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El valor de la barbarie - Poemas de Georges René Weinstein Velásquez



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El valor de la barbarie
Poema publicado el 07 de Marzo de 2011

EL VALOR DE LA BARBARIE

Las trompetas en la tarde son anuncio
y son  principio, de la fiesta de la muerte;
la arena blanca se torna enrojecida,
se despliegan garrochas, mantas,
una espada, dos astas y sus filos.

Veinte mil seres lucen trajes
y la pompa que exige la ocasión;
el licor los convierte en lisonjeros
y adoradores del arte del toreo;
todo, absolutamente todo
lo aprueban con aplausos,
y consideran que es sublime
¡hasta la muerte del contrario!

Tu traje está bañado en luces,
y de flores rojas cubierto el redondel;
herido el toro por la vara degradante
y el tercio de banderillas arcoíris,
ataca el rosado capote y la muleta
entre verónicas y exquisitos naturales,
para darte lucimiento, ¡matador!

La plaza entera te tilda de torero;
y, mientras tanto, el toro moribundo,
sin advertir el estoque que le apunta
se olvida de la algarabía y de la fiesta,
e hincando sus manos suplicantes
brinda inútilmente su sangre y su destino.

Si no has recurrido al descabello
tu figura altiva se yergue poderosa
levantando airoso el rabo y dos orejas.
Las graderías son como un templo de cultura:
los espectadores gritan, rabian y se mueven…
incitados por el valor y por la estética,
y ondean pañuelos blancos en tu nombre.

¿Qué sentirías si rodaras por la arena,
la arteria femoral expuesta al viento,
y desnudada tu esencia y tu valor?;
la multitud vocifera ululando con la sangre
sin importarles si es de ti que brota,
¡el licor los enerva hasta en la muerte!
Los pasodobles que se escuchan
son apenas cornadas repetidas
que se hunden en tu carne;
los gallinazos merodean sin boleta
y serenos esperan e imaginan su faena.

En tus sueños, en insomnes noches,
debes recordar las plazas llenas,
anegadas de bermellón y de barbarie,
y si no te remuerde tu crueldad
eres más bestia que el astado:
él ataca por miedo o por instinto,
por no poder escabullirse del tablado,
y tú, por unos pocos billetes mancillados,
o por sentirte vanagloriado entre beodos.

Y los cuerpos de veinte mil insensibles…
que en domingo vociferan brutalmente
y se empecinan gritando que eres único...,
¡no están en sano juicio, o desdoblan su locura!

De:  EVOLUCIÓN DE LOS OFICIOS


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