La cita
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Ella al jardÃn, yo a su lado;
Es tÃmida, yo discreto;
Guarda la noche el secreto,
Ninguno nos ha escuchado.
¿Qué falta a la dicha mÃa?...
Que la noche eterna fuera.
¿Es verdad, Nise hechicera?
-Malhaya la luz del dÃa.
No duerma quien tenga amor,
Ni ha de gozar sus consuelos;
Si se rinde, tome celos,
Que son buen despertador.
-Mi bien, me tienes aquÃ,
Postrado a tus bellos pies
¡Cuánto te adoro!...¿Lo ves?
¿Soy correspondido? -SÃ.
-Desde que la luz miré,
Jamás le debà un favor
En obsequio de mi ardor,
Por eso la luz no amé;
La noche sà que amo yo,
Vivan sus sombras, mi dueño.
Es muy tarde... ¿tienes sueño?,
¿Quieres que me vaya? -No.
Eres, ¡oh virgen cándida!, más pura
Que la brisa que halaga los laureles,
Y con fiebre de amor que no se cura
Me abrasaron tus labios de claveles.
¡Qué hermosas son tus pomas!
Parecen dos palomas
De venturosa crÃa
nacidas en un dÃa.
Corónate de flores, que ninguna
De las hijas de los reyes orgullosos
Hizo brillar en la dorada cuna
Unos ojos más tiernos, más hermosos.
Corónate, bien mÃo,
Ahora que el rocÃo
En las abiertas flores
Engendra los amores.
Cubran tus trenzas mi desnudo pecho,
Gocen las almas dulcemente unidas,
Formen al pie del mirto nuestro lecho
Las rosas a los cálices prendidas;
Y si el pesar viniere.
Con su aquilón que hiere,
Un ósculo adorado
Lo deje desarmado.
¡Ay, hermosa y feliz! Obra dichosa
Del Señor que te amó desde los cielos
Jamás me des la copa ponzoñosa
De sospecha fatal y amargos celos.
Porque infernal tortura
Prefiero a la amargura
De la poción impÃa
Que el corazón enfrÃa.
La aurora empieza a lucir,
oigo pasos muy cercanos;
Démonos, amor, las manos:
-Marcha, que pueden venir.
-Adiós, pues, hermosa mÃa,
Orgullo de mi pasión,
Gloria de mi corazón.
-Malhaya la luz del dÃa.
Poema publicado el 10 de Noviembre de 2008
Ella al jardÃn, yo a su lado;
Es tÃmida, yo discreto;
Guarda la noche el secreto,
Ninguno nos ha escuchado.
¿Qué falta a la dicha mÃa?...
Que la noche eterna fuera.
¿Es verdad, Nise hechicera?
-Malhaya la luz del dÃa.
No duerma quien tenga amor,
Ni ha de gozar sus consuelos;
Si se rinde, tome celos,
Que son buen despertador.
-Mi bien, me tienes aquÃ,
Postrado a tus bellos pies
¡Cuánto te adoro!...¿Lo ves?
¿Soy correspondido? -SÃ.
-Desde que la luz miré,
Jamás le debà un favor
En obsequio de mi ardor,
Por eso la luz no amé;
La noche sà que amo yo,
Vivan sus sombras, mi dueño.
Es muy tarde... ¿tienes sueño?,
¿Quieres que me vaya? -No.
Eres, ¡oh virgen cándida!, más pura
Que la brisa que halaga los laureles,
Y con fiebre de amor que no se cura
Me abrasaron tus labios de claveles.
¡Qué hermosas son tus pomas!
Parecen dos palomas
De venturosa crÃa
nacidas en un dÃa.
Corónate de flores, que ninguna
De las hijas de los reyes orgullosos
Hizo brillar en la dorada cuna
Unos ojos más tiernos, más hermosos.
Corónate, bien mÃo,
Ahora que el rocÃo
En las abiertas flores
Engendra los amores.
Cubran tus trenzas mi desnudo pecho,
Gocen las almas dulcemente unidas,
Formen al pie del mirto nuestro lecho
Las rosas a los cálices prendidas;
Y si el pesar viniere.
Con su aquilón que hiere,
Un ósculo adorado
Lo deje desarmado.
¡Ay, hermosa y feliz! Obra dichosa
Del Señor que te amó desde los cielos
Jamás me des la copa ponzoñosa
De sospecha fatal y amargos celos.
Porque infernal tortura
Prefiero a la amargura
De la poción impÃa
Que el corazón enfrÃa.
La aurora empieza a lucir,
oigo pasos muy cercanos;
Démonos, amor, las manos:
-Marcha, que pueden venir.
-Adiós, pues, hermosa mÃa,
Orgullo de mi pasión,
Gloria de mi corazón.
-Malhaya la luz del dÃa.
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