Tormenta
Poema publicado el 16 de Junio de 2012
Una tropilla, jinetes negros, crines rizadas
Viene a lo lejos, batiendo parche de piedra y agua.
Muestra su espada de oro flagrante y flashes brillosos
Con estruendosos motes de fuerza y cañón rabioso.
Monta en el viento que desde el norte canta su zamba
De aire caliente, de remolino y arena en llamas.
Acá en las chacras, pavura hay en la paisanada
Más no han pecado y Dios amaga con la pedrada.
Ya lo sabían, lo anunció el perro en la madrugada
Con su revuelco de tierra seca y cola empolvada.
Se prenden velas con ruego santo y honda plegaria
Pidiendo al cielo por la cosecha y la brega diaria…
Se hace un silencio…
y como presagio de la llegada
Caen gotones medio dispersos sobre las chapas.
Ruidosos chocan los postigotes de las ventanas
Y el sauce tiende su melenota de verdes ramas.
Ya los gorriones asustadizos buscan la calma
Que le propician las grandes hojas de la enramada.
Y las gallinas cobardes corren como azuzadas
Hacia el tinglado que está en el fondo, allá, tras la casa.
Truena el infierno descerrajando el cielo y la nada
Ardiendo en rayos y en ráfagas firmes y huracanadas.
Vuelan mil granos de tierra seca y hojas sesgadas
Vuelan papeles, los cardos muertos y la misma casa…
Vuelve la calma…
Como diciendo –no pasa nada-
Pero se sabe que es mejoría de escasa laya.
Atrás se viene la estrepitosa cortina ufana
De átomos grises, que exhalan gotas de húmeda agua…
Y se desata ese manantial que del cielo emana
Furia dantesca arrasando todo lo que desgrana.
Se rinde el sauce, se rinde el suelo y la paisanada
Ante tremenda muestra de fuerza y bravura nata…
Fueron minutos…
Sólo minutos de truenos y agua.
No cayó piedra y lo celebra la paisanada
Con mate amargo y tortas fritas recién sacadas
Y agradeciendo mirando al cielo y a la esperanza.
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Poema publicado el 16 de Junio de 2012
Una tropilla, jinetes negros, crines rizadas
Viene a lo lejos, batiendo parche de piedra y agua.
Muestra su espada de oro flagrante y flashes brillosos
Con estruendosos motes de fuerza y cañón rabioso.
Monta en el viento que desde el norte canta su zamba
De aire caliente, de remolino y arena en llamas.
Acá en las chacras, pavura hay en la paisanada
Más no han pecado y Dios amaga con la pedrada.
Ya lo sabían, lo anunció el perro en la madrugada
Con su revuelco de tierra seca y cola empolvada.
Se prenden velas con ruego santo y honda plegaria
Pidiendo al cielo por la cosecha y la brega diaria…
Se hace un silencio…
y como presagio de la llegada
Caen gotones medio dispersos sobre las chapas.
Ruidosos chocan los postigotes de las ventanas
Y el sauce tiende su melenota de verdes ramas.
Ya los gorriones asustadizos buscan la calma
Que le propician las grandes hojas de la enramada.
Y las gallinas cobardes corren como azuzadas
Hacia el tinglado que está en el fondo, allá, tras la casa.
Truena el infierno descerrajando el cielo y la nada
Ardiendo en rayos y en ráfagas firmes y huracanadas.
Vuelan mil granos de tierra seca y hojas sesgadas
Vuelan papeles, los cardos muertos y la misma casa…
Vuelve la calma…
Como diciendo –no pasa nada-
Pero se sabe que es mejoría de escasa laya.
Atrás se viene la estrepitosa cortina ufana
De átomos grises, que exhalan gotas de húmeda agua…
Y se desata ese manantial que del cielo emana
Furia dantesca arrasando todo lo que desgrana.
Se rinde el sauce, se rinde el suelo y la paisanada
Ante tremenda muestra de fuerza y bravura nata…
Fueron minutos…
Sólo minutos de truenos y agua.
No cayó piedra y lo celebra la paisanada
Con mate amargo y tortas fritas recién sacadas
Y agradeciendo mirando al cielo y a la esperanza.
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