchado aquel mensaje de seguro habría sido como ella siempre lo soñó, yo no tuve la culpa de eso pero sí en su muerte. Nunca me lo perdonaría, soy un hijo de prostitutas y nunca voy a enamorarme, Dios me ha cobrado muy caro lo que hice, todo tiene un porque.
       Daniela murió pensando que yo era un vil miserable,  cosa que sé muy bien que soy, también murió pensando que Santiago se había burlado de ella, que el se quería vengar por lo que ella le había dicho.  Fue tan infeliz en su ultimo día y el único maldito culpable soy yo.  Siempre seré yo. 

       Al mes salí del hospital, y lo primero que hice fui ir a visitar su sepulcro. Recuerdo muy bien que en aquel día llovía muy fuerte y había ido vestido completamente de negro, en mi mano derecha llevaba un grande ramo de  flores blancas, sus flores favoritas, al estar allí me arrodille ante su tumba y se las coloque él en jarrón donde ya había más flores. Rosas rojas si mal no recuerdo. Me levante no pudiendo evitar llorar. A pesar de lo que había hecho no me arrepentía, de lo que me arrepentía era de habérselo confesado, yo debí de haber envejecido y llevarme a la tumba este secreto.

       Pero no fue así, la perdí. Mientras me lamentaba y lloraba mi sinsabor tres jóvenes corriendo, eran dos chicas y un chico que vestían de negro, a simple vista se les podían notar que pertenecía alguna secta satánica. Se les notaba muy felices, alegres disfrutando de aquella lluvia que les mojaba, reían y gritaban. 

       Hoy que tengo 24 años, que los años han pasado y que ahora tengo 28, que aun no me he casado y, que mucho menos tengo hijos, ni mi madre la tengo a mí lado. Creo que me he quedado solo, después de la muerte de Daniela nada siguió siendo igual. Antes era muy inmaduro, diría que demasiado. Ahora, no lo sé si cambie para peor. Preferí no enamorarme, pensaba que si me enamoraba a esa persona le caería una verdadera maldición. Me había convertido en un neurótico malhumorado, en pocas palabras y para ser más exacto era un amargado.

       A muchas mujeres yo le gustaba, aun que no sé si era a mí a quien realmente amaban, hombre amargado, al psiquiatra que estaba más loco que sus propios pacientes ó realmente amaban aquel dinero que yo tenia en el banco, amaba a este loco traumatizado por haber sido el culpable de la muerte de Daniela, llevaba cuatro años con esta amarga pena.

Por mi cama habían pasado muchas mujeres, pero ninguna me daba lo que yo esperaba de ellas, no era como yo me lo podía imaginar, no era como yo me lo proponía, ninguna me entendía, ni mucho menos había alguna que llenara este vacío que siempre ha sido mí vida.  Soy un loco que se ha dejado absorber por los miedos y que ahora con mucha más fuerza, por que estoy hundido en la soledad, pero nadie le llama loco, nadie puede pensar que mí cabeza esta mal. Solo por que soy el psiquiatra que escucha a los demás, a los que debo comprender  y hacerlos sentir seguros de sí mismos, con una autoestima por el cielo, hacerle entender la vida.

Eso era lo que  quería que me hicieran entender, por que nadie lo hacía, ni esas mujeres que me miraban a los ojos cuando me ahogaba en el alcohol y me preguntaban.

—¿Qué tienes? ¿Por qué estas así, algo te ha pasado? Cuéntame, por que yo estoy aquí. Junto a ti para escucharte—

Pero, nadie lo hacia. Siempre había algo más que solo el supuesto amor, me sentía solo, amargado y frustrado de mi propia vida.

Un día, no sé cuando. Me tope de frente con el amor, fue un fuerte golpe que me hizo estremecer. La chica que lleva por nombre Carolina fue la culpable del rotundo golpe que puso en su sitio mi cabeza, me resultaba insólito poder decir que amaba a alguien. Que le amaba a ella, que aprendí a amarla a pesar de las cosas que hice en mí pasado. No se como Carolina se apodero de mí corazón, ocupando aquel espacio que Daniela ocupo durante tantos años aun después de su muerte.

