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Ceniza y despedida - Poemas de Susoermida (jesus Hermida Gonzalez)



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Categoría: Poemas de Amor
Ceniza y despedida
Poema publicado el 05 de Mayo de 2010

CENIZA Y DESPEDIDA

Adiós,
hasta nunca  mujer doliente
desde mis ojos observada.
Desde estos síntomas de buey muriéndose
te digo adiós  y  desde el centro quemado de mi dolor,
desde ese mismo centro,  proclamo frescas fuerzas
y solitarias estrellas que  circulen por un fuego de querer y olvido.
Estos versos quizás no cumplan los rígidos
mandatos de la literatura pero si cumplen
las recolectas y las frescas frutas que se pudren.
Cumplen un dolor de sueños  encadenados
que rematan sobre el desamparo.
Tengo tus ojos como un latigazo acumulado
sobre los días de mi mirar permanente quebradizo.
Como  frio fresco y perpetua costumbre.
Como si un dolor cabalgara sobre otro dolor.

Te recuerdo desnuda sobre mi cuerpo desnudo:
desierto sobre desierto buscando las garras del deseo.
Dolor sobre dolor que ahora se me acumula precisamente
desnudo en  el fantasma de tu presencia.
Te olvidaré desde los recuerdos  imposibles,
desde el retorno  del eco buscaré  los puertos tristes
de nuestras  conversaciones nutridas  de longitudes
y nieblas  perdidas en una tenaz derrota.

Iremos acercándonos al melancólico  deseo olvidado
y peinaremos con sus cuchillos la seducida luz
del trigo que cultivábamos,
y sobre nuestros  huesos pasaran respiraciones
cumplidas con el deseo de lo no llenado.
¡ay! mujer, como solucionaré estas noches
de  rabiosas  soledades, donde las herramientas
de mis intenciones son inútiles y establecidas
en la redondez dolorosa del olvido.
Se me van las aguas por  el disparo de mi cama.
Como será el día en que te vea como región descubierta.
No podré contener los deseos de mis brazos.
¿Qué  respiración hará que me coma la espuma
que me palpita en cada una de estas palabras que  escribo?
Ya no queda nada de nuestros  climas.
Ya no quedan silabas que antes pronunciábamos:
se fueron como espumas negras, vacilantes,  tremendos
olvidos llenos  de espantos y relámpagos juntos amontonándose.

¿Dónde está  el tiempo que antes nos transcurría?
¿Donde, aquellas palabras que pronunciábamos
prometiéndonos  amores incendiados y relámpagos de querer?
¿De donde vino la piedra, la consigna del golpe?
¿Quién mantuvo el brazo levantado,
la parte muscular que nos derrotó en una batalla
exterior y  nos descalabró el alma y la frontera del espíritu.


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