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No hay espacio entre nosotros - de crepusculo - Poemas de Ricardo Alvarez



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Categoría: Poemas de Amor
No hay espacio entre nosotros - de crepusculo
Poema publicado el 11 de Mayo de 2011

Entre silla y silla amor
Nos separa una pulgada de distancia y mesa y
nos acercan los brazos en rama
Derroche de dedos como balcones melosos.
Hasta el mueble apaga su astilla tirana de madera
y se moldea la arcilla fresca en los mástiles encadenados
Vestida de palma, actúa el alma..
El café cotidiano se disfraza de barro y lodo inoperante,
porque del suelo en resorte y cobre repica
nuestro amor de vela y beso y
despegan nuestros pies de vuelo.
con las alas totales de los brazos de envergadura abiertos
y mis plumas recogidas en tus senos de cosecha
inician su vuelo emigrante de compañía.

Entre silla y silla no hay metales ni maderos,
      no hay amarras solo amores,
no hay clavos sujetantes.
Solo cuadros de besos encantados
rebotando en los muros de paredes.
En tu amor de vuelo mariposa mia y nocturna
donde los labios soñadores hacen su siesta
y tus aromas de plaga resuelven las dudas del madero
renovando sus nutrientes de raíces y árbol antepasados
y las lenguas enamoradas reducen las distancias.

Entre silla y silla amor
Puede mas una copa que una labrada fuente de penas.
                    Puede mas la alegría enamorada que la melancólica congoja diaria.
Pueden mas tus trópicos y mis meridianos encontrados
que una mínima mesa con dudas.
                          Puede mas nuestro amor de encanto irresistible
que el vacío espacio intentando un secuestro
                          Puede mas nuestro amor de humedad
          que la soledad bailando su átomo único de distancia árida.
                          Pueden mas nuestros besos de rebote pegados
que el vientre del hueco con su medida única.
                          Pueden mas nuestros rojos diarios mortales
que los tristes marrones moribundos del madero.
                          Puede nuestro vuelo de compañía
que el mojón de frontera de silla a silla
                  reducido a la nada a nuestro roce de fuego y llama.
                              Derrite su silueta histérica doblando sus rodillas marchitas
y cae a nuestros pies en ceniza,
                                como idolatra irrepetible inmolado entre silla y silla.


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