Les cuento que todas las noches al acostarme sobre la cama, las pesadillas inundaban mis sueños, solo cerraba mis ojos y veía a Daniela llorando descontroladamente, por aquello tan terrible que le hice. Pero, dejare de un lado el tema de Daniela. Es algo que entristece mí alma; Les contaba pues, de que Dios me había brindado una oportunidad de conocer a Carolina y ayudarla a curar todos aquellos problemas que marcaron su adolescencia, para hacerla feliz y de alguna u otra manera también curarme.

Su bello rostro se reflejo por primera vez ante mis ojos cuando ella tenía 20 años, era una chica que llevaba más de un año luchando por dejar su adicción a las drogas. La conocí a través de su madre la señora Sandra gran amiga mia, trajo hacia mí a su hija para ayudarla y entre otras cosas descubrir ¿Por qué su hija había caído en ese terrible mal? Y, de hecho descubrirlo no fue tarea tan fácil, como también es muy difícil tratar de no enamorarse de tal mujer. Trate de evitarlo durante largos meses, pero el sentimiento se hizo más fuerte que cualquier cosa que me proponía.

Con carolina quería hacer una terapia especial, así que lo primero que hice fue sacarla de aquel centro de rehabilitación y, llevarla a un lugar de naturaleza abierta, donde se pudiese sentir libre, donde pudiese sentir el cielo acariciarle su larga cabellera. Quería que se sintiese en confianza y, acompañarla. Todo esto previamente hablado con su madre, quien me autorizo en todo lo que yo pensara.

Habíamos llegado a esta casa a las a fueras de la ciudad ayer. No nos habíamos dirigido la palabra en todo el trayecto, yo quería que fuese ella la que diese el primer paso para saber que estaba confiando en mí. Hubo una noche, mientras estaba sentado en el porque admirando la inmensidad de la noche, especialmente ese aroma que desprenden las flores silvestres y, sobre todo la lejanía de esa bulla asfixiante de la ciudad. Cuando sentí que carolina se sentó a mi lado, la mire pero no le di importancia, sentí su mirada y me hablo, solo un gracias débil y melodioso escuche de sus labios.

—¿Por qué me das las gracias? Esto es parte de la terapia— le respondí sin mirarla siquiera, aun que me moría por verle. Mientras que yo sabía que me miraba, sabia que estaba allí, junto a mí y que se encontraba nerviosa.

—Te doy las gracias por haberme traído aquí. Tenía un año entero que no disfrutaba de un lugar así— fue cuando la mire y le respondí.
—No me des las gracias, se que esto te hacia falta. Deseabas estar rodeada de un espacio así— la vi sonreír.
—Por lo mismo te doy las gracias, deseaba estar en un lugar así, respirando este aire, disfrutando del día y la noche y, tu has hecho ese sueño realidad. Me has traído aquí y me siento libre—
—¡Era lo mínimo que podía hacer por ti! Sabes que lo que más deseo es que puedas recuperar esa confianza, para llegar a ti—
—Es lo que esperas de mí desde hace tres meses, cuando empecé con este tratamiento, se que no te he contado nada que he sido un poco evasiva respecto a ti. Quizás, no se me ocurre por pasar las noches llorando—
—¿Y, en esta noche te gustaría hablar conmigo? — Carolina agarra mis manos, las cuales sentí muy temblorosas diciéndome.
—tengo miedo de lo que vallas a pensar de mí, las cosas que he hecho no son normales. Con decirte que el solo recordarlas, siento vergüenza de mí misma —

Carolina se acerco más a mí,  mientras me seguía acariciando las manos  y mirándome a los ojos me pregunta.

—¿Tendrías la confianza de contarme tus errores, por muy vergonzosos que sean? —  yo no dejaba de mirarla a sus ojos profundos y le respondí con otra pregunta.
—Entonces, ¿También tendrías la confianza de contarme, tus cosas a mí? —

Carolina se quedo mirándome, yo no sabia si me iba a responder la pregunta, por que al hacerla dejo de verme. Cuando algo imprudente rompió el momento, mi celular había repicado. Sin esperar respuestas me levante y me fui a contestar, con una previa disculpa.






