Reacción infernal
Poema publicado el 26 de Noviembre de 2010
Con estos puños expuestos, enfrento al ser indomable,
fijo en él mis luceros cristalinos e interminables
como se fija el hierro incandescente en piel poeta,
misma en la que tintas de ácido trazan sus siluetas.
Recargado en inestables muros de carne humana,
contemplo, envuelto en los estragos, sus tres cabezas
tales caninas magnolias con dientes, cuajadas,
terminadas de pintar con el pincel de su Alteza.
Frente a mis párpados incandescentemente pesados
y mi nariz figurada como un trozo de carbón humano,
ahí yaciente, moldeada con costras de sangre y gritos,
se halla la puerta del paraíso de esos oscuros pisos.
Interminable, perpetuo sufrimiento, y la bondad,
viuda de un tal Dios, sufre su intensa metamorfosis,
y donde ayer las almas se encontraban con el amor,
hoy, existencialmente extraviadas, buscan el terror.
Petrificado en su totalidad maligna, envuelto
en llamas amarillas, se alza el semblante satánico
y con su boca de libélulas muertas nos declara
que no es Él quien busca a los hombre sino son los hombres,
criaturas obstinadas, los que hallan al Príncipe Abismal.
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Poema publicado el 26 de Noviembre de 2010
Con estos puños expuestos, enfrento al ser indomable,
fijo en él mis luceros cristalinos e interminables
como se fija el hierro incandescente en piel poeta,
misma en la que tintas de ácido trazan sus siluetas.
Recargado en inestables muros de carne humana,
contemplo, envuelto en los estragos, sus tres cabezas
tales caninas magnolias con dientes, cuajadas,
terminadas de pintar con el pincel de su Alteza.
Frente a mis párpados incandescentemente pesados
y mi nariz figurada como un trozo de carbón humano,
ahí yaciente, moldeada con costras de sangre y gritos,
se halla la puerta del paraíso de esos oscuros pisos.
Interminable, perpetuo sufrimiento, y la bondad,
viuda de un tal Dios, sufre su intensa metamorfosis,
y donde ayer las almas se encontraban con el amor,
hoy, existencialmente extraviadas, buscan el terror.
Petrificado en su totalidad maligna, envuelto
en llamas amarillas, se alza el semblante satánico
y con su boca de libélulas muertas nos declara
que no es Él quien busca a los hombre sino son los hombres,
criaturas obstinadas, los que hallan al Príncipe Abismal.
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