Ceniza y despedida
Poema publicado el 05 de Mayo de 2010
CENIZA Y DESPEDIDA
Adiós,
hasta nunca mujer doliente
desde mis ojos observada.
Desde estos síntomas de buey muriéndose
te digo adiós y desde el centro quemado de mi dolor,
desde ese mismo centro, proclamo frescas fuerzas
y solitarias estrellas que circulen por un fuego de querer y olvido.
Estos versos quizás no cumplan los rígidos
mandatos de la literatura pero si cumplen
las recolectas y las frescas frutas que se pudren.
Cumplen un dolor de sueños encadenados
que rematan sobre el desamparo.
Tengo tus ojos como un latigazo acumulado
sobre los días de mi mirar permanente quebradizo.
Como frio fresco y perpetua costumbre.
Como si un dolor cabalgara sobre otro dolor.
Te recuerdo desnuda sobre mi cuerpo desnudo:
desierto sobre desierto buscando las garras del deseo.
Dolor sobre dolor que ahora se me acumula precisamente
desnudo en el fantasma de tu presencia.
Te olvidaré desde los recuerdos imposibles,
desde el retorno del eco buscaré los puertos tristes
de nuestras conversaciones nutridas de longitudes
y nieblas perdidas en una tenaz derrota.
Iremos acercándonos al melancólico deseo olvidado
y peinaremos con sus cuchillos la seducida luz
del trigo que cultivábamos,
y sobre nuestros huesos pasaran respiraciones
cumplidas con el deseo de lo no llenado.
¡ay! mujer, como solucionaré estas noches
de rabiosas soledades, donde las herramientas
de mis intenciones son inútiles y establecidas
en la redondez dolorosa del olvido.
Se me van las aguas por el disparo de mi cama.
Como será el día en que te vea como región descubierta.
No podré contener los deseos de mis brazos.
¿Qué respiración hará que me coma la espuma
que me palpita en cada una de estas palabras que escribo?
Ya no queda nada de nuestros climas.
Ya no quedan silabas que antes pronunciábamos:
se fueron como espumas negras, vacilantes, tremendos
olvidos llenos de espantos y relámpagos juntos amontonándose.
¿Dónde está el tiempo que antes nos transcurría?
¿Donde, aquellas palabras que pronunciábamos
prometiéndonos amores incendiados y relámpagos de querer?
¿De donde vino la piedra, la consigna del golpe?
¿Quién mantuvo el brazo levantado,
la parte muscular que nos derrotó en una batalla
exterior y nos descalabró el alma y la frontera del espíritu.
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Poema publicado el 05 de Mayo de 2010
CENIZA Y DESPEDIDA
Adiós,
hasta nunca mujer doliente
desde mis ojos observada.
Desde estos síntomas de buey muriéndose
te digo adiós y desde el centro quemado de mi dolor,
desde ese mismo centro, proclamo frescas fuerzas
y solitarias estrellas que circulen por un fuego de querer y olvido.
Estos versos quizás no cumplan los rígidos
mandatos de la literatura pero si cumplen
las recolectas y las frescas frutas que se pudren.
Cumplen un dolor de sueños encadenados
que rematan sobre el desamparo.
Tengo tus ojos como un latigazo acumulado
sobre los días de mi mirar permanente quebradizo.
Como frio fresco y perpetua costumbre.
Como si un dolor cabalgara sobre otro dolor.
Te recuerdo desnuda sobre mi cuerpo desnudo:
desierto sobre desierto buscando las garras del deseo.
Dolor sobre dolor que ahora se me acumula precisamente
desnudo en el fantasma de tu presencia.
Te olvidaré desde los recuerdos imposibles,
desde el retorno del eco buscaré los puertos tristes
de nuestras conversaciones nutridas de longitudes
y nieblas perdidas en una tenaz derrota.
Iremos acercándonos al melancólico deseo olvidado
y peinaremos con sus cuchillos la seducida luz
del trigo que cultivábamos,
y sobre nuestros huesos pasaran respiraciones
cumplidas con el deseo de lo no llenado.
¡ay! mujer, como solucionaré estas noches
de rabiosas soledades, donde las herramientas
de mis intenciones son inútiles y establecidas
en la redondez dolorosa del olvido.
Se me van las aguas por el disparo de mi cama.
Como será el día en que te vea como región descubierta.
No podré contener los deseos de mis brazos.
¿Qué respiración hará que me coma la espuma
que me palpita en cada una de estas palabras que escribo?
Ya no queda nada de nuestros climas.
Ya no quedan silabas que antes pronunciábamos:
se fueron como espumas negras, vacilantes, tremendos
olvidos llenos de espantos y relámpagos juntos amontonándose.
¿Dónde está el tiempo que antes nos transcurría?
¿Donde, aquellas palabras que pronunciábamos
prometiéndonos amores incendiados y relámpagos de querer?
¿De donde vino la piedra, la consigna del golpe?
¿Quién mantuvo el brazo levantado,
la parte muscular que nos derrotó en una batalla
exterior y nos descalabró el alma y la frontera del espíritu.
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