 
       

AMISTADES PELIGROSAS


       Hicimos un trato, ella me contaría todo y yo me desahogaría. Pero, nunca pensé que fuese como fue. Al día siguiente compartimos un día como el que yo siempre solía compartir con Daniela y, de seguro ella también había recordado algo por que en algunas ocasiones se tornaba pensativa y se entristecía. 

       Al llegar la noche, se había desatado una tormenta. Que hasta un apagón hubo en la casa, yo. Estaba acostado sobre mi cama escuchando aquellas voces que me atormentaban y retorcían mí mente, con la mirada puesta sobre la ventana que a veces se iluminaba, cuando algún rayo estremecía el cielo. No se que pensaba, pero el sonar de la puerta de mi alcoba se turbio cuando la escuche. Al levantarme me puse una guardacamisa y fui a abrir la puerta, al verla le miraba por encima de la piel su miedo.  Entrando me decía. 

       —¡Odio las tormentas! No puedo dormir— 

Cerré la puerta y me fui a sentar a la cama donde ella se había sentado. Sin antes haber prendido una vela que nos diese un poco de claridad.

—¿Pretendes dormir en mí habitación? —
—¡Si! Y que tu me acompañes—
—¡Tranquila! Puedes dormir en mí cama, mientras que yo puedo dormir en este sillón sin dejar de acompañarte—
—¡No quiero que duermas en el sillón, esta es tu cama! —
—¡Pues no pretenderás que te deje dormir en el sillón, la verdad es que a mí no me importa pasar la noche allí— le respondí. Carolina se sonríe, respondiéndome
—¡Yo no he dicho eso! Yo quiero dormir a tu lado— sorprendido, me levante de su lado diciéndole.
—¿Por qué estas haciendo esto? ¿Qué pretendes? —
—¿A que te refieres? —
—¡Por favor Carolina! ¿Es que acaso no te has dado cuenta? —
—¿De que debo darme cuenta? —
La mire, con ganas de gritarle que me había enamorado de ella, pero luego rectifique a no decirle nada, pues yo no sabía muy bien su problema y, yo soy muy impulsivo así que preferí dejar de verla, callándome esas palabras y dándole la espalda. 

Mientras ella me decía. 

—Se que no a sido fácil la situación que estas viviendo conmigo y, que no me estoy dejando ayudar. Si supieras que ese siempre a sido mi problema, me da vergüenza decirte todas estas cosas. Pero, siento que ya no aguanto más—
—¡Ayudarte, es lo que me gustaría! Pero, a veces siento que se me va de las manos, no quieres dejarte ayudar por mí— le respondí volviéndome hacia ella y mirándole el rostro.
—¡No es fácil para mí! A veces pienso que nunca debí de haber nacido. ¡tu no sabes nada! Fue por mi culpa que mis padres se separaron y, mi vida se volvió una completa maldición, ¡Un circulo maligno del cual yo no puedo escapar! —
—¡Carolina escúchame!  Tu no tienes la culpa de  que tus padres se separaran, son cosas de la vida. Y, si ¡Si puedes escapar! No perteneces a nada, no hay ningún circulo—
—¡lo que te digo es la verdad! Es, solo. Que no sabes nada... mírame, tengo 20 años y, no he logrado nada a mi alrededor. Simplemente soy una loca que todo a perdido—

La oía hablar, y podía sentir el dolor con que me desataba toda su ira.  Conmovido me senté a su lado.

