Otra vez
Poema publicado el 16 de Noviembre de 2009
Estaciones de impávidos relojes conjugaron los sueños,
y en jergones andamios,me deslicé en la infancia
perfumada a naranjas, frutillas y verbenas.
Despeinó el almanaque, casi sin darme cuenta,
la trenza interminable de sus horas,
y descalza de historia ,vagué por libros,
arenas encendidas, siestas de sol y estío
ungida de amapolas, suspiros y poesía.
Después la vida:
y esa presurosa necesidad de correr
hacia ninguna parte,
marchito el canto, olvidado el corazón en los estantes,
con simientes mariposas todas muertas,
y las noches deshabitadas, blancas.
Huesos, piel, gemidos, no bastaron.
Estiletes colmados de violencia
lastimaron mis ojos.
Y aún tuve manos para llevar la ofrenda.
En cielos de promesas se esfumaron los años.
Volvieron las muñecas, los mismos barriletes,
la zozobra feliz de esta nueva estación de la inocencia.
Pero sigo de pie.
Cicatrices y espumas, surcos en la madura piel;
Mujer dolor,
mujer ternura,
mujer mujer,
orgullo de la raza,
anudada a la misma raíz, junto a los vástagos,
y a las menudas joyas que empiezan a brotar
en primavera.
Han crecido las alas del recuerdo
en este diminuto territorio del alma
por esta historia repetida de negar y creer,
de reír y llorar, sin detenerme.
Desde los alzados baldíos de la luna,
desde el vientre del río,
donde los antiguos pájaros del viento,
han perfilado un nido para depositar los sueños
ya vividos,
una niña de tréboles y greda
me acerca hasta la patria lejana de la infancia.
En mi mano la ofrenda de otra mano.
Y como en aquella remota estación
que inauguró
su tenaz afiliación a la ternura
acortaré distancias zureada de sonrisas,
caminando sin pausas,
sin importar adónde, sin premura.
Celebrando la vida.
En otra primavera
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Poema publicado el 16 de Noviembre de 2009
Estaciones de impávidos relojes conjugaron los sueños,
y en jergones andamios,me deslicé en la infancia
perfumada a naranjas, frutillas y verbenas.
Despeinó el almanaque, casi sin darme cuenta,
la trenza interminable de sus horas,
y descalza de historia ,vagué por libros,
arenas encendidas, siestas de sol y estío
ungida de amapolas, suspiros y poesía.
Después la vida:
y esa presurosa necesidad de correr
hacia ninguna parte,
marchito el canto, olvidado el corazón en los estantes,
con simientes mariposas todas muertas,
y las noches deshabitadas, blancas.
Huesos, piel, gemidos, no bastaron.
Estiletes colmados de violencia
lastimaron mis ojos.
Y aún tuve manos para llevar la ofrenda.
En cielos de promesas se esfumaron los años.
Volvieron las muñecas, los mismos barriletes,
la zozobra feliz de esta nueva estación de la inocencia.
Pero sigo de pie.
Cicatrices y espumas, surcos en la madura piel;
Mujer dolor,
mujer ternura,
mujer mujer,
orgullo de la raza,
anudada a la misma raíz, junto a los vástagos,
y a las menudas joyas que empiezan a brotar
en primavera.
Han crecido las alas del recuerdo
en este diminuto territorio del alma
por esta historia repetida de negar y creer,
de reír y llorar, sin detenerme.
Desde los alzados baldíos de la luna,
desde el vientre del río,
donde los antiguos pájaros del viento,
han perfilado un nido para depositar los sueños
ya vividos,
una niña de tréboles y greda
me acerca hasta la patria lejana de la infancia.
En mi mano la ofrenda de otra mano.
Y como en aquella remota estación
que inauguró
su tenaz afiliación a la ternura
acortaré distancias zureada de sonrisas,
caminando sin pausas,
sin importar adónde, sin premura.
Celebrando la vida.
En otra primavera
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