—¿Cuáles eran tus sueños? —
—Recuerdo que soñaba con tener una historia importante en mí vida, algo que englobase todo... Cosas que, no se cuando llegue a la conclusión de que no eran tan importantes. Cosas, como: un amor verdadero con el cual perder la virginidad, ¡Fue en lo primero que fallé! Y, lo demás. Supongo que en ningún momento las valore. No les di la importancia que se merecían cuando conocí a Dayana y a Ángel quería ser como ellos, yo pensaba que eran lo mejor y además no soportaba la idea de que  Raúl me rechazara, solo por que era 7 años mayor que yo. No me daba cuenta que era una chica caprichosa, linda... pero sin nada en la mente. Fue por culpa de el, que me entregue a las drogas por su maldita novia, que a simple vista era más que yo... mientras que yo, ¡La estúpida Carolina! No llegaba a ser nada. Le di todo mí amor, y simplemente se burlo—
—No puedes echarle la culpa a los demás, hay circunstancias que te llevan a una y a otra cosa en la vida y, cuando te das cuenta que deseas parar, sabes que no hay marcha a tras, que es tarde. Pero quiero que sepas que no siempre es así. A veces hay historias que merecen un final feliz, y no a bases de fantasías. Sino en base a la realidad, no siempre se tiene que cargar con el peso del error siempre existe una oportunidad—   
       —¿Cómo haces, para decirme estas cosas? — me pregunto, mientras no apartaba su vista de mis ojos.
       —Quiero que te cures, y yo estoy aquí para escucharte, no sabes lo feliz que me siento al escucharte hablar. Me demuestras la confianza que estaba pidiendo de ti y, al sentir que la tengo me siento tan feliz. Quiero tu bien—

No esperaba que me dijese nada, simplemente quería hacérselo saber, luego le pregunte.

—¿Quieres seguir hablando o prefieres acostarte? —
—Prefiero descansar y, que tu descanses conmigo. Simplemente quiero que te tumbes a mi lado y me des un poco de calor. No me digas que no, por favor—

Faltaban unas pocas horas para que la aurora hiciera su aparición, a fuera había un aire muy espeso y, ya era muy poco lo que podía dormir en toda a noche. Noche en la que no me despegue de la pequeña cintura de carolina.

Pensaba en la inseguridad que a reinado en la vida de carolina, es incapaz de afrontar sus problemas y, que se a dejado llevar por los demás. Siempre toma la opinión de otros antes que la de ella misma. Es una obsesiva.

La obsesión no es buena, las cosas no pueden obligarse y nada obligado es bueno, eso lo sabe hasta el más irracional. Pero, a pesar de ser así había algo que no podía negársele, su dulzura y su energía. Es solo, que ella no sabia utilizarla. Así que jure no enredarme con ella, por primera vez no hacerle caso a mí impetuoso corazón, soy muy impulsivo y me entrego fácilmente. No quería hacerle daño por que sin darme cuenta, estaba dentro de mí pecho y era hermoso. Pero, todo lo que amo desaparece. No deseaba mancharla.

Al amanecer, sin darme cuenta que entre pensamientos y pensamientos me quede dormido profundamente, siquiera me había dado cuenta que Carolina se había levantado. Al salir a la cocina me encontré el desayuno ya preparado, me había quedado sorprendido al probarlo, no me podía negar a mí mismo que el sabor de su comida me gustaba.

Se que esto no era normal, es solo que esta relación se iba dando de esta forma y aun que me iba dando cuenta yo no lo trataba de evitar. No podía permitir quejarme, si hasta me sentía relajado y aun que nadie lo entendiese a mí no me importaba. Lo que me importaba era este momento, lo que estaba logrando que para mí significaba mucho mí meta era sanar mentalmente a Carolina que tenía una autoestima muy deteriorada, que ella misma había pisoteado tantas veces haciéndose daño.

Al llegarse la noche le pedí que me hablara de sus amigos, la miraba sentarse frente de mí y me decía.

       —Laura y Luigis eran mis dos mejores amigos,  los amigos que cualquier chica pudiese desear y, me sentía muy privilegiada por tenerlos, los tres formábamos la combinación perfecta de la inteligencia, a Luigis le gustaba el voleibol, Laura prefería ser la guía del laboratorio de ciencias y yo la delegada del salón, la chica linda he inteligente que todo el salón respetaban y la alumna a la que los profesores le tenían gran aprecio, lo que no puedo decir de Dayana y Ángel, ellos solían ser lo más diferente a lo que yo estaba acostumbrada a tratar, ellos representaban lo que para mí era prohibido.

       Laura y Luigis eran amantes de las buenas costumbres , fiesteros. Pero, al final eran el tipo de chicos que Dayana consideraban aburridos. Y con el tiempo yo también los llegue a considerar así, le tome amor a esas fiestas prohibidas, fiestas que ponían en duda la dignidad de la chica que se encontrase allí y, Luigis a pesar que era hombre me las reprochaba. Pero, yo no le hacia caso pensaba que el siempre había estado enamorado de mí y que solo eran celos de Ángel, pues Ángel me gustaba, me deslumbraba.  No se exactamente lo que me gustaba de el, quizás era su revendía ó su forma e estilo a la hora de vestirse, muy diferente a los demás.

       Pensar, que fue a partir de allí que esta fina cuerda empezó a desquebrajarse. Conocí a Dayana y a Ángel por medio de mí propia madre, estos no eran hermanos eran simplemente amigos y mí madre le conocía a sus padres. Poco tiempo después a medida que les iba conociendo me di cuenta que eran una especie de novios muy extraños y, con el tiempo comencé a ser como ellos “extraños”.           

       Los padres de Dayana y Ángel poseían una reputación intachable y, era imposible pensar que sus hijos, eran unos locos satánicos, drogadictos y amantes del sadomasoquismo y poco a poco me iban convirtiendo a su imagen y semejanzas. Y, fue allí donde perdí por completo mi valor.

       Mis amigos me aconsejaban, me pedían que me alejara de ellos. Pero, estaba siega, estaba enamorada de Ángel Suárez. Recuerdo que la primera vez que salí  con Dayana y Ángel a una de esas fiestas me habían transformado por completo, Dayana a quién yo consideraba mí amiga me había hecho un cambio increíble, mi cabello amarillo en aquella noche brillaba más que nunca y una forma de maquillar y vestir que ni en mis sueños me había imaginado, cuando me miraba al espejo tocaba mí rostro y me sonreía, por que me gustaba mucho la nueva manera de verme. En aquellos días mis padres se encontraban de viaje aprovechaba aquellos días para salir con Ángel e invitarlo a casa cada vez que tenía la oportunidad de hablar con el, que casualmente hablaba todos los días. 

       Una noche lo invite a mí casa, sentí de tocar la puerta pensé que era el, pero al abrir la puerta me encontré a Laura que al ver mi nuevo cambio se sorprendió. La deje pasar muy emocionada mientras le preguntaba a cerca de mi cambio, Laura me mostraba una sonrisa sorprendida, y me decía que aun que le gustaba no era su estilo. Entonces, fue allí cuando le dije que saldría con mis nuevos amigos. Laura dejo de verme diciéndome.

       —¿Vas a salir con ellos? ¿Tus padres lo saben? —
—       ¡No! Y tampoco les importaría mucho que digamos—
—       ¿Y lo dices de esa manera tan fresca? ¿Qué diablos esta pasando contigo? El día lunes perdiste clases, ayer saliste muy mal en el examen de física y, hoy te escapas y te vistes de esta manera—

Me acerque a Laura y en forma de reclamo le dije.

—¿Hay algún problema? Es la primera vez que hago algo así ¿Y ya estoy corrompida? ¡no soy ni la primera ni la ultima en salir mal en un estúpido examen! Pienso que no me merezco tus reclamos—
—¡Me parece que no entiendes! —
—¿Qué se supone que no entiendo? —
—¡Es que, pienso que esa Dayana y ese Ángel no son buenas compañías. Creo que no son amigos para ti! —
—Lo dices por que no los conoces, si tan solo les dieras una oportunidad veras que son geniales, Dayana es guapísima y Ángel esta como le da la gana ¡Guapísimo! ¿O no?. Por todo lo demás me gusta y no tiene novia, aun que sea dales la oportunidad que te pido. ¡Es más! Tengo una idea, ven conmigo a la fiesta ¡Y veras que bien te la pasas! —
—¡No voy a ir! Te he dicho que no me caen bien—
—¡Laura! hazlo por mí . solo esta vez, sino logro que cambies de opinión ¡Okey ni modo! Acepto lo que digas—

Cuando escuche el timbre de la puerta, sonreída fui abrir diciéndole a laura
—¡Allí están! Respóndeme ¿Iras? —
—¡Esta bien, voy a ir. Pero, solo un momento! — me sonreí dándole las gracias, luego abrí la puerta encontrándome a Dayana y Ángel.














SUEÑOS DE JUVENTUD


Miraba a Carolina contarme y le decía que solo era una etapa de la juventud,
algo propio y, que yo también en mí momento quise vivir lo que era prohibido. Pero, hice lo que pocos se detienen a pensar y sin embargo muchos errores de inmadurez cometí. Me preguntas.

—¿Qué es para mí lo prohibido?, para mí lo prohibido era fumar, beber... ¡Tu sabes la vida loca! ¡Que se yo!, no lo se. ¡Quizás cualquier cosa que ahora puedo hacer!. Pero cuéntame ¿Qué paso aquel día en la fiesta? —

—Creo que paso de todo, descubrí que Dayana fumaba cigarrillos al igual que Ángel. Laura los miraba y me aconsejaba pero, yo no lo tomaba así simplemente le calificaba de intrigosa, Dayana me había brindado un cigarrillo y, yo sin pensarlo se lo acepte. Laura se enojo, discutimos y, al ver que yo no le hacia caso se marcho, quise ir tras de ella pero Ángel me sujeto por el brazo con mucha fuerza diciéndome

—¡No le hagas caso, quédate conmigo! ¿No estarás pensando dejarme solo? —

No le respondí, simplemente me quede allí y con la mirada buscaba a Laura pero ella se había marchado. Sabia que estaba enojada por mí actitud y aun así no fui tras de ella, si más bien me metí el cigarro en la boca y, al jalar el humo la reacción en cadena fue de toser y toser. Era algo natural me decía entre risas Ángel. Era estúpido, pero admiraba a Dayana, tenía un cuerpo perfecto, unos grandes senos, una diminuta cintura y unas piernas súper largas, era casi perfecta físicamente. Estaba admirada de ella y aun que yo tuviera lo mismo no lo veía de esa manera.  En aquella noche Dayana había hecho un desnudo y, yo estaba impactada.

En aquella noche después que salí de aquella fiesta, donde todos se besaban con todos, donde las chicas sin vergüenza alguna mojaban sus blusas y mostraban sus pechos transparentados de las blusas, una fiesta donde el humo de cigarro y tantas otras cosas te asfixiaba, donde se veían hacer el amor por todos los rincones, era una combinación mortal de todo lo prohibido, cosas que yo no me había imaginado jamás. Ángel me había acompañado hasta la puerta de mí casa, donde se me declaro, me dijo que yo le gustaba que mis bellos ojos le llegaban al alma y, me beso. Me había besado como nunca un chico me había besado, el era mí primer beso. Sus besos me gustaron mucho podía sentir como su lengua acariciaba y arremetía la mía, succionándome todo el aire de mis pulmones.
Ángel me había enseñado a besar de una manera pornográfica y, me gustaba. Ni Luigis, ni Laura aprobaban mi relación con Ángel y yo los acusaba de intrigosos, incluso un día Luigis y Ángel se paliaron hasta no más, Ángel era un traicionero y pocos días después lo mando a golpear con sus otros amiguitos, Luigis me lo contó, pero yo estaba ciega no le podía creer.

Me aleje tanto de mis dos mejores amigos, que me perdí. Pensaba que Ángel estaba enamorado de mí, que me prefería antes que a Dayana y un día como siempre aprovechando que mis padres estaban de viaje (Como si fuese raro) invite a mi novio a la casa, nos sentamos en la sala mientras nos tomábamos algo, Ángel solo deseaba tomar alcohol y le complacía, en un momento saco un cigarrillo algo extraño de olor intenso y a partir de allí todo empezó a cambiar en el, yo solo deseaba que me besase de una manera tierna, que me demostrase ese amor que decía sentir por mí y que casualmente no me demostraba cuando estábamos en presencia de sus amistades o de Dayana. Su manera de acariciarme me incomodaban, sus besos agitados no me dejaban hablar y cuando tuve la oportunidad me separe de el diciéndole que me tratase de otra manera por que me estaba sintiendo incomoda, Ángel no atendía a mis palabras se acerco de una manera arrebatante y me agarro del pelo, buscando mi boca con una fuerza brutal.

Me arranco la blusa, me daba asco la manera en que me besaba y le pedía que me soltara, que ya no quería estar con el. Ángel me abofeteo, nunca me imagine que el fuese capaz de abofetearme y me tomo de las manos diciéndome

—¡Quédate tranquila, hoy aras lo que yo quiera! —
—¡Ángel suéltame por favor, por favor! — el nunca me hizo caso—

Volví a la realidad por que Carolina me alejaba de ella cuando la escuchaba, estaba conmocionado. Me levante del piso perdido por el momento, Carolina secándose las lagrimas productos por el recuerdo me pregunto.

—¿Qué ocurrió?, ¿Por que te pusiste así? —
—¿Odias a Ángel por no haberte escuchado? Digo el te violo, no escuchaba tus suplicas si más bien te golpeó—
—La verdad es que los odio a los dos, a Dayana y a Ángel fueron unos perros. ¿Qué te pasa Octavio?—

Me senté en el mueble llevándome las manos a la cabeza, lamentándome por esos recuerdos, sombras vivientes que no me dejan vivir.

—Octavio ¿Por qué te pones así? —
—¿Alguna vez has visto la foto que tengo en mi computadora? —
—Creo que si. Es una chica muy linda ¿Quién es la chica? —
—¿Por qué crees que Ángel te violo? —
—Por que estaba endrogado y no sabia lo que hacia, pero luego siguió haciéndolo, siguió golpeándome, el también golpeaba a Dayana y abusaba en todos los sentidos de ambas, pero a diferencia ella lo disfrutaba, amaba que lo hiciera. ¿Por qué me preguntas esto, quien es la chica? ¿Acaso es por ella que sufres? —
—Me da mucha vergüenza contártelo—
—Créeme más vergüenza me da a mí confesarte todas estas cosas, soy responsable de muchas locuras— 
—La chica que viste en la foto es Daniela, creo que en una ocasión te hable de ella—
—¡Si! Me dijiste que fue tu mejor amiga, que murió hace 4 o 5 años en un accidente automovilístico, pero no me has contado más sobre ella—

Mire a Carolina directo a sus Bellos ojos y le respondí.

—Murió por mí culpa, no debió de haber muerto, el que debió de morir era yo—
—¿Por qué lo dices? —
—Por que ultraje a Daniela, la endrogue y me aproveche de ella. El día del accidente se lo confesé y, ella tomo su auto y se fue iba a una velocidad exagera y choco—

Carolina no dejaba de mirarme, la vi llevarse con tristeza su mano derecha a su boca. Mientras que unas lagrimas se asomaban por sus ojos, la vi levantarse rápidamente y marcharse.

Me quede solo, mientras que me ahogaba en lagrimas de dolor. Sabia que estaba mal, pero ¿Qué más remedio hay? Era lo que ya había hecho y de corazón estaba arrepentido, por aquel hecho de endrogarla y aprovecharme de ella y, al recordar sus besos y sus caricias sabia que así era imposible controlarme. Una parte de mí no quería contárselo a Carolina pero había otra parte que necesitaba ser escuchada.

Al día siguiente mire a Carolina, nos miramos fijamente yo, no hallaba que decirle es que después de confesarle tal bruteza no podía ni pronunciar su nombre. Cuando sin yo esperármelo rompió el hielo. 

—Anoche no logre dormir ni un solo instante—
—Lo siento Carolina—
—Yo n


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